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Monday, November 29, 2010

Visita del Papa a España (P. Lombardi 7.XI.2010)

P. Lombardi: en las palabras del Papa sobre el laicismo en España, no hay polémica
Escrito por Ecclesia Digital
domingo, 07 de noviembre de 2010

Barcelona, 7 nov (EFE).- El portavoz vaticano, Federico Lombardi, ha dicho hoy en Barcelona que en las palabra del papa Benedicto XVI sobre el laicismo existente en España, que comparó con el anticlericalismo de la época de la II República, "no había ninguna intención polémica".

"En las intenciones del Papa hay que excluir la polémica, el Pontífice sólo comentó el secularismo en Europa y en España y recordó algunos momentos de la historia", ha afirmado Lombardi en un encuentro con la prensa.

El jesuita ha quitado importancia a la polémica generada por las palabras del Papa y ha asegurado que lo dicho en el avión, no era particularmente interesante, "simplemente se refirió al secularismo y en sus palabras no hay que buscar la confrontación".

El Papa denunció en el avión que le llevaba a Santiago de Compostela desde Roma "el vivaz enfrentamiento entre fe y modernidad" en España, que dijo que le recordaba al "anticlericalismo y secularismo fuerte y agresivo de la década de los años treinta", durante la II República y la Guerra Civil.

Reconoció que a lo largo de los siglos España ha sido un país "originario" de la fe y "exportador" de la misma, pero que de la misma manera "también es verdad que en España ha nacido una laicidad, un anticlericalismo, un secularismo fuerte y agresivo como se dio en la década de los años treinta, y ese enfrentamiento, disputa entre fe y modernidad, ocurre también hoy de manera muy vivaz".

El Papa, manifestó que para el futuro es "necesario que no haya un enfrentamiento, sino un encuentro entre fe y laicidad".

El portavoz Lombardi ha dicho también que el papa Benedicto XVI se lleva una "impresión muy positiva" de su visita a España y ha resaltado que el encuentro hoy con los Reyes en la basílica de la Sagrada Familia ha sido "muy familiar, para nada político".

Benedicto XVI y don Juan Carlos y doña Sofía han hablado durante doce minutos a la llegada del Pontífice a la ya basílica de la Sagrada Familia.

El Papa ha acogido con gran gratitud el regalo del Rey, una edición especial facsímil del Códice Aureo del siglo XI, uno de los más singulares de la época carolingia, que contiene los cuatro evangelios decorados con miniaturas y se conserva en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial desde el siglo XVI.

Lombardi ha dicho que se trata de un libro "particularmente bello que enriquecerá la Biblioteca Vaticana".

Sobre la acogida del Papa por parte de los fieles, Lombardi ha indicado que Benedicto XVI se ha mostrado muy gratamente sorprendido por como le recibieron los jóvenes ayer a su llegada al arzobispado y hoy las gentes por las calles de Barcelona y en la basílica. EFE

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HOMILÍA SANTA MISA CON OCASIÓN DEL AÑO SANTO COMPOSTELANO

VIAJE APOSTÓLICO A SANTIAGO DE COMPOSTELA Y BARCELONA
6-7 DE NOVIEMBRE DE 2010)
SANTA MISA CON OCASIÓN DEL AÑO SANTO COMPOSTELANO
HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
Plaza del Obradoiro, Santiago de Compostela
Sábado 6 de noviembre de 2010

En gallego:

Benqueridos irmáns en Xesucristo:

Dou gracias a Deus polo don de poder estar aquí, nesta espléndida praza chea de arte, cultura e significado espiritual. Neste Ano Santo, chego como peregrino entre os peregrinos, acompañando a tantos deles que veñen ata aquí sedentos da fe en Cristo Resucitado. Fe anunciada e transmitida fielmente polos Apóstolos, como Santiago o Maior, ao que se venera en Compostela desde tempo inmemorial.

[Amadísimos Hermanos en Jesucristo:

Doy gracias a Dios por el don de poder estar aquí, en esta espléndida plaza repleta de arte, cultura y significado espiritual. En este Año Santo, llego como peregrino entre los peregrinos, acompañando a tantos como vienen hasta aquí sedientos de la fe en Cristo resucitado. Fe anunciada y transmitida fielmente por los Apóstoles, como Santiago el Mayor, a quien se venera en Compostela desde tiempo inmemorial.]

Agradezco las gentiles palabras de bienvenida de Monseñor Julián Barrio Barrio, Arzobispo de esta Iglesia particular, y la amable presencia de Sus Altezas Reales los Príncipes de Asturias, de los Señores Cardenales, así como de los numerosos Hermanos en el Episcopado y el Sacerdocio. Vaya también mi saludo cordial a los Parlamentarios Europeos, miembros del intergrupo “Camino de Santiago”, así como a las distinguidas Autoridades Nacionales, Autonómicas y Locales que han querido estar presentes en esta celebración. Todo ello es signo de deferencia para con el Sucesor de Pedro y también del sentimiento entrañable que Santiago de Compostela despierta en Galicia y en los demás pueblos de España, que reconoce al Apóstol como su Patrón y protector. Un caluroso saludo igualmente a las personas consagradas, seminaristas y fieles que participan en esta Eucaristía y, con una emoción particular, a los peregrinos, forjadores del genuino espíritu jacobeo, sin el cual poco o nada se entendería de lo que aquí tiene lugar.

Una frase de la primera lectura afirma con admirable sencillez: «Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor con mucho valor» (Hch 4,33). En efecto, en el punto de partida de todo lo que el cristianismo ha sido y sigue siendo no se halla una gesta o un proyecto humano, sino Dios, que declara a Jesús justo y santo frente a la sentencia del tribunal humano que lo condenó por blasfemo y subversivo; Dios, que ha arrancado a Jesucristo de la muerte; Dios, que hará justicia a todos los injustamente humillados de la historia.

«Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen» (Hch5,32), dicen los apóstoles. Así pues, ellos dieron testimonio de la vida, muerte y resurrección de Cristo Jesús, a quien conocieron mientras predicaba y hacía milagros. A nosotros, queridos hermanos, nos toca hoy seguir el ejemplo de los apóstoles, conociendo al Señor cada día más y dando un testimonio claro y valiente de su Evangelio. No hay mayor tesoro que podamos ofrecer a nuestros contemporáneos. Así imitaremos también a San Pablo que, en medio de tantas tribulaciones, naufragios y soledades, proclamaba exultante: «Este tesoro lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea que esa fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros» (2 Co 4,7).

