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Friday, March 14, 2008

Reflexiones ante la Profesión Simple (F.Montesinos.Provincial - 2007)

Profesión Simple de Vicente Carrascosa, Juan C. Picornell y Darío Mora.
Algemesí. 15 de septiembre 2007
Paco Montesinos Ortí, Provincial

Dt. 6,4-13.7,1.6; 1Cor 4-6.23-31; Lc 1, 46-56

Yo imagino que aquel pobre judío errante, al escuchar en su corazón aquellas palabras, quedaría, cuanto menos, aturdido. En un país en donde abundaban los dioses, escuchar que el Dios al que uno cree y sigue, es el único, era algo sumamente excepcional, algo que estaba fuera del tiempo y del lugar. Pero así decía: tu Dios, es el UNICO Dios.

A mí, esta tarde también esas mismas palabras me producen una sensación semejante: el Dios en que decimos creer se nos manifiesta como UNICO Señor. ¿Cómo entender esto en un mundo como el nuestro? Es difícil, muy difícil. Y vuestro gesto, esta tarde es para proclamar vuestro deseo de asentir a esta palabra: queréis que vuestro Dios, sea vuestro único Señor. Y vuestro gesto, va acompañado por una valiente decisión: dejarlo todo por Él. Hoy nos decís que sí es posible proclamar que Dios, el vuestro y el nuestro, es único. Y por eso, es el único de liberarnos de tantas cosas que nos oprimen, de introducirnos en su tierra, lugar en el que podremos vivir y gozar de la libertad de los hijos de Dios.

Pero, ¿cómo acoger gozosamente esta palabra? Nos lo dice Pablo. La acogeremos cuando seamos capaces de sobreponernos a la tentación de creerse superior, poseedor de la verdad, de creer que los talentos que cada uno disfruta son de su propiedad, el que cree que sus fuerzas lo van a ser para siempre. No. La palabra va dirigida al que se sabe pobre y vive humilde, porque Dios ha escogido lo débil del mundo para hacerlo poseedor de su Palabra. Hoy el hombre se gloría de los dones de Dios, no de los méritos propios. ¡Cuánto sabía de esto nuestro padre Calasanz! Si así actuáramos, menos divisiones habría, menos momentos de fricción padeceríamos.

Y María. María descubrió el querer de Dios. María descubre la voluntad de Dios y sintoniza su vida con ella. Y lo proclama. Proclama la voluntad de Dios para con ella, pero también, para con toda la humanidad. Y la voluntad que Dios descubre es que quiere ser misericordioso, y su misericordia no soporta que le grande en lo que sea, avasalle al pobre y al humilde, al que confía en Dios.

Y en esta tarde, esa palabra tiene a cada uno de vosotros tres, de todos los que estamos con vosotros como destinatarios, porque nos proclamamos “pobres de la Madre de Dios”, porque nos consideramos “caminantes por la senda de la Humildad” (Cuevas 1007)

Esta es la Palabra de referencia para todo cristiano. Pero dejadme que descienda un peldaño. Hoy además de proclamar vuestra fe en el único Señor, manifestáis vuestro deseo de entrar en esta familia que son las Escuelas Pías. Quisiera que lo que viene a continuación fuera un recordatorio a todos nosotros, los religiosos, y también vosotros que seguro lo tenéis “más fresquito” y a vosotros que desde los bancos asistís, quizá por primera vez a una celebración como ésta.

Entrar en la vida religiosa, dicen nuestras Constituciones es dejarlo todo por Cristo (C16), así de claro. Es vivir el espíritu de Israel cuando rezaba aquello de amarás al Señor con todas tus fuerzas. La vida religiosa es el shemá hecho carne. Ser religioso, ser escolapio, es desprenderse del hombre viejo y entrar en la vida del hombre nuevo. El dejarlo todo por Cristo es entregarlo todo a Cristo y a quien mejor lo representa: los niños y los pobres. Y ¡quién mejor que un escolapio para encarnar esto! Dejarlo todo por Cristo encarnado en los niños y jóvenes pobres. “Nada nos separará del amor de Dios” dice el canto, nada nos separará del amor de Dios, de los niños y de los jóvenes pobres. Ellos son la objetivación del amor de Dios para un escolapio.

Y le seguimos como a lo único necesario continua diciendo nuestro texto marco. Hablar del seguimiento para un cristiano, y sobre todo para uno que quiere vivir su bautismo en la vida religiosa, son palabras mayores. Permitidme que hable una persona que lo dirá mejor. El Domingo de Ramos de este año, en Roma, el Papa hablaba a los jóvenes del seguimiento, y les decía: se trata de un cambio interior de la existencia. Exige que ya no me cierre en mi yo, considerando mi autorrealización como la razón principal de mi vida. Exige entregarme libremente al Otro por la verdad, por el amor, por Dios, que en Jesucristo, me precede y me muestra el camino. Se trata de la decisión fundamental de dejar de considerar la utilidad, la ganancia, la carrera y el éxito como el objetivo último de mi vida, para reconocer sin embargo como criterios auténticos la verdad y el amor. Se trata de optar entre vivir sólo para mí o entregarme a lo más grande. Hay que tener en cuenta que verdad y amor no son valores abstractos; en Jesucristo se han convertido en una Persona. Al seguirle a Él, me pongo al servicio de la verdad y del amor. Al perderme, vuelvo a encontrarme. Así seguimos los escolapios a Jesucristo.

