La gratuidad del don de Dios (P. Aguado XII.2010)
Carta a los Hermanos
Pedro Aguado, escolapio. Padre General
Diciembre de 2010
Ephemerides Calasanctianae
“Obra de Dios y del afortunado atrevimiento y tesonera paciencia de San José de Calasanz” (C 1).
Sobre la gratuidad del don de Dios y el papel del fundador en la vida de las Escuelas Pías.
Queridos hermanos, escribo esta “salutatio” convencido de que necesitamos hablar, pensar y profundizar en las “fuentes de la vida” de las Escuelas Pías. A lo largo de estos meses, y muy particularmente en el último Consejo de Superiores Mayores de la Orden, hemos hablado de aquellas opciones fundamentales que provocan vida en las Escuelas Pías, pues estamos comprometidos y deseosos de que nuestra Orden experimente un proceso de revitalización. Hemos hablado y trabajado sobre pastoral vocacional o sobre la identidad de nuestro ministerio o sobre el carisma compartido con los laicos. Sin duda que todas ellas –y unas cuantas más- son opciones de vida. Pero no podemos perder de vista dónde está la Vida, dónde está el centro o el eje de nuestra revitalización. De esto os quiero escribir.
Lo reconocemos en nuestras Constituciones y lo repetimos en numerosos escritos y reflexiones que compartimos entre nosotros. Estamos ciertos de que las Escuelas Pías son obra de Dios y del afortunado atrevimiento y tesonera paciencia de San José de Calasanz.
Por encima de todo, y dando sentido a todo, aquí está nuestra Vida y aquí radica nuestro hecho fundacional y, por lo tanto, nuestra capacidad de seguir viviendo y de seguir fundando, nuestra posibilidad real de ser y vivir como escolapios.
Sin duda que necesitamos hacer planificaciones que nos den vida y que ésta permanezca, y yo soy el primero que insisto en esto con ocasión y sin ella, pero nada de todo ello tiene sentido ni provoca vida separado de su eje y de su origen.
Somos obra de Dios. El carisma de San José de Calasanz, encarnado por las Escuelas Pías, es don de Dios. Eso, y no otra cosa, es lo que quiere decir la palabra carisma. Don que es acogido y encarnado por un hombre capaz de definir absolutamente su vida y su obra desde el querer de Dios. Y capaz de dar una respuesta absoluta, completa, integral y portadora de un don que Dios quiso dar a la Iglesia y al mundo, especialmente a los niños y jóvenes, a través de él.
Somos fruto del afortunado atrevimiento y tesonera paciencia de un hombre concreto, San José de Calasanz. Las dos afirmaciones que hacemos de él nos ofrecen una pista certera de cómo hemos de situarnos para acoger el don de Dios: con atrevimiento y con paciencia. Abiertos a su voluntad y seguros de que hay que cuidarla y hacerla fecunda con el trabajo de cada día.
Atentos a lo que nos dice a través de la realidad, sobre todo a través de los niños y pobres, y trabajadores esforzados para dar respuestas dignas de la propuesta recibida y de quien la propone. Audaces para entender las prioridades que nuestra vocación tiene en cada momento histórico y llamados a vivir con celo apostólico –qué bella expresión, preñada de pasión por la misión- a favor de aquellos a quienes servimos y la causa (el Reino) por la que nos entregamos.
Por todo ello, creo sinceramente que la Orden y todos los que somos y nos sentimos escolapios, estamos invitados a reflexionar, a seguir reflexionando, sobre el papel del fundador en la vida de las Escuelas Pías. Este es el objetivo de esta breve carta que, con todo afecto, me atrevo a dirigiros.