Junto a estas palabras del Apóstol de los gentiles, están las propias palabras del Evangelio que acabamos de escuchar, y que invitan a vivir desde la humildad de Cristo que, siguiendo en todo la voluntad del Padre, ha venido para servir, «para dar su vida en rescate por muchos» (Mt 20,28). Para los discípulos que quieren seguir e imitar a Cristo, el servir a los hermanos ya no es una mera opción, sino parte esencial de su ser. Un servicio que no se mide por los criterios mundanos de lo inmediato, lo material y vistoso, sino porque hace presente el amor de Dios a todos los hombres y en todas sus dimensiones, y da testimonio de Él, incluso con los gestos más sencillos. Al proponer este nuevo modo de relacionarse en la comunidad, basado en la lógica del amor y del servicio, Jesús se dirige también a los «jefes de los pueblos», porque donde no hay entrega por los demás surgen formas de prepotencia y explotación que no dejan espacio para una auténtica promoción humana integral. Y quisiera que este mensaje llegara sobre todo a los jóvenes: precisamente a vosotros, este contenido esencial del Evangelio os indica la vía para que, renunciando a un modo de pensar egoísta, de cortos alcances, como tantas veces os proponen, y asumiendo el de Jesús, podáis realizaros plenamente y ser semilla de esperanza.

Esto es lo que nos recuerda también la celebración de este Año Santo Compostelano. Y esto es lo que en el secreto del corazón, sabiéndolo explícitamente o sintiéndolo sin saber expresarlo con palabras, viven tantos peregrinos que caminan a Santiago de Compostela para abrazar al Apóstol. El cansancio del andar, la variedad de paisajes, el encuentro con personas de otra nacionalidad, los abren a lo más profundo y común que nos une a los humanos: seres en búsqueda, seres necesitados de verdad y de belleza, de una experiencia de gracia, de caridad y de paz, de perdón y de redención. Y en lo más recóndito de todos esos hombres resuena la presencia de Dios y la acción del Espíritu Santo. Sí, a todo hombre que hace silencio en su interior y pone distancia a las apetencias, deseos y quehaceres inmediatos, al hombre que ora, Dios le alumbra para que le encuentre y para que reconozca a Cristo. Quien peregrina a Santiago, en el fondo, lo hace para encontrarse sobre todo con Dios que, reflejado en la majestad de Cristo, lo acoge y bendice al llegar al Pórtico de la Gloria.

Desde aquí, como mensajero del Evangelio que Pedro y Santiago rubricaron con su sangre, deseo volver la mirada a la Europa que peregrinó a Compostela. ¿Cuáles son sus grandes necesidades, temores y esperanzas? ¿Cuál es la aportación específica y fundamental de la Iglesia a esa Europa, que ha recorrido en el último medio siglo un camino hacia nuevas configuraciones y proyectos? Su aportación se centra en una realidad tan sencilla y decisiva como ésta: que Dios existe y que es Él quien nos ha dado la vida. Solo Él es absoluto, amor fiel e indeclinable, meta infinita que se trasluce detrás de todos los bienes, verdades y bellezas admirables de este mundo; admirables pero insuficientes para el corazón del hombre. Bien comprendió esto Santa Teresa de Jesús cuando escribió: “Sólo Dios basta”.

Es una tragedia que en Europa, sobre todo en el siglo XIX, se afirmase y divulgase la convicción de que Dios es el antagonista del hombre y el enemigo de su libertad. Con esto se quería ensombrecer la verdadera fe bíblica en Dios, que envió al mundo a su Hijo Jesucristo, a fin de que nadie perezca, sino que todos tengan vida eterna (cf. Jn 3,16).

El autor sagrado afirma tajante ante un paganismo para el cual Dios es envidioso o despectivo del hombre: ¿Cómo hubiera creado Dios todas las cosas si no las hubiera amado, Él que en su plenitud infinita no necesita nada? (cf. Sab 11,24-26). ¿Cómo se hubiera revelado a los hombres si no quisiera velar por ellos? Dios es el origen de nuestro ser y cimiento y cúspide de nuestra libertad; no su oponente. ¿Cómo el hombre mortal se va a fundar a sí mismo y cómo el hombre pecador se va a reconciliar a sí mismo? ¿Cómo es posible que se haya hecho silencio público sobre la realidad primera y esencial de la vida humana? ¿Cómo lo más determinante de ella puede ser recluido en la mera intimidad o remitido a la penumbra? Los hombres no podemos vivir a oscuras, sin ver la luz del sol. Y, entonces, ¿cómo es posible que se le niegue a Dios, sol de las inteligencias, fuerza de las voluntades e imán de nuestros corazones, el derecho de proponer esa luz que disipa toda tiniebla? Por eso, es necesario que Dios vuelva a resonar gozosamente bajo los cielos de Europa; que esa palabra santa no se pronuncie jamás en vano; que no se pervierta haciéndola servir a fines que le son impropios. Es menester que se profiera santamente. Es necesario que la percibamos así en la vida de cada día, en el silencio del trabajo, en el amor fraterno y en las dificultades que los años traen consigo.

Europa ha de abrirse a Dios, salir a su encuentro sin miedo, trabajar con su gracia por aquella dignidad del hombre que habían descubierto las mejores tradiciones: además de la bíblica, fundamental en este orden, también las de época clásica, medieval y moderna, de las que nacieron las grandes creaciones filosóficas y literarias, culturales y sociales de Europa.

Ese Dios y ese hombre son los que se han manifestado concreta e históricamente en Cristo. A ese Cristo que podemos hallar en los caminos hasta llegar a Compostela, pues en ellos hay una cruz que acoge y orienta en las encrucijadas. Esa cruz, supremo signo del amor llevado hasta el extremo, y por eso don y perdón al mismo tiempo, debe ser nuestra estrella orientadora en la noche del tiempo. Cruz y amor, cruz y luz han sido sinónimos en nuestra historia, porque Cristo se dejó clavar en ella para darnos el supremo testimonio de su amor, para invitarnos al perdón y la reconciliación, para enseñarnos a vencer el mal con el bien. No dejéis de aprender las lecciones de ese Cristo de las encrucijadas de los caminos y de la vida, en el que nos sale al encuentro Dios como amigo, padre y guía. ¡Oh Cruz bendita, brilla siempre en tierras de Europa!

Dejadme que proclame desde aquí la gloria del hombre, que advierta de las amenazas a su dignidad por el expolio de sus valores y riquezas originarios, por la marginación o la muerte infligidas a los más débiles y pobres. No se puede dar culto a Dios sin velar por el hombre su hijo y no se sirve al hombre sin preguntarse por quién es su Padre y responderle a la pregunta por él. La Europa de la ciencia y de las tecnologías, la Europa de la civilización y de la cultura, tiene que ser a la vez la Europa abierta a la trascendencia y a la fraternidad con otros continentes, al Dios vivo y verdadero desde el hombre vivo y verdadero. Esto es lo que la Iglesia desea aportar a Europa: velar por Dios y velar por el hombre, desde la comprensión que de ambos se nos ofrece en Jesucristo.