Y en un ambiente comunitario… vivimos fieles en la Castidad, alegres en la Pobreza y dóciles en la Obediencia.

Si hay algo que se convierte en elemento definitorio de la vida religiosa es su dimensión comunitaria. Es lo que nos distingue de tantas formas de vivir el bautismo. Y en la comunidad, el religioso encuentra el apoyo para vivir su compromiso. Vivir en comunidad no es fácil, como tampoco lo es vivir en la comunidad matrimonial. Nosotros y vosotros podríamos aportar múltiples ejemplos de lo que os acabo de decir. Y sin embargo es lo que nos define. A nosotros y a vosotros. Pero todo lo que nos relaciona con la iglesia tiene sentido en un contexto comunitario. No nos salvaremos uno a uno, sino en comunidad hemos estudiado. La fe se vive en comunidad, los compromisos que hacemos ante Dios y su Iglesia, se viven también en comunidad. Vivir los votos desde ese ambiente comunitario, que dicen las Constituciones, es entrar en un gozo continuo: es saberse llamados a vivir como los apóstoles con el Señor: como un cuerpo en el que la solidaridad entre sus miembros es la fuerza de cada uno de ellos.

Qué texto más hermoso aquel del profeta Miqueas: Yo te pido esto, y sólo esto: ama con ternura, actúa con justicia, camina humildemente con tu Dios. (Miqueas 6,8) Nos pone delante de nuestros ojos el sentido de nuestros votos.

Ser casto es amar con ternura, ser fiel, es tener un corazón unido, nada partido. Un solo Señor, un solo Padre. Hoy ser casto es tener un corazón indiviso que nos hace fuertes para amar lo único indispensable: a Dios y al Hermano, con mayúscula, porque es imagen del mismo Dios. En un mundo con tanto corazón, no partido, sino destrozado, la castidad del religioso se convierte en una antorcha que alumbra y dirige los pasos del que anda perdido. Hoy el casto amando al que sufre, le enseña a amar. De la muerte a la vida.

Ser pobre en nuestro mundo, como en el del profeta, es actuar con justicia. Y la justicia de Dios es reconocerle como Creador y Dueño de todo lo creado. El hombre está para colaborar en la tarea creadora de Dios y para Compartir los bienes de la creación. Nada es nuestro, todo del Señor. Y así nos liberamos de la esclavitud de los bienes materiales, y por qué no, de la esclavitud del hombre que pretende poseernos. La pobreza es para nosotros nuestra riqueza.

Ser obediente es caminar humildemente con nuestro Dios. Dijo Jesús Yo soy el camino…al hombre le toca caminarlo, recorrerlo. La voluntad de Dios se hace sensible recorriendo el camino de Jesús que siendo Dios, se hizo hombre; y siendo hombre, no hizo uso de sus prerrogativas. Ser obediente es tener un final cierto: siendo obedientes llegamos a los brazos del Padre, pasando por los brazos de los hombres que unas veces nos abrazarán y otras nos apalearán. Como a Jesús. Pero ese es el camino de la puerta estrecha. El religioso, lo ha descubierto y se somete a la voluntad de Dios expresada en sus superiores.

Y todo, siguen diciendo las Constituciones, para unirnos más estrechamente a Dios y para entregarnos con mayor disponibilidad al servicio de los hermanos. Os lo decía a vosotros el otro día. El Señor comienza hoy en vosotros una obra buena, ahora os pide vuestra colaboración. Y la primera es no estropear lo que hoy inicia.

Y voy concluyendo. Y quiero hacerlo en este contexto de Escuela Pía universal. La presencia del P. Javier Agudo, Provincial de la TDH, y de los hermanos de otras Provincias Escolapias, son un signo visible de algo que nunca deberéis olvidar. Profesáis a la Orden. La universalidad de la Iglesia cobra forma concreta en la universalidad de la Escuela Pía. Y la universalidad nos hace disponibles, totalmente disponibles. En un momento en que abundan los localismos, hemos de proclamar la universalidad de la escuela pía. Ahí está la riqueza de nuestra Orden. No somos ricos porque seamos más y más activos, o somos pobres porque la media de edades sea más alta. Seremos ricos o pobres según la alegría y el ánimo por compartir lo que somos y tenemos, lo mucho o lo poco. El ejemplo de la viuda en el templo es para nosotros otro signo: no el que tiene más, por mucho que pueda dar, es más generoso. Lo es aquel que comparte lo que tiene.

Que María la Madre del Señor y de las Escuelas Pías os ayuden con su ejemplo a seguir al Señor, y que Calasanz, nuestro padre, os imbuya durante toda vuestra vida el amor a Dios Padre, a su Hijo Jesús y a los niños y jóvenes que pondrá en vuestras manos.

Así sea.

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