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Sunday, June 04, 2006

Pobreza: baluarte inexpugnable de la Orden

“Murus Religionis firmissimus”
Jesús María Lecea, Escolapio
Padre General
Salutatio junio, 2006


Tomo el título de la presente salutatio del número 37, Capítulo V, de las Constituciones de San José de Calasanz (1622) sobre la pobreza del Escolapio, que copio íntegramente: “Los religiosos amarán la venerable pobreza, madre de la exquisita humildad y de las demás virtudes, como a la más firme defensa de nuestra Congregación. La conservarán en toda su integridad y se esforzarán en experimentar a veces sus consecuencias”. He traducido, creyendo interpretar bien al Santo Fundador lo de “la más firme defensa” por “el baluarte inexpugnable” de nuestra Orden.

He dudado mucho al elegir el tema para esta salutatio de junio, final de curso escolar en varias de nuestras Demarcaciones. Al final me he decidido por el tema de la pobreza del proyecto escolapio de vida. Voy pasando Visita por las Demarcaciones de toda la Orden; llegan a Roma informaciones de aquí y de allá de todas las partes de la Orden. La preocupación por su vitalidad y por la eficacia de su misión está en todos.

¿Cómo potenciarla? El título puede interpretarse a la defensiva. No es éste el caso, aunque también. Porque se trata de crear siempre nuevo, de mirar adelante, de realizar acciones que, por ser de buena calidad, además de defender de la degradación, impulsan y dan vigor.

No voy a entrar en un discurso genérico sobre la pobreza evangélica en sí, ni siquiera sobre la pobreza de los religiosos. Sabemos que la inspiración evangélica y el seguimiento de Cristo pobre reviste muchos matices y elementos. Cada Instituto religioso trata de plasmar algo de todo eso, pero sin abarcarlo todo. Hay modelos de pobreza a lo benedictino, a lo franciscano, a lo ignaciano... ; lo hay también a lo calasancio: es el estilo de vida pobre del Escolapio. Es este estilo de vida el que debemos mirar cuando nos planteamos cómo vivimos la pobreza evangélica en nuestro seguimiento de Cristo.

En nuestras conversaciones sobre el tema aparecen con frecuencia inquietudes, como si en la pobreza no fuéramos tan fieles. Nos comunicamos comentarios de casos que son atropello de la vida de pobreza. Hay, pues, motivos para defender a la Orden de este deterioro. Pero, además, la Orden está trabajando en un proyecto de reestructuración buscando impulsar su vitalidad. A nada eficaz llegaremos si no practicamos la pobreza propia de nuestro modelo de vida escolapio. Es natural, en consecuencia, que el empeño por vivir pobremente, como escolapios, sea una preocupación permanente entre nosotros. No invito, por tanto, a que hagamos razonamientos teóricos sobre qué significa ser pobre como escolapio. Mejor es empaparnos de lo que nos dice el Capítulo sexto de las Constituciones. Ese es, dicho en concreto y operativamente, el indicador de la vida del escolapio en pobreza evangélica.

A los que no siguen el espíritu de pobreza de nuestra forma de vida invito a meditar un texto del Apocalipsis, libro bíblico que acompaña el Oficio de lecturas del tiempo pascual: “Tu dices: soy rico, tengo reservas y nada me falta. Aunque no lo sepas, eres desventurado y miserable, pobre, ciego y desnudo. Te aconsejo que me compres oro refinado en el fuego, y serás rico; y un vestido blanco, para ponértelo y que no se vea tu vergonzosa desnudez; y colirio para untártelo en los ojos y ver” (Ap 3, 17-18). Esta es la lectura que yo hago, parafraseando los textos: “tu dices, estoy bien como vivo, manejo dinero”, pero yo te digo: compra “la perla preciosa del evangelio” (Mt 13, 46) y serás rico y estarás mejor; revístete de Cristo (Gál 3, 27) para cubrir tu desnudez; mira con los ojos de la fe y verás que tu camino no es el adecuado, porque otro es el que señala la vida que has profesado. ¿Por qué esta exhortación? Porque, como Escolapio, te quiero bien. “A los que amo los reprendo y corrijo” (Ap 3, 19).

A los que siguen coherentemente y no sin gran generosidad, entrega y renuncia, el estilo de vida pobre del Escolapio les animo a seguir. Es ese el camino recto. Con vuestro estilo de vida pobre hacéis realidad la defensa de la Orden y el impulso por mantenerla viva y vigorosa. Quizás no se podrá extirpar de la vida de algunos modos no conformes con la pobreza, pero quien la vive rectamente ha de saber que la Institución le apoya y le dice que ese es el camino. Los conocedores de nuestra historia concuerdan en afirmar que la Orden ha sido estimada por las gentes, ha producido frutos abundantes en su misión y se ha desarrollado con fuerza y número cuando ha brillado el espíritu de pobreza en la vida de sus religiosos.