Queridos amigos, levantemos una mirada esperanzadora hacia todo lo que Dios nos ha prometido y nos ofrece. Que Él nos dé su fortaleza, que aliente a esta Archidiócesis compostelana, que vivifique la fe de sus hijos y los ayude a seguir fieles a su vocación de sembrar y dar vigor al Evangelio, también en otras tierras.

En gallego:

Que Santiago, o Amigo do Señor, acade abundantes bendicións para Galicia, para os demais pobos de España, de Europa e de tantos outros lugares alén mar onde o Apóstolo e sinal de identidade cristiá e promotor do anuncio de Cristo. Amen!

[Que Santiago, el amigo del Señor, alcance abundantes bendiciones para Galicia, para los demás pueblos de España, de Europa y de tantos otros lugares allende los mares, donde el Apóstol es signo de identidad cristiana y promotor del anuncio de Cristo. Amen!]

© Copyright 2010 - Libreria Editrice Vaticana

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Declaraciones de Benedicto XVI 7.XI.2010

La entrevista completa de los periodistas del vuelo Papal a Benedicto XVI
Escrito por Ecclesia Digital.
domingo, 07 de noviembre de 2010

Publicamos las respuestas de Benedicto XVI en un rueda de prensa concedida este sábado a los periodistas que le acompañaban en el vuelo papal rumbo a Santiago de Compostela. Las preguntas fueron expuestas, en nombre de los presentes, por el padre Federico Lombardi, director de la Oficina de Información de la Santa Sede. Es una traducción de la agencia Zenit


Padre Lombardi:
Santidad, en el mensaje con motivo del reciente congreso de los santuarios que se celebraba precisamente en Santiago de Compostela, usted ha dicho que vive su pontificado con sentimientos de peregrino. También en su escudo aparece la concha del peregrino. ¿Quiere decirnos algo sobre la perspectiva de la peregrinación, también en su vida personal y en su espiritualidad, y sobre los sentimientos con los que se dirige como peregrino a Santiago?

Benedicto XVI:
¡Buenos días! Podría decir que estar en camino forma parte de mi biografía. Pero esto quizá es algo exterior; sin embargo, me ha hecho pensar en la inestabilidad de esta vida, en el hecho de estar en camino. Sobre la peregrinación uno podría decir: Dios está en todas partes, no hace falta ir a otro lugar, pero también es cierto que la fe, según su esencia, consiste en ser peregrino. La Carta a los Hebreos muestra la figura de Abraham, que sale de su tierra y se convierte en peregrino hacia el futuro por toda la vida, y este movimiento abrahámico sigue estando presente en el acto de fe, es un ser peregrino sobre todo interiormente pero debe expresarse también exteriormente. En ocasiones hay que salir de la vida cotidiana, del mundo de lo útil, del utilitarismo, para ponerse verdaderamente en camino hacia la trascendencia, trascenderse a sí mismo y la vida cotidiana, y así encontrar también una nueva libertad, un tiempo de replanteamiento interior, de identificación de sí mismo, para ver al otro, a Dios. Así es también siempre la peregrinación: no consiste sólo en salir de sí mismo hacia el más Grande, sino también en caminar juntos. La peregrinación congrega, vamos juntos hacia el otro y así nos encontramos recíprocamente. Basta decir que los caminos de Santiago son un elemento en la formación de la unidad espiritual del continente europeo, peregrinando aquí se ha encontrado la común identidad europea, y también hoy renace este movimiento, este sueño de estar en movimiento espiritual y físicamente, de encontrarse el uno con el otro y de encontrar silencio, libertad, renovación, y encontrar a Dios.

Padre Lombardi:
Gracias, Santidad. Ahora dirigimos la mirada a Barcelona. ¿Qué significado puede tener la consagración de un templo como la Sagrada Familia al comienzo del siglo XXI? ¿Hay algún aspecto específico de la visión de Gaudí que le ha impresionado en particular?

Benedicto XVI:
En realidad, esta catedral es también un signo precisamente para nuestro tiempo. En la visión de Gaudí, percibo sobre todo tres elementos. El primero es la síntesis entre continuidad y novedad, tradición y creatividad. Gaudí tuvo la valentía de insertarse en la gran tradición de las catedrales, de atreverse en su siglo, con una visión totalmente nueva. Presenta esta catedral como lugar del encuentro entre Dios y el hombre en una gran solemnidad. Tiene la valentía de estar en la tradición pero con una creatividad nueva, que renueva la tradición, y demuestra así la unidad y el progreso de la historia. Es algo hermoso. En segundo lugar, Gaudí buscaba este trinomio: libro de la naturaleza, libro de la Escritura, libro de la liturgia. Y esta síntesis es precisamente hoy de gran importancia. En la liturgia, la Escritura se hace presente, se convierte en realidad hoy, no es una Escritura de hace dos mil años sino que es celebrada, realizada. En la celebración de la Escritura habla la creación, encuentra lo creado, y encuentra su verdadera respuesta, porque --como nos dice san Pablo-- la criatura sufre, y en lugar de ser destruida, despreciada, aguarda a los hijos de Dios, es decir, quienes la ven en la luz de Dios. Esta síntesis entre el sentido de la creación, la Escritura y la adoración es precisamente un mensaje muy importante para la actualidad. Y finalmente hay un tercer punto: esta catedral nació por una devoción típica del siglo XIX: san José, la Sagrada Familia de Nazaret, el misterio de Nazaret, pero esta devoción de ayer es de grandísima actualidad, porque el problema de la familia, de la renovación de la familia como célula fundamental de la sociedad, es el gran tema de hoy y nos indica hacia dónde podemos ir tanto en la edificación de la sociedad como en la unidad entre fe y vida, entre religión y sociedad. Expresa el tema fundamental de la Familia, diciendo que Dios mismo se hizo hijo en la familia y nos llama a edificar y vivir la familia.

Padre Lombardi:
Y continuando con esta línea, Gaudí y la Sagrada Familia representan, como usted ha dicho, el binomio entre fe y arte. ¿Cómo puede la fe volver a encontrar hoy su puesto en el mundo del arte y de la cultura? ¿Es éste uno de los temas importantes de su pontificado?