1-Decía el P. Camilo Macise,
religioso carmelita que fue Superior General de su Orden y presidente de la Unión de Superiores Generales, que la especificidad de la vida consagrada procede de su origen. Esta es una afirmación que siempre me ha parecido importante y sobre la que creo que debemos reflexionar con detenimiento. Siendo cierto que debemos saber colaborar con todos y compartir con otras muchas formas de vida consagrada y diversas comunidades e instituciones, también lo es que en las Escuelas Pías debemos tener claro que tenemos un “código genético” definido, vivido y ofrecido por el santo fundador.
La identidad propia de nuestro ser escolapios procede de Calasanz y de cómo supo situarse, dar respuestas y tomar decisiones, siempre en fidelidad a la voluntad de Dios.
No estoy invitando a la Orden a vivir en actitud de “somos diferentes”, pues eso sería peligroso y negativo en esta Iglesia de comunión que debemos construir.
Pero sí estoy pidiendo que vivamos desde la convicción de que tenemos algo propio que aportar, algo que nos identifica –que no significa que nos separa- y viviendo desde ahí, plantarlo y cuidarlo como semilla que engendra Reino: nuestro propio carisma. Esta es, hermanos, la principal fuente de nuestra vida y de nuestra renovación.
2-Sabemos que San José de Calasanz sigue velando
y protegiendo su obra. No tenemos ninguna duda de ello y lo sentimos y experimentamos con claridad. Pero también es cierto que algo tendremos que poner de nuestra parte. Pienso que una de las claves de nuestra Orden es que los escolapios sepamos situarnos, con compromiso y esperanza, desde las opciones que asumió el fundador. Me atrevo a sugerir, a modo de ejemplo, algunas actitudes calasancias que nos pueden ayudar en este hoy de nuestra Orden y que debemos intentar vivir y potenciar.
a-Descubrir lo que Dios nos pide
a través de la realidad en la que nos encontramos. Discernir desde nuestra propia realidad y la de los niños y jóvenes a los que somos enviados. Esta ha de ser una de nuestras actitudes permanentes.
Hemos de superar la tentación de que “ya sabemos lo que tenemos que hacer” o el riesgo de “no enterarnos de lo que nos pasa” o de lo que necesitan los jóvenes. Calasanz nos enseña que saber leer la realidad y tomar decisiones ante ella es fuente de vida y de fundación para las Escuelas Pías.
Hemos dedicado mucho esfuerzo este año a leer la realidad de las Escuelas Pías.
Pues bien, no basta. Hemos de convertirla en discernimiento. Yo os aseguro que las llamadas de la realidad nos deben poner en movimiento. Cito algunas, pensando sólo en nosotros mismos, en nuestra Orden. Son simples ejemplos sobre los que hemos reflexionado en este último Consejo de Superiores Mayores: Los jóvenes escolapios plantean que quieren vivir desde nuevos horizontes y tienen miedo de que lo que sueñan de jóvenes y aquellos valores en los que se forman luego no los puedan vivir con la plenitud que esperan. Y lo dicen con claridad. Piden participar en la construcción de nuevos horizontes para la Orden.
Los religiosos expresamos que necesitamos que nuestras comunidades sean en verdad espacios de encuentro con Dios, de apoyo fraterno y de envío a la misión. Tenemos “nostalgia de una vida comunitaria mejor”.
El número de personas laicas que viven integradas carismáticamente con la Orden y la calidad de esa integración, crecen progresivamente y nos plantean, gracias a Dios, nuevas preguntas y posibilidades.
El valor en el que más tenemos que crecer como escolapios –eso dicen al menos nuestras encuestas y escritos- es “crecer en mentalidad de Orden”.
