Pascua de resurrección, exigencias
San José, 12 de abril de 2009
P. Rodolfo Robert, escolapio
Viceprovincial
A todos los hermanos de la Viceprovincia
¡Felicidades en esta Pascua de Resurrección!
Un año más somos movidos por el Espíritu y su Palabra a contemplar la tumba vacía. Frente a ella podemos caer en la tentación de quedamos precisamente en su condición de tumba, de lugar de muerte, de carencia y pérdida. Es cierto que ha sido el pecado y el mal en nosotros y en el mundo lo que precipitan la crucifixión y muerte del Señor, pero también es cierto que Él ha resucitado y se acerca a nosotros como la presencia viva que da la verdadera Vida.
Por eso cuando llega la Pascua, los cristianos tenemos la gozosa oportunidad de que se nos diga que somos amados y liberados, recuperando nuestra vocación fundante de ser hijos de Dios. Durante todo el tiempo pascual el Señor saldrá a nuestro paso, se hará el encontradizo, nos interpelará y consolará dándonos su Espíritu de alegría y de paz. La Pascua es un tiempo donde debemos recordar que es Cristo quien configura nuestras comunidades haciendo de ellas un lugar teológico de comunión, fraternidad, oración y envío a la misión. De lo contrario, corremos el riesgo de corromper este núcleo esencial de nuestras vidas. Y es que, solamente podemos salir a hacer discípulos, si antes somos testigos de esa vida abundante que es Cristo, aún con las diferencias propias de aquellos que estamos unidos porque Él nos llamó. En este sentido, la gran solemnidad de la Pascua trae para nosotros una bocanada de aire fresco para fortalecer nuestra consagración, invitando a muchos a seguir a Cristo a la manera de San José de Calasanz. Por ello renovamos nuestro compromiso con la Pastoral Vocacional y bendecimos a Dios por el trabajo que en este campo se realiza, así como por cada uno de sus frutos.
Pero quisiera insistir en esta oportunidad en tres aspectos claves de la misión escolapia: evangelizar desde la más tierna infancia, opción preferencial por los pobres, y centralidad en el mundo de la infancia y juventud.
Si algo podemos aportar los escolapios a la tarea cristiana y eclesial de construir una nueva humanidad, es el ardor en la evangelización. Sabemos que la realidad socio-cultural en que vivimos dificulta muchas veces la catequesis familiar y la inserción estable en grupos de Iglesia. Es por ello que nuestras escuelas y obras de educación no formal deben ser espacios privilegiados para el anuncio de Cristo, el acercamiento amoroso y seno a la Palabra de Dios, la vida sacramental y la participación en diversos grupos de vivencia de la fe; todo desde la sencillez, la caridad y la seriedad que deben caracterizarnos. Renunciar a ello provocaría un daño irreversible al sentido de la vida y la misión escolapia.
Por otra parte, la opción por los más débiles y pobres supone un esfuerzo grande por reubicamos, como Calasanz, lo más cerca posible de aquellos que más lo necesitan. Al respecto hemos avanzado significativamente llevando posibilidades educativas y de auténtica protección a muchísimos niños y jóvenes que, de otra manera, quedarían al margen de los procesos formativos oficiales. Pero también en nuestras obras más tradicionales se hacen esfuerzos por atender a los más pobres y necesitados. Es por ello que debemos ser vigilantes del ambiente que se pueda respirar en nuestros centros, evitando todo lo que por superficial o despilfarrador sea contradictorio con los valores de sencillez, solidaridad y justicia. Nuestros alumnos y sus familias deben entender que parte de la calidad de nuestras obras se fundamenta precisamente, en una educación para la convivencia respetuosa, la igualdad y la atención responsable frente a los verdaderos desafíos socioculturales de nuestros pueblos.
El acompañamiento amoroso, cercano y formativo de los niños y jóvenes es un imperativo para todos nosotros, por lo que en una época con fuertes tendencias narcisistas, nihilistas y destructivas, debemos estar muy atentos a ese mundo relacional más oculto que tanto influye en el pensamiento y conducta de los muchachos. El conocimiento de esos procesos, la constante concienciación y el desarrollo de intervenciones remediales, exigen llevar con seriedad los procesos de tutoría y orientación, y también obligan a nuevas formas de diálogo y formación mutua que vinculen a la escuela con la familia, como por ejemplo la Escuela de Padres.
Esperamos que la implementación en toda la Viceprovincia de los Criterios de Identidad Escolapia (a partir del II semestre 2009), con sus indicadores y subindicadores, nos ayuden a cuidar y potenciar los núcleos de nuestra calidad específica, que en Cristo están llamados a ser realmente Buena Noticia para todos a quienes servimos.
Finalmente, el esfuerzo de muchos hermanos a lo largo de tantos años, nos permite dar gracias a Dios por tres aniversarios: los Sesenta Años de presencia escolapia en Nicaragua (fundación del Colegio Calasanz de León), y los Veinticinco Años de misión en La Romana y en la Ciudad Hogar Calasanz. ¡Sintámonos dichosos por ser testigos de estas hermosas realidades!
¡El Señor ha resucitado, estemos alegres! ¡Y que la Escuela Pía en Centroamérica y República Dominicana siga siendo lugar de pascua y consuelo para todos!
