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Tuesday, September 05, 2006

Cuidamos la Familia: Escuelas Pías y Familia

Jesús María Lecea, Escolapio.
Padre General

Estuve presente, invitado por la Provincia Escolapia de Valencia, en el V Encuentro Mundial de la Familia celebrado en esta ciudad los primeros días de julio pasado. No es éste el lugar para entrar en análisis del desarrollo congresual ni en los contenidos de sus ponencias, comunicados, debates y conclusiones, que precedieron a la venida del Papa Benedicto XVI para clausurar el encuentro. Sobre todo ello, Congreso y visita papal, se ha dado amplia información en los medios de comunicación y en diversas publicaciones y revistas. La evocación del Encuentro me sirve, más bien, como ocasión para compartir, siempre en clima fraterno de saludo, el reto que a la Orden escolapia presenta la familia por nuestra misión de educadores cristianos de niños y jóvenes.

La realidad de las familias está muy presente en nuestras obras, sobre todo en las escolares, a través de los hijos, niños y niñas, que las frecuentan. Sabemos perfectamente lo que la familia significa, para bien cuando ésta funciona y para mal cuando no es así, en la educación de las nuevas generaciones. Conscientes de todo esto, nuestras Reglas, al hablar de la escuela calasancia y de la comunidad educativa, manifiestan una clara decisión de “comprometer en su misión a los padres de familia” (R 119).

La presencia de Benedicto XVI en la clausura del Encuentro vino a apoyar, con su presencia y su palabra, algunas convicciones de fondo dentro de una visión cristiana y antropológica de la familia. No hubo tono polémico ni aliento a la confrontación ante otras visiones, sino firme decisión de contribuir al bien de la familia humana con una aportación evangélica. Muchas cosas se escucharon, pero me gustaron sobre todo estas dos que comparto con vosotros y que fueron pronunciadas por el Papa. La primera aludía a la experiencia del crecimiento personal que se realiza desde un amor a prueba, recibido y ofrecido: siendo amado se aprende a amar. De este principio derivó a la familia como el lugar universal y espontáneo donde se dan las mejores condiciones para practicar esto. Sí, en la familia y desde la familia se siente uno amado y aprende a amar. La escuela, después, hará crecer con su aportación específica en el amor. La segunda apuntaba a la finalidad de la educación, recordando que la familia es la primera escuela: la educación es tarea formativa en libertad y para la libertad. Yo uno las dos cosas: si uno ha crecido libre en el amor, será capaz después de ejercitar una libertad responsable. Escuchando estas palabras, pensaba en nuestra Orden, en unas Escuelas Pías que, en relación estrecha con las familias de sus alumnos y constituyéndose también como familia escolar donde se ama y se es amado, sean capaces de formar en libertad y
para la libertad. No hago, por otra parte, sino retomar algo que ya formuló para sí la Orden en ocasión del Año Internacional de la Familia, celebrado en 1994 por iniciativa de las Naciones Unidas.

Como nos olvidamos fácilmente de las cosas, y más ahora con tantos cambios y novedades diarias que ocupan los medios de información, quisiera evocar lo que allí se planteó la Orden y trató de asumir como líneas de acción para el futuro. Creo que estamos todavía en aquel futuro vislumbrado y, por ello, la actualidad de cuanto en el ya lejano 1994 (en realidad fue en un Simposio de pedagogía celebrado en Gandía, España, en diciembre de 1993 y en una carta institucional del P. General Josep Maria Balcells con esa misma fecha) la Orden se marcó operativamente.

Se habló entonces de verdadero “compromiso institucional a favor de la familia” y se hizo una declaración de intenciones que recogía la voluntad decidida por parte de la Orden de crear un “ambiente de caridad –amor- y de libertad” entre padres, colegio, hijos / alumnos, que tuviera como resultado sentirse unos y otros, los unos junto a los otros, “familia de familias”. La expresión puede ser, sin duda, una buena descripción de un colegio escolapio.