Estos y otros muchos aspectos de nuestra realidad deben ser leídos como llamadas vocacionales que piden respuestas. Los escolapios estamos concebidos así: como personas que tienen en cuenta la realidad y toman decisiones. Lo mismo podríamos decir de los datos “externos a la Orden”, de las llamadas que nos hacen la sociedad y la juventud de hoy. Desbordaría las pretensiones de esta carta desarrollar este apartado. Sólo quiero resaltar una clave de fidelidad al fundador que debemos vivir: estar atentos a la realidad y atrevernos a dar respuestas, y a darlas con tesonera paciencia.
b-Somos hijos de un hombre obediente a la voluntad de Dios,
al que se le van cerrando sus primeras opciones y se le van abriendo otras nuevas, diferentes, que Dios le tiene reservadas. Si eso no hubiera sido así, no existirían hoy las Escuelas Pías. Pues bien, hemos de estar convencidos de que tampoco existirán en el futuro, al menos como las quería Calasanz, si sólo piensan en sí mismas y en sus circunstancias (endogamia), si sólo dan cauce a lo seguro (conservadurismo), si sólo dan las respuestas que siempre se han dado (inmovilismo), si absolutizamos nuestras propias sensibilidades o convicciones (egocentrismo) o si funcionamos como si no tuviéramos una identidad clara y definida (indefinición). Nada de esto hace bien a la Orden, nada de esto provoca vida.
Calasanz recorrió un camino nuevo. Pero no se perdió en él. La novedad la supo vivir desde la identidad. No estamos llamados a inventarnos nada, sino a vivir desde la fidelidad creativa. Esta es la guía del camino de Calasanz. Este ha de ser nuestro hilo conductor. Es Dios el que va cambiando la vida de Calasanz a través de sus búsquedas, opciones, fracasos y descubrimientos.
c-Sin duda que podríamos añadir más “actitudes fundacionales”
de Calasanz que dan vida a su obra. No es el momento. Podríamos hablar de las mediaciones que utilizó para consolidad su obra (fue un hombre que supo buscar apoyos para dar con las repuestas que debía dar) o de su capacidad de intuir el futuro (fue un hombre que supo tomar las decisiones que eran posibles en el presente y que hacían viable el futuro –ese es el arte del gobierno-) o de su vivencia de la sencillez y de la pobreza (fue un hombre que transformó la vida de quienes le conocieron porque era realmente un hombre de Dios). ¡Tantas cosas! Lo que realmente quiero decir es que las Escuelas Pías deben seguir siendo obra del atrevimiento y de la paciencia de Calasanz. Y sólo lo serán si tenemos este “chip” en nuestros trabajos, en nuestra vida, en nuestro quehacer diario, expresado en tantas intuiciones que han hecho fortuna entre nosotros y que debemos esforzarnos en hacer reales, como, por ejemplo, “Calasanz nos une” o “Arraigados en Calasanz”.
3-La Orden debe poner todo su esfuerzo
en seguir profundizando sobre la vida, la persona, la obra y el carisma de Calasanz. No podemos permitirnos ni ser superficiales en el conocimiento del fundador ni carecer de personas que nos ayuden y acompañen en esto ni dejar de tomar aquellas opciones y decisiones que cuiden de esta “clave de vida de las Escuelas Pías”. Invito a los jóvenes a profundizar en el conocimiento de todas las dimensiones del fundador e invito a la Orden a tomarse en serio este desafío.
El Consejo de Superiores Mayores acaba de aprobar, a propuesta de la Congregación General, la creación de un “Secretariado Calasancio”. Estos son los objetivos iniciales con los que nace dicho Secretariado, que deberá estar formado por religiosos y laicos: impulsar el papel central del Fundador, en todas sus dimensiones, en la vida y revitalización de las Escuelas Pías / impulsar la formación calasancia en la Orden / suscitar y acompañar vocaciones de especial interés por lo calasancio en el conjunto de las Escuelas Pías / proponer acciones y dinámicas formativas en algunos núcleos fundamentales de nuestro carisma.
Sin duda que le añadiremos más objetivos, pero es importante que este Secretariado nazca bien y ofrezca a la Orden nuevas posibilidades de seguir viviendo desde el fundador.
4-El impulso de “lo calasancio” no es algo teórico.