Benedicto XVI:
Así es. Vosotros sabéis que yo insisto mucho en la relación entre fe y razón, en que la fe, y la fe cristiana, sólo encuentra su identidad en la apertura a la razón, y que la razón se realiza si trasciende hacia la fe. Pero del mismo modo es importante la relación entre fe y arte, porque la verdad, fin y vida de la razón, se expresa en la belleza y se autorrealiza en la belleza, se encuentra como verdad. Y donde está la verdad debe nacer la belleza. Donde el ser humano se realiza de modo correcto se expresa en la belleza. La relación entre verdad y belleza es inseparable y por eso tenemos necesidad de la belleza. En la Iglesia, desde el comienzo, incluso en la gran modestia y pobreza del tiempo de las persecuciones, la expresión de la salvación de Dios ha tenido lugar en las imágenes del mundo, en el arte, la pintura, en el canto, y luego también en la arquitectura. Todo esto es constitutivo para la Iglesia y sigue siendo constitutivo para siempre. De este modo, la Iglesia era madre de las artes por siglos y siglos. El gran tesoro del arte, música, arquitectura, pintura, ha nacido de la fe en la Iglesia. Actualmente hay un cierto disenso, pero esto daña tanto al arte como a la fe: el arte que perdiera la raíz de la trascendencia ya no se dirigiría hacia Dios, sería un arte escindido, perdería su raíz viva; y una fe que dejara el arte en el pasado, ya no sería fe en el presente. Hoy se debe expresar de nuevo como verdad, que está siempre presente. Por eso, el diálogo o el encuentro entre arte y fe está inscrito en la más profunda esencia de la fe. Debemos hacer todo lo posible para que también hoy la fe se exprese en arte auténtico, como Gaudí, en la continuidad y en la novedad, y para que el arte no pierda el contacto con la fe.

Padre Lombardi:
En estos meses emprende su camino el nuevo dicasterio para la nueva evangelización. Y muchos se preguntan si precisamente España, con el desarrollo de la secularización y de la disminución de la práctica religiosa, es uno de los países en los que usted pensó como objetivo para este nuevo dicasterio o incluso como objetivo principal...

Benedicto XVI:
Con este dicasterio he pensando en el mundo entero porque la novedad del pensamiento, la dificultad de pensar en los conceptos de la Escritura, de la teología, es universal, pero se da un punto central, el mundo occidental, con su secularismo, su laicidad, y la continuidad de la fe que debe renovarse para ser la fe de hoy y para responder al desafío de la laicidad. En Occidente, todos los grandes países tienen su propio modo de vivir este problema: hemos tenido, por ejemplo, los viajes a Francia, a la República Checa, al Reino Unido, donde por todas partes está presente de modo específico para una nación, para una historia, el mismo problema. Y esto vale también de manera fuerte para España. España era siempre, por una parte, un país originario de la fe. Pensemos que el renacimiento del catolicismo en la época moderna ocurrió sobre todo gracias a España. Figuras como san Ignacio de Loyola, santa Teresa y san Juan de Ávila, son figuras que han renovado el catolicismo y conformado la fisonomía del catolicismo moderno. Pero también es verdad que en España ha nacido una laicidad, un anticlericalismo, un secularismo fuerte y agresivo como lo vimos precisamente en los años treinta, y esta disputa, más aún, este enfrentamiento entre fe y modernidad, ambos muy vivaces, se realiza hoy nuevamente en España: por eso, para el futuro de la fe y del encuentro --¡no el desencuentro!, sino encuentro-- entre fe y laicidad, tiene un foco central también en la cultura española. En este sentido, he pensado en todos los grandes países de Occidente, pero sobre todo también en España.

Padre Lombardi:
Con el viaje a Madrid del año próximo con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), usted habrá hecho tres viajes a España, algo que no ha tenido lugar con ningún otro país. ¿Por qué este privilegio? ¿Es un signo de amor o de particular preocupación?

Benedicto XVI:
Naturalmente es un signo de amor. Se podría decir que es una coincidencia que venga tres veces a España. La primera visita fue el gran encuentro internacional de las familias, en Valencia: ¿cómo el Papa podría estar ausente si las familias del mundo se encuentran? El próximo año tiene lugar la JMJ, el encuentro de la juventud del mundo en Madrid, y en esa ocasión el Papa no puede estar ausente. Y finalmente tenemos el año santo de Santiago, y la consagración después de más de cien años de trabajo de la catedral de la Sagrada Familia de Barcelona. ¿Cómo no podía venir el Papa? Por tanto, las ocasiones son también los desafíos, casi una necesidad de ir. Ahora bien, precisamente el hecho de que precisamente en España se concentren tantas ocasiones muestra también que es realmente un país lleno de dinamismo, lleno de la fuerza de la fe, y la fe responde a los desafíos que están igualmente presentes en España. Por eso decimos que la casualidad ha hecho que venga, pero esta casualidad demuestra una realidad más profunda, la fuerza de la fe y la fuerza del desafío para la fe.

Gracias, Santidad. Y ahora, si quiere decir algo más para concluir nuestro encuentro, ¿hay algún mensaje particular que usted espera dar a España y al mundo actual con este viaje?

Benedicto XVI:
Yo diría que este viaje tiene dos temas: el tema de la peregrinación, estar en camino, y el tema de la belleza, la expresión de la verdad en la belleza, la continuidad entre tradición y renovación. Yo pienso que estos dos temas del viaje son también un mensaje: estar en camino, no perder el camino de la fe, buscar la belleza de la fe, la novedad y la tradición de la fe que sabe expresarse y sabe encontrarse con la belleza moderna, con el mundo de hoy. Gracias.

[Transcripción no oficial realizada por ZENIT. Traducción de Jesús Colina]

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HOMILÍA CONSAGRACIÓN DE LA IGLESIA DE LA SAGRADA FAMILIA Y DEL ALTAR

VIAJE APOSTÓLICO A SANTIAGO DE COMPOSTELA Y BARCELONA
(6-7 DE NOVIEMBRE DE 2010)
CONSAGRACIÓN DE LA IGLESIA DE LA SAGRADA FAMILIA Y DEL ALTAR
HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
Barcelona
Domingo 7 de noviembre de 2010

En catalán:

Estimats germans i germanes en el Senyor:

«La diada d’avui és santa, dedicada a Déu, nostre Senyor; no us entristiu ni ploreu… El goig del Senyor sarà la vostra força» (Ne 8, 9-11). Amb aquestes paraules de la primera lectura que hem proclamat vull saludar-vos a tots els qui us trobeu aquí presents participant en aquesta celebració. Adreço una salutació afectuosa a Ses Majestats els Reis d’Espanya, que han volgut acompanyar-nos cordialment. La meva salutació agraïda al Senyor Cardenal Lluís Martínez Sistach, Arquebisbe de Barcelona, per les seves paraules de benvinguda i la seva invitació a dedicar aquesta Església de la Sagrada Família, suma admirable de tècnica, d’art i de fe. Saludo també al Cardenal Ricard Maria Carles Gordó, Arquebisbe emèrit de Barcelona, als altres Senyors Cardenals i Germans en l’Episcopat, especialment, al Bisbe auxiliar d’aquesta Església particular, com també als nombrosos sacerdots, diaques, seminaristes, religiosos i fidels que participen en aquesta solemne cerimònia. També adreço la meva deferent salutació a totes les Autoritats Nacionals, Autonòmiques i Locals, com també als membres d’altres comunitats cristianes, que s’han unit al nostre goig i a la nostra lloança agraïda a Déu.