Estos días preparaba las palabras que tendré que dirigir a comienzos de este mes de junio en las celebraciones de los 375 años del inicio de las Escuelas Pías en Moravia, actual República Checa. Habrá actos conmemorativos tanto en Mikulov, la antigua Nikolsburg del Epistolario de Calasanz, como en Strážnice. En Mikulov no estamos ya los Escolapios; la Casa se cerró a mediados del siglo pasado. Actualmente la iglesia tiene culto público y la escuela sigue abierta como escuela pública. A Strážnice hemos vuelto hace unos años, por empeño decidido del P. Josep Maria Balcells. Se nos ha devuelto la iglesia, magnífica, pero no el colegio al estar destinado a residencia de ancianos. Las autoridades municipales, sin embargo, han mostrado su reconocimiento y han rescatado del olvido, dedicando la zona a jardín ciudadano, el llamado “pozo del P. Casani”, que daba agua para bever y para regar el antiguo huerto. El mismo Alcalde me decía orgulloso, mostrándome el lugar arreglado y embellecido en torno al brocal del pozo y de la lápida que recuerda a Casani, que ya se ha conseguido recuperar el manantial de agua y sueña con que hasta pueda ser “milagrosa” por haber llegado Casani a ser declarado Beato. Reímos alegremente. Pero volvamos a la pobreza, que ha motivado esta digresión de crónica. Tanto el P. György Sántha (Epistulae ad S. Iosephum Calasanctium ex Europa Centrali, Roma 1969) como G. L. Moncallero (La fondazione delle Scuole degli Scolopi nell’Europa Centrale al tempo della Controriforma, Alba 1972) constatan que él éxito de las Escuelas Pías en esas regiones de Europa, dominadas entonces por la reciente Reforma luterana, se debió sobre todo al testimonio de vida pobre y entregada que dieron aquellos primeros Escolapios.

¿Por qué fueron tan bien aceptados los Escolapios en estas tierras? –se preguntan ambos autores, dando concordemente esta explicación. Testigos contemporáneos de la vida y obrar de los Escolapios ensalzaron su “perfecta vida religiosa, su admirable humildad, la absoluta pobreza evangélica”. El éxito de su presencia educativa y evangelizadora estaba en la austeridad de vida de aquellos religiosos, el mejor ejemplo –en el testimonio de un contemporáneo del s. XVII- que podía darse en unos pueblos bajo influencia luterana. Con entusiasmo afirmaba este mismo testigo: “ninguna planta en el Imperio tan fructífera como la Orden de los Escolapios”. La pobreza evangélica fue la característica excelente de los primeros escolapios que modeló de tal manera su personalidad que los convirtió en educadores humildes y cercanos a la gente. La humildad, efectivamente, es la virtud indispensable de quien se dedica al servicio de los pobres, que no pueden ser educados con eficacia por quien vive en la abundancia, preocupado sólo por su bienestar y la vida cómoda. Este espíritu de pobreza evangélica no sólo conquistó al pueblo sencillo, sino también a sus gobernantes. Uno de ellos escribió: “Los Escolapios son bien vistos y deseados porque no van acumulando riquezas; se contentan solamente de la comida y del vestido. Por esto son amados y estimados del pueblo y sus autoridades los piden para que eduquen con tan buen ejemplo”.

Retomo el comienzo refiriéndome al proceso de reestructuración comenzado en la Orden. ¿Por qué y para qué todo eso? ¿Por qué? Porque estamos distantes de los indicadores de nuestra pobreza. ¿Para qué? Para conseguirlo. Reestructurarse –porque hay que comenzar desde la persona- es un modo o manera de encaminarse hacia la meta: Cristo. ¿Qué Cristo? El Cristo pobre. Pobreza en Calasanz. No hay duda, por lo tanto, si revisamos nuestro actuar en este terreno: ser dueños de dinero; disponer de él sin dependencia alguna del Superior o de la Comunidad; escamotear los propios ingresos para no entregarlos totalmente a la Caja común, aunque nos demos razones nobles (ninguna razón es noble para el Escolapio si no le lleva a entregar el dinero a la Caja común); poseer, de la manera que sea, dinero u objetos convertibles en dinero (coches, cuentas bancarias, bienes muebles e inmuebles, recibos reservados... ), todo eso es caminar fuera de las Escuelas Pías. Nada peor para una institución que tener miembros que están, pero que no están como se debe.

Es nuestro reto permanente de fidelidad. Queremos a nuestra Orden. Vamos, pues, a considerarnos piedras vivas de ese baluarte inexpugnable que es la pobreza. Dichosos los que habéis elegido ser pobres, porque sólo esos tienen a Dios por rey o, según la traducción más corriente, porque suyo es el reino de los cielos (cfr. Mt. 5, 3).

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