No se trata sólo de que hagamos cursos o de que publiquemos artículos, siendo ambas cosas fundamentales. No se trata sólo de “saber”, de “conocer”, sino de “vivir”. Pero caeríamos en un grave error si separáramos estos verbos. Debemos saber más de Calasanz, necesitamos profundizar más en las claves de su identidad carismática –motor de las Escuelas Pías-, es fundamental abrir nuestro carisma, de modo exigente, a las personas que lo descubren como propio. Pero el impulso de “lo calasancio” es mucho más que todo eso y por todos los lugares de la Orden experimentamos que así es.
Cuando anhelamos poner en red nuestras obras populares estamos diciendo que hay que potenciar más la identidad común. Cuando definimos los elementos de identidad de una obra escolapia (acabamos de aprobar, con rango capitular, los diez elementos básicos de la identidad calasancia de nuestro ministerio) estamos diciendo que por ahí circula nuestra mejor aportación. Cuando decimos que tenemos que formar a los formadores en aquellos aspectos que nos proporcionen más comunión estamos diciendo que deseamos ser una Orden más identificada con su propia naturaleza y razón de ser. Cuando proclamamos que debemos “crecer en mentalidad de Orden” estamos diciendo que sólo desde ahí podremos dar las respuestas que deseamos dar. Cuando insistimos en hacer posible la integración carismática de los laicos, desde opciones que supongan compromisos importantes y cambios de vida, estamos diciendo que vivir el carisma calasancio supone que el eje vital de las personas queda tocado por él y, por lo tanto, las personas viven un proceso de transformación. La vida real de las Escuelas Pías, hermanos, es Calasanz. Él palpita en nuestra realidad y la llama a revitalizarse.
Tengamos ojos para ver y oídos para escuchar.
Termino. Seamos agradecidos a Dios por enriquecer a San José de Calasanz con caridad y paciencia para poder entregar su vida a la educación cristiana de los niños. Y pidámosle que nos ayude a conformar nuestra vida desde la claves de aquél que es para nosotros maestro de sabiduría.
Recibid un abrazo fraterno
Pedro Aguado, escolapio. Padre General
Pedro Aguado, escolapio. Padre General
Diciembre de 2010
Ephemerides Calasanctianae
“Obra de Dios y del afortunado atrevimiento y tesonera paciencia de San José de Calasanz” (C 1).
Sobre la gratuidad del don de Dios y el papel del fundador en la vida de las Escuelas Pías.
Queridos hermanos, escribo esta “salutatio” convencido de que necesitamos hablar, pensar y profundizar en las “fuentes de la vida” de las Escuelas Pías. A lo largo de estos meses, y muy particularmente en el último Consejo de Superiores Mayores de la Orden, hemos hablado de aquellas opciones fundamentales que provocan vida en las Escuelas Pías, pues estamos comprometidos y deseosos de que nuestra Orden experimente un proceso de revitalización. Hemos hablado y trabajado sobre pastoral vocacional o sobre la identidad de nuestro ministerio o sobre el carisma compartido con los laicos. Sin duda que todas ellas –y unas cuantas más- son opciones de vida. Pero no podemos perder de vista dónde está la Vida, dónde está el centro o el eje de nuestra revitalización. De esto os quiero escribir.
Lo reconocemos en nuestras Constituciones y lo repetimos en numerosos escritos y reflexiones que compartimos entre nosotros. Estamos ciertos de que las Escuelas Pías son obra de Dios y del afortunado atrevimiento y tesonera paciencia de San José de Calasanz.
Por encima de todo, y dando sentido a todo, aquí está nuestra Vida y aquí radica nuestro hecho fundacional y, por lo tanto, nuestra capacidad de seguir viviendo y de seguir fundando, nuestra posibilidad real de ser y vivir como escolapios.
Sin duda que necesitamos hacer planificaciones que nos den vida y que ésta permanezca, y yo soy el primero que insisto en esto con ocasión y sin ella, pero nada de todo ello tiene sentido ni provoca vida separado de su eje y de su origen.