[Amadísimos Hermanos y Hermanas en el Señor:

«Hoy es un día consagrado a nuestro Dios; no hagáis duelo ni lloréis… El gozo en el Señor es vuestra fortaleza» (Neh 8,9-11). Con estas palabras de la primera lectura que hemos proclamado quiero saludaros a todos los que estáis aquí presentes participando en esta celebración. Dirijo un afectuoso saludo a Sus Majestades los Reyes de España, que han querido cordialmente acompañarnos. Vaya mi saludo agradecido al Señor Cardenal Lluís Martínez Sistach, Arzobispo de Barcelona, por sus palabras de bienvenida y su invitación para la dedicación de esta Iglesia de la Sagrada Familia, admirable suma de técnica, de arte y de fe. Saludo igualmente al Cardenal Ricardo María Carles Gordó, Arzobispo emérito de Barcelona, a los demás Señores Cardenales y Hermanos en el Episcopado, en especial, al Obispo auxiliar de esta Iglesia particular, así como a los numerosos sacerdotes, diáconos, seminaristas, religiosos y fieles que participan en esta solemne ceremonia. Asimismo, dirijo mi deferente saludo a las Autoridades Nacionales, Autonómicas y Locales, así como a los miembros de otras comunidades cristianas, que se unen a nuestra alegría y alabanza agradecida a Dios.]

Este día es un punto significativo en una larga historia de ilusión, de trabajo y de generosidad, que dura más de un siglo. En estos momentos, quisiera recordar a todos y a cada uno de los que han hecho posible el gozo que a todos nos embarga hoy, desde los promotores hasta los ejecutores de la obra; desde los arquitectos y albañiles de la misma, a todos aquellos que han ofrecido, de una u otra forma, su inestimable aportación para hacer posible la progresión de este edificio. Y recordamos, sobre todo, al que fue alma y artífice de este proyecto: a Antoni Gaudí, arquitecto genial y cristiano consecuente, con la antorcha de su fe ardiendo hasta el término de su vida, vivida en dignidad y austeridad absoluta. Este acto es también, de algún modo, el punto cumbre y la desembocadura de una historia de esta tierra catalana que, sobre todo desde finales del siglo XIX, dio una pléyade de santos y de fundadores, de mártires y de poetas cristianos. Historia de santidad, de creación artística y poética, nacidas de la fe, que hoy recogemos y presentamos como ofrenda a Dios en esta Eucaristía.

La alegría que siento de poder presidir esta ceremonia se ha visto incrementada cuando he sabido que este templo, desde sus orígenes, ha estado muy vinculado a la figura de san José. Me ha conmovido especialmente la seguridad con la que Gaudí, ante las innumerables dificultades que tuvo que afrontar, exclamaba lleno de confianza en la divina Providencia: «San José acabará el templo». Por eso ahora, no deja de ser significativo que sea dedicado por un Papa cuyo nombre de pila es José.

¿Qué hacemos al dedicar este templo? En el corazón del mundo, ante la mirada de Dios y de los hombres, en un humilde y gozoso acto de fe, levantamos una inmensa mole de materia, fruto de la naturaleza y de un inconmensurable esfuerzo de la inteligencia humana, constructora de esta obra de arte. Ella es un signo visible del Dios invisible, a cuya gloria se alzan estas torres, saetas que apuntan al absoluto de la luz y de Aquel que es la Luz, la Altura y la Belleza misma.

En este recinto, Gaudí quiso unir la inspiración que le llegaba de los tres grandes libros en los que se alimentaba como hombre, como creyente y como arquitecto: el libro de la naturaleza, el libro de la Sagrada Escritura y el libro de la Liturgia. Así unió la realidad del mundo y la historia de la salvación, tal como nos es narrada en la Biblia y actualizada en la Liturgia. Introdujo piedras, árboles y vida humana dentro del templo, para que toda la creación convergiera en la alabanza divina, pero al mismo tiempo sacó los retablos afuera, para poner ante los hombres el misterio de Dios revelado en el nacimiento, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. De este modo, colaboró genialmente a la edificación de la conciencia humana anclada en el mundo, abierta a Dios, iluminada y santificada por Cristo. E hizo algo que es una de las tareas más importantes hoy: superar la escisión entre conciencia humana y conciencia cristiana, entre existencia en este mundo temporal y apertura a una vida eterna, entre belleza de las cosas y Dios como Belleza. Esto lo realizó Antoni Gaudí no con palabras sino con piedras, trazos, planos y cumbres. Y es que la belleza es la gran necesidad del hombre; es la raíz de la que brota el tronco de nuestra paz y los frutos de nuestra esperanza. La belleza es también reveladora de Dios porque, como Él, la obra bella es pura gratuidad, invita a la libertad y arranca del egoísmo.

Hemos dedicado este espacio sagrado a Dios, que se nos ha revelado y entregado en Cristo para ser definitivamente Dios con los hombres. La Palabra revelada, la humanidad de Cristo y su Iglesia son las tres expresiones máximas de su manifestación y entrega a los hombres. «Mire cada cual cómo construye. Pues nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto, que es Jesucristo» (1 Co3,10-11), dice San Pablo en la segunda lectura. El Señor Jesús es la piedra que soporta el peso del mundo, que mantiene la cohesión de la Iglesia y que recoge en unidad final todas las conquistas de la humanidad. En Él tenemos la Palabra y la presencia de Dios, y de Él recibe la Iglesia su vida, su doctrina y su misión. La Iglesia no tiene consistencia por sí misma; está llamada a ser signo e instrumento de Cristo, en pura docilidad a su autoridad y en total servicio a su mandato. El único Cristo funda la única Iglesia; Él es la roca sobre la que se cimienta nuestra fe. Apoyados en esa fe, busquemos juntos mostrar al mundo el rostro de Dios, que es amor y el único que puede responder al anhelo de plenitud del hombre. Ésa es la gran tarea, mostrar a todos que Dios es Dios de paz y no de violencia, de libertad y no de coacción, de concordia y no de discordia. En este sentido, pienso que la dedicación de este templo de la Sagrada Familia, en una época en la que el hombre pretende edificar su vida de espaldas a Dios, como si ya no tuviera nada que decirle, resulta un hecho de gran significado. Gaudí, con su obra, nos muestra que Dios es la verdadera medida del hombre. Que el secreto de la auténtica originalidad está, como decía él, en volver al origen que es Dios. Él mismo, abriendo así su espíritu a Dios ha sido capaz de crear en esta ciudad un espacio de belleza, de fe y de esperanza, que lleva al hombre al encuentro con quien es la Verdad y la Belleza misma. Así expresaba el arquitecto sus sentimientos: «Un templo [es] la única cosa digna de representar el sentir de un pueblo, ya que la religión es la cosa más elevada en el hombre».