Agradecido, me despido en Cristo y Calasanz
P. Rodolfo Robert, escolapio
Viceprovincial
P. Rodolfo Robert, escolapio
Viceprovincial
A todos los hermanos de la Viceprovincia
¡Felicidades en esta Pascua de Resurrección!
Un año más somos movidos por el Espíritu y su Palabra a contemplar la tumba vacía. Frente a ella podemos caer en la tentación de quedamos precisamente en su condición de tumba, de lugar de muerte, de carencia y pérdida. Es cierto que ha sido el pecado y el mal en nosotros y en el mundo lo que precipitan la crucifixión y muerte del Señor, pero también es cierto que Él ha resucitado y se acerca a nosotros como la presencia viva que da la verdadera Vida.
Por eso cuando llega la Pascua, los cristianos tenemos la gozosa oportunidad de que se nos diga que somos amados y liberados, recuperando nuestra vocación fundante de ser hijos de Dios. Durante todo el tiempo pascual el Señor saldrá a nuestro paso, se hará el encontradizo, nos interpelará y consolará dándonos su Espíritu de alegría y de paz. La Pascua es un tiempo donde debemos recordar que es Cristo quien configura nuestras comunidades haciendo de ellas un lugar teológico de comunión, fraternidad, oración y envío a la misión. De lo contrario, corremos el riesgo de corromper este núcleo esencial de nuestras vidas. Y es que, solamente podemos salir a hacer discípulos, si antes somos testigos de esa vida abundante que es Cristo, aún con las diferencias propias de aquellos que estamos unidos porque Él nos llamó. En este sentido, la gran solemnidad de la Pascua trae para nosotros una bocanada de aire fresco para fortalecer nuestra consagración, invitando a muchos a seguir a Cristo a la manera de San José de Calasanz. Por ello renovamos nuestro compromiso con la Pastoral Vocacional y bendecimos a Dios por el trabajo que en este campo se realiza, así como por cada uno de sus frutos.
Pero quisiera insistir en esta oportunidad en tres aspectos claves de la misión escolapia: evangelizar desde la más tierna infancia, opción preferencial por los pobres, y centralidad en el mundo de la infancia y juventud.
Si algo podemos aportar los escolapios a la tarea cristiana y eclesial de construir una nueva humanidad, es el ardor en la evangelización. Sabemos que la realidad socio-cultural en que vivimos dificulta muchas veces la catequesis familiar y la inserción estable en grupos de Iglesia. Es por ello que nuestras escuelas y obras de educación no formal deben ser espacios privilegiados para el anuncio de Cristo, el acercamiento amoroso y seno a la Palabra de Dios, la vida sacramental y la participación en diversos grupos de vivencia de la fe; todo desde la sencillez, la caridad y la seriedad que deben caracterizarnos. Renunciar a ello provocaría un daño irreversible al sentido de la vida y la misión escolapia.
Por otra parte, la opción por los más débiles y pobres supone un esfuerzo grande por reubicamos, como Calasanz, lo más cerca posible de aquellos que más lo necesitan. Al respecto hemos avanzado significativamente llevando posibilidades educativas y de auténtica protección a muchísimos niños y jóvenes que, de otra manera, quedarían al margen de los procesos formativos oficiales. Pero también en nuestras obras más tradicionales se hacen esfuerzos por atender a los más pobres y necesitados. Es por ello que debemos ser vigilantes del ambiente que se pueda respirar en nuestros centros, evitando todo lo que por superficial o despilfarrador sea contradictorio con los valores de sencillez, solidaridad y justicia. Nuestros alumnos y sus familias deben entender que parte de la calidad de nuestras obras se fundamenta precisamente, en una educación para la convivencia respetuosa, la igualdad y la atención responsable frente a los verdaderos desafíos socioculturales de nuestros pueblos.
El acompañamiento amoroso, cercano y formativo de los niños y jóvenes es un imperativo para todos nosotros, por lo que en una época con fuertes tendencias narcisistas, nihilistas y destructivas, debemos estar muy atentos a ese mundo relacional más oculto que tanto influye en el pensamiento y conducta de los muchachos. El conocimiento de esos procesos, la constante concienciación y el desarrollo de intervenciones remediales, exigen llevar con seriedad los procesos de tutoría y orientación, y también obligan a nuevas formas de diálogo y formación mutua que vinculen a la escuela con la familia, como por ejemplo la Escuela de Padres.
Esperamos que la implementación en toda la Viceprovincia de los Criterios de Identidad Escolapia (a partir del II semestre 2009), con sus indicadores y subindicadores, nos ayuden a cuidar y potenciar los núcleos de nuestra calidad específica, que en Cristo están llamados a ser realmente Buena Noticia para todos a quienes servimos.
Finalmente, el esfuerzo de muchos hermanos a lo largo de tantos años, nos permite dar gracias a Dios por tres aniversarios: los Sesenta Años de presencia escolapia en Nicaragua (fundación del Colegio Calasanz de León), y los Veinticinco Años de misión en La Romana y en la Ciudad Hogar Calasanz. ¡Sintámonos dichosos por ser testigos de estas hermosas realidades!
¡El Señor ha resucitado, estemos alegres! ¡Y que la Escuela Pía en Centroamérica y República Dominicana siga siendo lugar de pascua y consuelo para todos!
Agradecido, me despido en Cristo y Calasanz
P. Rodolfo Robert, escolapio
Viceprovincial
Labels: Pascua, Reflexión, Viceprovincia
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