Somos obra de Dios. El carisma de San José de Calasanz, encarnado por las Escuelas Pías, es don de Dios. Eso, y no otra cosa, es lo que quiere decir la palabra carisma. Don que es acogido y encarnado por un hombre capaz de definir absolutamente su vida y su obra desde el querer de Dios. Y capaz de dar una respuesta absoluta, completa, integral y portadora de un don que Dios quiso dar a la Iglesia y al mundo, especialmente a los niños y jóvenes, a través de él.
Somos fruto del afortunado atrevimiento y tesonera paciencia de un hombre concreto, San José de Calasanz. Las dos afirmaciones que hacemos de él nos ofrecen una pista certera de cómo hemos de situarnos para acoger el don de Dios: con atrevimiento y con paciencia. Abiertos a su voluntad y seguros de que hay que cuidarla y hacerla fecunda con el trabajo de cada día.
Atentos a lo que nos dice a través de la realidad, sobre todo a través de los niños y pobres, y trabajadores esforzados para dar respuestas dignas de la propuesta recibida y de quien la propone. Audaces para entender las prioridades que nuestra vocación tiene en cada momento histórico y llamados a vivir con celo apostólico –qué bella expresión, preñada de pasión por la misión- a favor de aquellos a quienes servimos y la causa (el Reino) por la que nos entregamos.
Por todo ello, creo sinceramente que la Orden y todos los que somos y nos sentimos escolapios, estamos invitados a reflexionar, a seguir reflexionando, sobre el papel del fundador en la vida de las Escuelas Pías. Este es el objetivo de esta breve carta que, con todo afecto, me atrevo a dirigiros.
1-Decía el P. Camilo Macise,
religioso carmelita que fue Superior General de su Orden y presidente de la Unión de Superiores Generales, que la especificidad de la vida consagrada procede de su origen. Esta es una afirmación que siempre me ha parecido importante y sobre la que creo que debemos reflexionar con detenimiento. Siendo cierto que debemos saber colaborar con todos y compartir con otras muchas formas de vida consagrada y diversas comunidades e instituciones, también lo es que en las Escuelas Pías debemos tener claro que tenemos un “código genético” definido, vivido y ofrecido por el santo fundador.
La identidad propia de nuestro ser escolapios procede de Calasanz y de cómo supo situarse, dar respuestas y tomar decisiones, siempre en fidelidad a la voluntad de Dios.
No estoy invitando a la Orden a vivir en actitud de “somos diferentes”, pues eso sería peligroso y negativo en esta Iglesia de comunión que debemos construir.
Pero sí estoy pidiendo que vivamos desde la convicción de que tenemos algo propio que aportar, algo que nos identifica –que no significa que nos separa- y viviendo desde ahí, plantarlo y cuidarlo como semilla que engendra Reino: nuestro propio carisma. Esta es, hermanos, la principal fuente de nuestra vida y de nuestra renovación.
2-Sabemos que San José de Calasanz sigue velando
y protegiendo su obra. No tenemos ninguna duda de ello y lo sentimos y experimentamos con claridad. Pero también es cierto que algo tendremos que poner de nuestra parte. Pienso que una de las claves de nuestra Orden es que los escolapios sepamos situarnos, con compromiso y esperanza, desde las opciones que asumió el fundador. Me atrevo a sugerir, a modo de ejemplo, algunas actitudes calasancias que nos pueden ayudar en este hoy de nuestra Orden y que debemos intentar vivir y potenciar.
a-Descubrir lo que Dios nos pide
a través de la realidad en la que nos encontramos. Discernir desde nuestra propia realidad y la de los niños y jóvenes a los que somos enviados. Esta ha de ser una de nuestras actitudes permanentes.
Hemos de superar la tentación de que “ya sabemos lo que tenemos que hacer” o el riesgo de “no enterarnos de lo que nos pasa” o de lo que necesitan los jóvenes. Calasanz nos enseña que saber leer la realidad y tomar decisiones ante ella es fuente de vida y de fundación para las Escuelas Pías.