Esa afirmación de Dios lleva consigo la suprema afirmación y tutela de la dignidad de cada hombre y de todos los hombres: «¿No sabéis que sois templo de Dios?... El templo de Dios es santo: ese templo sois vosotros» (1 Co 3,16-17). He aquí unidas la verdad y dignidad de Dios con la verdad y la dignidad del hombre. Al consagrar el altar de este templo, considerando a Cristo como su fundamento, estamos presentando ante el mundo a Dios que es amigo de los hombres e invitando a los hombres a ser amigos de Dios. Como enseña el caso de Zaqueo, del que se habla en el Evangelio de hoy (cf. Lc 19,1-10), si el hombre deja entrar a Dios en su vida y en su mundo, si deja que Cristo viva en su corazón, no se arrepentirá, sino que experimentará la alegría de compartir su misma vida siendo objeto de su amor infinito.

La iniciativa de este templo se debe a la Asociación de amigos de San José, quienes quisieron dedicarlo a la Sagrada Familia de Nazaret. Desde siempre, el hogar formado por Jesús, María y José ha sido considerado como escuela de amor, oración y trabajo. Los patrocinadores de este templo querían mostrar al mundo el amor, el trabajo y el servicio vividos ante Dios, tal como los vivió la Sagrada Familia de Nazaret. Las condiciones de la vida han cambiado mucho y con ellas se ha avanzado enormemente en ámbitos técnicos, sociales y culturales. No podemos contentarnos con estos progresos. Junto a ellos deben estar siempre los progresos morales, como la atención, protección y ayuda a la familia, ya que el amor generoso e indisoluble de un hombre y una mujer es el marco eficaz y el fundamento de la vida humana en su gestación, en su alumbramiento, en su crecimiento y en su término natural. Sólo donde existen el amor y la fidelidad, nace y perdura la verdadera libertad. Por eso, la Iglesia aboga por adecuadas medidas económicas y sociales para que la mujer encuentre en el hogar y en el trabajo su plena realización; para que el hombre y la mujer que contraen matrimonio y forman una familia sean decididamente apoyados por el Estado; para que se defienda la vida de los hijos como sagrada e inviolable desde el momento de su concepción; para que la natalidad sea dignificada, valorada y apoyada jurídica, social y legislativamente. Por eso, la Iglesia se opone a todas las formas de negación de la vida humana y apoya cuanto promueva el orden natural en el ámbito de la institución familiar.

Al contemplar admirado este recinto santo de asombrosa belleza, con tanta historia de fe, pido a Dios que en esta tierra catalana se multipliquen y consoliden nuevos testimonios de santidad, que presten al mundo el gran servicio que la Iglesia puede y debe prestar a la humanidad: ser icono de la belleza divina, llama ardiente de caridad, cauce para que el mundo crea en Aquel que Dios ha enviado (cf. Jn 6,29).

Queridos hermanos, al dedicar este espléndido templo, suplico igualmente al Señor de nuestras vidas que de este altar, que ahora va a ser ungido con óleo santo y sobre el que se consumará el sacrificio de amor de Cristo, brote un río constante de gracia y caridad sobre esta ciudad de Barcelona y sus gentes, y sobre el mundo entero. Que estas aguas fecundas llenen de fe y vitalidad apostólica a esta Iglesia archidiocesana, a sus pastores y fieles.

En catalán:

Desitjo, finalment, confiar a l’amorosa protecció de la Mare de Déu, Maria Santissima, Rosa d’abril, Mare de la Mercè, tots els aquí presents, i tots aquells que amb paraules i obres, silenci o pregària, han fet possible aquest miracle arquitectònic. Que Ella presenti al seu diví Fill les joies i les penes de tots els qui vinguin en aquest lloc sagrat en el futur, perquè, com prega l’Església en la dedicació dels temples, els pobres trobin misericòrdia, els oprimits assoleixin la llibertat veritable i tots els homes es revesteixin de la dignitat dels fills de Déu. Amén.

[Deseo, finalmente, confiar a la amorosa protección de la Madre de Dios, María Santísima, Rosa de abril, Madre de la Merced, a todos los que estáis aquí, y a todos los que con palabras y obras, silencio u oración, han hecho posible este milagro arquitectónico. Que Ella presente también a su divino Hijo las alegrías y las penas de todos los que lleguen a este lugar sagrado en el futuro, para que, como reza la Iglesia al dedicar los templos, los pobres puedan encontrar misericordia, los oprimidos alcanzar la libertad verdadera y todos los hombres se revistan de la dignidad de hijos de Dios. Amén.]

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Gratitud por nuestros mayores (P. Aguado XI,2010

In memoriam…

Carta a los Hermanos
P. Pedro Aguado, escolapio
P. General
noviembre de 2010
Ephemerides Calasanctianae

Queridos hermanos, permitidme una carta un poco diferente de las que en los últimos meses os he dirigido. Os escribo esta salutatio a los pocos días de recibir la noticia de la muerte del P. Jesús Etxarri, de la Provincia Emaús, en nuestro colegio de Pamplona.

Sin duda que todos tenéis en vuestra memoria y en vuestro corazón el nombre de dos o tres personas de las que habéis aprendido a ser escolapios. Religiosos que han sabido sacar lo mejor de vosotros mismos y que os han servido de ejemplo, de padre, de maestro y de ayuda en el camino. Yo tengo unos cuantos, pero sobre todo dos: Fernando Legarreta (Lekun) y Jesús Etxarri. Jesús nos ha dejado hace pocos días, a finales de septiembre. No pude estar en su funeral porque estaba comprometido en Montecalvo Irpino para celebrar los 300 años del nacimiento de San Pompilio. Desde allí, bautizando a siete niños en la Memoria del Bautismo de San Pompilio, recé a Dios por la Vida plena del P. Jesús Etxarri.

De él aprendí a dar clase, a descubrir la centralidad de la Eucaristía, a celebrarla pensando siempre en aquellos con quienes lo hago, a valorar la vida comunitaria… ¡tantas cosas!