No he forzado para nada la sintonía entre las declaraciones de la Orden en 1994 y las palabras de Benedicto XVI clausurando el Encuentro Mundial de Familias de Valencia.

Quisiera dar todavía más entrada a cuanto la Orden se planteó en 1994 como actitud de atención especial a las familias. Lo haré en tres pinceladas.

a) Implicación familia y educación. La familia ha llevado a cabo históricamente un papel fundamental en el proceso de socialización y de respaldo crítico en las sociedades antiguas y modernas. Una sociedad que valora la educación de sus generaciones, valora la propia formación permanente. ¿Por qué últimamente usamos poco la palabra educación, educar? La disociación entre formación permanente (cultural, social, ética, religiosa) de los adultos y lo deseado para los pequeños y jóvenes está siendo causa de los malos resultados educativos del presente. Un estudio crítico de los resultados de la educación actual de niños y jóvenes señala esta pista: una sociedad familiar adulta que no aprecia su propia formación desmotiva a los niños y jóvenes para que se tomen con interés la propia. En cambio, un sistema familiar estable y preocupado por la formación de todos sus miembros, comenzando por los adultos, es factor decisivo en la estimulación de los niños para adquirir una educación.

b) Familia y escuela, una interrelación. Cada uno, familia y colegio, desde su identidad y lugar. El colegio no es la familia y viceversa. Pero son dos instituciones en relación corresponsable respecto a los hijos/alumnos. El colegio actúa desde su proyecto educativo, que es respetado y secundado. La familia actúa como referencia activa de ser primariamente responsable de buscar y garantizar la educación de sus hijos. Dos instituciones que confluyen operativamente en el niño para ofrecerle su educación, con la mayor calidad posible, integralmente hablando. De la corresponsabilidad compartida y desde una identidad respetada nace el desarrollo operativo y práctico de lo que serán los programas o actuaciones a favor del alumno en la escuela. Familia y colegio no son dos sistemas independientes. Ambos forman más bien un único sistema que, en su operar y en su proyección, es algo más que la suma de los mismos. La suma no son los sumandos. Es algo nuevo a crear y cuidar.

c) Líneas de acción para la familia en un colegio escolapio. Como aludía antes, la Orden se dio unas prioridades en este campo familiar para los próximos años. Siguen siendo actuales. Las resumo en tres puntos. 1) Promover la integración y participación de los padres, haciéndoles corresponsables del proceso educativo seguido en el colegio. 2)Fomentar e incrementar la comunicación entre el colegio y los padres para que éstos sean conocedores del proceso de enseñanza-aprendizaje. 3) Fomentar medios de formación, como la escuela de padres u otros instrumentos formativos a nuestro alcance, que favorezcan el crecimiento personal, social y de pareja.

Finalmente, como línea transversal, se decía: queremos propiciar en todos nuestros Centros, en las líneas descritas, las oportunidades para que las familias sean cálidamente evangelizadas. Los colegios escolapios son plataforma de pastoral familiar.

Nuestra acción quiere calcar la pedagogía de Jesús Maestro que abraza y bendice a los niños, los acoge y los propone como signo de su Reino: “si no os hacéis como éstos... ” (Mc 10, 13-16). Bendecir y abrazar se traduce hoy en prevenir, curar, inducir e iluminar.

Este es nuestro empeño como institución educativa y ahí queremos estar para bien y utilidad de los alumnos y de sus familias.

“No es bueno que la familia esté sola”, se oyó en el Congreso de Familias. La soledad no es saludable para el hombre, ni para la familia. La Iglesia es familia de familias (iglesias domésticas, según el Vaticano II). Las Escuelas Pías , en actitud sencilla y de servicio, se ven cordialmente solidarias de las familias, sobre todo de aquellas que confían sus hijos a nuestra educación. Cuidamos, pues, de las familias y las acompañamos, sintiéndonos a la vez acompañados por ellas, en su vocación formativa y educativa.