Hemos dedicado mucho esfuerzo este año a leer la realidad de las Escuelas Pías.
Pues bien, no basta. Hemos de convertirla en discernimiento. Yo os aseguro que las llamadas de la realidad nos deben poner en movimiento. Cito algunas, pensando sólo en nosotros mismos, en nuestra Orden. Son simples ejemplos sobre los que hemos reflexionado en este último Consejo de Superiores Mayores: Los jóvenes escolapios plantean que quieren vivir desde nuevos horizontes y tienen miedo de que lo que sueñan de jóvenes y aquellos valores en los que se forman luego no los puedan vivir con la plenitud que esperan. Y lo dicen con claridad. Piden participar en la construcción de nuevos horizontes para la Orden.
Los religiosos expresamos que necesitamos que nuestras comunidades sean en verdad espacios de encuentro con Dios, de apoyo fraterno y de envío a la misión. Tenemos “nostalgia de una vida comunitaria mejor”.
El número de personas laicas que viven integradas carismáticamente con la Orden y la calidad de esa integración, crecen progresivamente y nos plantean, gracias a Dios, nuevas preguntas y posibilidades.
El valor en el que más tenemos que crecer como escolapios –eso dicen al menos nuestras encuestas y escritos- es “crecer en mentalidad de Orden”.
Estos y otros muchos aspectos de nuestra realidad deben ser leídos como llamadas vocacionales que piden respuestas. Los escolapios estamos concebidos así: como personas que tienen en cuenta la realidad y toman decisiones. Lo mismo podríamos decir de los datos “externos a la Orden”, de las llamadas que nos hacen la sociedad y la juventud de hoy. Desbordaría las pretensiones de esta carta desarrollar este apartado. Sólo quiero resaltar una clave de fidelidad al fundador que debemos vivir: estar atentos a la realidad y atrevernos a dar respuestas, y a darlas con tesonera paciencia.
b-Somos hijos de un hombre obediente a la voluntad de Dios,
al que se le van cerrando sus primeras opciones y se le van abriendo otras nuevas, diferentes, que Dios le tiene reservadas. Si eso no hubiera sido así, no existirían hoy las Escuelas Pías. Pues bien, hemos de estar convencidos de que tampoco existirán en el futuro, al menos como las quería Calasanz, si sólo piensan en sí mismas y en sus circunstancias (endogamia), si sólo dan cauce a lo seguro (conservadurismo), si sólo dan las respuestas que siempre se han dado (inmovilismo), si absolutizamos nuestras propias sensibilidades o convicciones (egocentrismo) o si funcionamos como si no tuviéramos una identidad clara y definida (indefinición). Nada de esto hace bien a la Orden, nada de esto provoca vida.
Calasanz recorrió un camino nuevo. Pero no se perdió en él. La novedad la supo vivir desde la identidad. No estamos llamados a inventarnos nada, sino a vivir desde la fidelidad creativa. Esta es la guía del camino de Calasanz. Este ha de ser nuestro hilo conductor. Es Dios el que va cambiando la vida de Calasanz a través de sus búsquedas, opciones, fracasos y descubrimientos.
c-Sin duda que podríamos añadir más “actitudes fundacionales”
de Calasanz que dan vida a su obra. No es el momento. Podríamos hablar de las mediaciones que utilizó para consolidad su obra (fue un hombre que supo buscar apoyos para dar con las repuestas que debía dar) o de su capacidad de intuir el futuro (fue un hombre que supo tomar las decisiones que eran posibles en el presente y que hacían viable el futuro –ese es el arte del gobierno-) o de su vivencia de la sencillez y de la pobreza (fue un hombre que transformó la vida de quienes le conocieron porque era realmente un hombre de Dios). ¡Tantas cosas! Lo que realmente quiero decir es que las Escuelas Pías deben seguir siendo obra del atrevimiento y de la paciencia de Calasanz. Y sólo lo serán si tenemos este “chip” en nuestros trabajos, en nuestra vida, en nuestro quehacer diario, expresado en tantas intuiciones que han hecho fortuna entre nosotros y que debemos esforzarnos en hacer reales, como, por ejemplo, “Calasanz nos une” o “Arraigados en Calasanz”.