Por eso, en homenaje a él, he pensado escribiros esta breve carta sobre la gratitud que todos debemos a nuestros mayores, a los escolapios que nos han precedido en la Orden y que han entregado lo mejor de sí mismos por las Escuelas Pías, por los niños y jóvenes, y por quienes llamábamos a las puertas de la Orden para ser escolapios y que éramos acogidos con cariño, esperanza y dedicación. Somos escolapios –también- porque otros lo han sido. No lo olvidéis nunca. Sin ellos, sin su tiempo y testimonio, sin su paciencia y entrega, no estaríamos aquí. La Orden es el resultado de una larga cadena vocacional en la que unos pasan el testigo a otros. Seamos agradecidos por quienes nos han precedido, de todo corazón.

Me gustaría ofreceros algunas sencillas sugerencias para poder vivir este agradecimiento. Son pequeñas, pero os las ofrezco deseando contribuir con esta reflexión al gran objetivo en el que estamos metidos: construir Escuelas Pías. La Orden no se construye sólo con ideas, proyectos o estructuras, sino, sobre todo, a través de una red de amor, de vocación compartida, de testimonio entregado.

Por eso agradecemos a Dios por los que nos han precedido en el camino escolapio y duermen el sueño de la paz.

1-Hay una frase muy conocida
de Voltaire –desde luego, alguien nada sospechoso de valorar nuestra vida- sobre los religiosos: “se juntan sin conocerse, viven sin amarse y mueren si llorarse”. Todos la hemos escuchado alguna vez, y a todos, estoy seguro, nos ha hecho pensar. Sabemos que esta afirmación no es verdad.

Pero también sabemos que necesitamos vivir nuestra vida “conociéndonos, amándonos y llorándonos más”. Nuestra vida familiar se teje, en parte, a través de las relaciones humanas, aunque es mucho más que eso, pues el eje central es el testimonio de la fe. Pero esto segundo es imposible sin lo primero, y, más aún, nuestro modo de vida suele ser frecuentemente expresión, clara o contradictoria, de la autenticidad de nuestra razón de existir.

2-Me gustaría resaltar un segundo aspecto
que tiene que ver con nuestros mayores y su recuerdo. En muchas ocasiones solemos hablar de las claves de nuestra vida, y normalmente tratamos de formar a nuestros jóvenes para que vivan con autenticidad lo esencial de la vida religiosa escolapia. ¿Habéis probado alguna vez a explicar nuestra vida hablando de nuestros mayores? Yo os aseguro que es una extraordinaria experiencia. En todas nuestras demarcaciones tenemos ejemplos preciosos de los que podemos hablar. Os invito a pensar en ello.

Os puedo decir que a lo largo de estos meses he recibido ya muchos testimonios, en diversas demarcaciones, de religiosos fallecidos hace poco tiempo cuya vida resalta de modo diáfano alguna característica importante de nuestro ser escolapio. Por ejemplo: el P. Dino Bravieri, como ejemplo de síntesis entre ciencia y espiritualidad, entre Piedad y Letras, el P. Jesús Fernández, cuya vida nos puede servir para explicar lo que significa la santidad en la vida cotidiana del escolapio, el P. José Ramón Ferrís, un maestro en saber acercarse el corazón de los jóvenes, el P. Josef Horvátik, testimonio de amor por la Orden y audacia para hacerla posible, el P. Alejandro García Durán, Chinchachoma, expresión extraordinaria de la centralidad del niño pobre en la vida escolapia, el P. José Mateo, valioso ejemplo de ponderación y de mentalidad de Orden, y tantos otros. No quiero hacer un elenco completo. Sé que la lista podría ser muy larga, pero no es mi objetivo en esta carta; os ruego que lo comprendáis. Sólo quiero proponeros que hablemos a nuestros jóvenes de nuestros mayores. Ellos necesitan saber que sus sueños son posibles, y necesitan verlo en quienes van por delante de ellos. Es un modo privilegiado de construir Escuelas Pías, no lo dudéis. Hablemos de nuestros ideales, pero hagámoslo también presentándolos de modo encarnado; es el modo en el que deseamos vivirlos.

3-Hace un tiempo compartí una asamblea con un grupo de religiosos.
Habían dedicado la tarde a hacer “memoria agradecida” de sus mayores. Habían disfrutado proyectando sus fotografías, habían dedicado tiempo a contar sus anécdotas y experiencias sobre cada uno de ellos, habían preparado algunas presentaciones de la “vida y milagros” de cada uno y habían terminado con una Eucaristía de acción de gracias por ellos y una buena cena fraterna. Al día siguiente tenían comigo la sesión de trabajo. Me pareció un buen ejemplo a seguir, una idea que nos puede ayudar a vivir con más hondura humana y religiosa la despedida de quienes nos preceden.

4-Somos corresponsables con ellos en la construcción de la Orden.
Esta es una afirmación que quiero resaltar con claridad. A lo largo de este año me habéis oído hablar con frecuencia de que estamos “construyendo Escuelas Pías”. Lo digo para resaltar la actitud con la que nos tenemos que situar en este momento en el hoy de nuestra Orden: tenemos que ser escolapios en actitud de corresponsabilidad con los desafíos fundamentales que tenemos planteados. Pues bien, me gustaría resaltar en este contexto el valor de la vida de todos los escolapios. De todos y cada uno. De los que están en las publicaciones de los “escolapios ilustres” y de los que simplemente están en el Catálogo. Todos los escolapios contribuimos al bien de la Orden, y todos hemos de estar mutuamente agradecidos. Cuando recordamos a nuestros difuntos hemos de hacerlo también desde esta perspectiva, agradeciendo a Dios todo lo bueno que nos han sabido dar.

5-San José de Calasanz tiene una frase muy bonita
para hablarnos de la oración por nuestros difuntos. Dice que “no debemos dejar caer en el olvido, tras la muerte, a quienes durante esta vida de observancia religiosa hemos tenido como hermanos en Cristo” (CC82). Nos pide que recemos por ellos y que les recordemos ante Dios. Oramos por los nuestros, con todo el corazón. Sin duda que todos tenemos nuestra propia sensibilidad ante la oración por los nuestros, pero es muy importante que lo hagamos. Con ella aprendemos a ponernos en las manos de Dios, también nosotros. A través de ella crecemos en agradecimiento, en esa oración nos sentimos más escolapios, a través de ella nos hacemos más conscientes de nuestra pequeñez, y por ella nos acercamos al amor de Dios por nuestros hermanos, implorando de Él la plenitud de la Vida para quienes en vida fueron testigos de su amor. Cuidemos esta oración, hagámosla con cariño, con cuidado, con tiempo. También esta oración contribuye a la calidad de la vida de la comunidad y a la conciencia de pertenencia a la Orden.