3-La Orden debe poner todo su esfuerzo
en seguir profundizando sobre la vida, la persona, la obra y el carisma de Calasanz. No podemos permitirnos ni ser superficiales en el conocimiento del fundador ni carecer de personas que nos ayuden y acompañen en esto ni dejar de tomar aquellas opciones y decisiones que cuiden de esta “clave de vida de las Escuelas Pías”. Invito a los jóvenes a profundizar en el conocimiento de todas las dimensiones del fundador e invito a la Orden a tomarse en serio este desafío.
El Consejo de Superiores Mayores acaba de aprobar, a propuesta de la Congregación General, la creación de un “Secretariado Calasancio”. Estos son los objetivos iniciales con los que nace dicho Secretariado, que deberá estar formado por religiosos y laicos: impulsar el papel central del Fundador, en todas sus dimensiones, en la vida y revitalización de las Escuelas Pías / impulsar la formación calasancia en la Orden / suscitar y acompañar vocaciones de especial interés por lo calasancio en el conjunto de las Escuelas Pías / proponer acciones y dinámicas formativas en algunos núcleos fundamentales de nuestro carisma.
Sin duda que le añadiremos más objetivos, pero es importante que este Secretariado nazca bien y ofrezca a la Orden nuevas posibilidades de seguir viviendo desde el fundador.
4-El impulso de “lo calasancio” no es algo teórico.
No se trata sólo de que hagamos cursos o de que publiquemos artículos, siendo ambas cosas fundamentales. No se trata sólo de “saber”, de “conocer”, sino de “vivir”. Pero caeríamos en un grave error si separáramos estos verbos. Debemos saber más de Calasanz, necesitamos profundizar más en las claves de su identidad carismática –motor de las Escuelas Pías-, es fundamental abrir nuestro carisma, de modo exigente, a las personas que lo descubren como propio. Pero el impulso de “lo calasancio” es mucho más que todo eso y por todos los lugares de la Orden experimentamos que así es.
Cuando anhelamos poner en red nuestras obras populares estamos diciendo que hay que potenciar más la identidad común. Cuando definimos los elementos de identidad de una obra escolapia (acabamos de aprobar, con rango capitular, los diez elementos básicos de la identidad calasancia de nuestro ministerio) estamos diciendo que por ahí circula nuestra mejor aportación. Cuando decimos que tenemos que formar a los formadores en aquellos aspectos que nos proporcionen más comunión estamos diciendo que deseamos ser una Orden más identificada con su propia naturaleza y razón de ser. Cuando proclamamos que debemos “crecer en mentalidad de Orden” estamos diciendo que sólo desde ahí podremos dar las respuestas que deseamos dar. Cuando insistimos en hacer posible la integración carismática de los laicos, desde opciones que supongan compromisos importantes y cambios de vida, estamos diciendo que vivir el carisma calasancio supone que el eje vital de las personas queda tocado por él y, por lo tanto, las personas viven un proceso de transformación. La vida real de las Escuelas Pías, hermanos, es Calasanz. Él palpita en nuestra realidad y la llama a revitalizarse.
Tengamos ojos para ver y oídos para escuchar.
Termino. Seamos agradecidos a Dios por enriquecer a San José de Calasanz con caridad y paciencia para poder entregar su vida a la educación cristiana de los niños. Y pidámosle que nos ayude a conformar nuestra vida desde la claves de aquél que es para nosotros maestro de sabiduría.
Recibid un abrazo fraterno
Pedro Aguado, escolapio. Padre General
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