6-El recuerdo de los nuestros, cariñoso y creyente,
nos ayudará, sin duda, a seguir viviendo, a seguir adelante en nuestra vida escolapia. Orar por ellos, ponerles en las manos de Dios, nos ayuda a entender qué significa vivir desde Dios. Pedir para otros la plenitud de la Vida nos ayuda a vivir con creciente sentido, desde nuestra pequeñez. Sin duda que la convicción de que “quien deja todo por Jesús recibirá cien veces más, y en la edad futura la vida definitiva” (Lc 18, 30) ha sostenido e iluminado el camino de la ancianidad y de la enfermedad de muchos de nuestros mayores. Es muy importante que esta experiencia de fe guíe la vida de todos nosotros, tengamos la edad que tengamos: somos llamados a la plenitud, que se ofrece como don al seguidor de Jesús.

Por eso, el mejor homenaje al que se va es seguir viviendo, y hacerlo en plenitud. Vivir desde las mejores opciones que nos han dejado quienes han sido escolapios antes que nosotros. Nuestra fe nos lo recuerda constantemente, y en la ocasión de las despedidas se nos hace más patente: tenemos un hogar en la presencia de Dios. Él nos espera y nos lo ofrece. Nuestra vida debe ser vivida en plenitud aquí, y será llevada a plenitud por Dios. Lo primero es nuestro desafío; lo segundo es nuestro regalo. Lo primero es tarea, lo segundo es don. Y los dos son inseparables.

De muchos escolapios podemos decir que nos han enseñado esta verdad fundamental: vivir en plenitud aquí, esperar con nostalgia la plenitud de Dios. La fe no es una “respuesta fácil”. Hay que profundizar en ella para que la fe pueda ofrecer esperanza. Hemos de seguir viviendo, como homenaje al que se va, y como respuesta a nuestras propias preguntas. Vale la pena la vida, si lo esencial es hacer que otros vivan, si lo que buscamos es compartir nuestro vivir. Si vivimos la vida como un regalo, nos será más fácil compartirla. Si la entendemos como un don, aprenderemos a entregarla. Ahora, a través de nuestra entrega; luego, confortados por el amor de Dios. Esa es nuestra fe.

Nos cuesta entender eso de las verdades del cielo. ¿Sabéis por qué? Porque no sabemos vivir con plenitud nuestra vida concreta. No podemos entender la plenitud si nuestra vida es pequeña y sin horizontes. Ojalá sepamos vivir nuestra vida escolapia dotándola de pequeños signos de plenitud, de una plenitud que es, para nosotros, la pequeñez habitada por Dios.

De este modo podremos seguir sintiéndonos animados y fortalecidos en nuestra vocación también por quienes nos han dejado. Podemos, por ejemplo, crecer en amor por Calasanz recordando al P. Augusto Subías o en ganas de vivir para trabajar en nuestra misión recordando al P. Nicolás Díaz, o en servicio y dedicación a los hermanos recordando al P. José Antonio García Nuño, o en fidelidad vocacional teniendo presente el testimonio de la vida del P. Hartmann Thaler. Podemos hacer mucho más larga la lista, hasta llegar al testimonio pleno que hemos recibido de lo que significa la confianza incondicional en Dios y la pasión por la misión, agradeciendo a Dios la paternidad de San José de Calasanz para con todos nosotros.

Esta carta llegará a vuestras manos el 1 de noviembre, solemnidad de Todos los Santos, día en el que agradecemos a Dios el don de la Vida plena que nos concede, y en la víspera de la oración por nuestros difuntos. Me uno a toda esa cadena de oración agradecida con la mía propia, pidiendo a Dios que nuestra oración por nuestros mayores nos cambie y nos transforme.

Padre, danos la sabiduría de lo alto; que sepamos valorar y acoger a los hermanos; haznos sencillos y sinceros con todos, accesibles a los pequeños, comprensivos y serviciales. Bendícenos a todos, para que nos mantengamos en apertura a los valores de tu Reino. Acuérdate de los enfermos y necesitados, de los que sufren más las dificultades de la vida. Acuérdate de los que han compartido ya la muerte de los pobres con Cristo, especialmente de nuestros hermanos escolapios, a quien ponemos en tus manos.

Recibid un abrazo fraterno
Pedro Aguado
Padre General

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MENSAJE DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE NICARAGUA

Dado en San Marcos, a los 17 días del mes de noviembre del año 2010.

A nuestros Sacerdotes, Religiosos (as), agentes de pastoral, pueblo católico, hermanos en la fe cristiana, nicaragüenses, hombres y mujeres de buena voluntad:

Gracia y paz

1. Al concluir los trabajos de nuestra Asamblea Ordinaria Anual del 2010, los Obispos de la Conferencia Episcopal de Nicaragua deseamos hacer llegar a todos la bendición de Dios a través del apostólico saludo bíblico de “gracia y paz” (cf. Rom 1,7; 1Cor 1,3; Ef 1,2; Gal 1,3; 1Tes 1,1), conscientes de que sólo la “gracia”, el amor de Dios gratuito y salvador, y la “paz”, que es reconciliación de los hombres con Dios y de los hombres entre sí, llenan de sentido la existencia de cada ser humano y posibilitan una convivencia humana basada en la caridad y la justicia.

2. A pocos días de que el Santo Padre Benedicto XVI ha publicado la Exhortación Apostólica Verbum Domini, sobre la Palabra de Dios en la vida y la misión de la Iglesia, nos presentamos ante ustedes como “servidores de la Palabra” (Lc 1,2), protegidos y alimentados con ella como en un regazo materno (cf. Pastores Gregis, 15). Al dirigirles este mensaje, queremos ser eco de la Palabra de Dios que hemos acogido y meditado, pues nos mueve la profunda convicción de creyentes y de pastores de que “no podemos guardar para nosotros las palabras de vida eterna que hemos recibido en el encuentro con Jesucristo: son para todos, para cada hombre (…). Nos corresponde a nosotros la responsabilidad de transmitir lo que, a su vez, hemos recibido por gracia” (Verbum Domini, 91).

El magisterio social de la iglesia

3. Dando continuidad a nuestro mensaje del 23 de abril de este año, reiteramos que la Iglesia no ofrece soluciones técnicas y no instituye ni propone sistemas o modelos de organización social (Cf. Sollicitudo rei socialis, 41), pues no corresponde a la misión que Cristo le ha encomendado. La Iglesia posee la competencia que le viene de la sabiduría de vida y del mensaje liberador del Evangelio de Cristo, y es desde él que para la Iglesia “derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina” (Gaudium et Spes, 42).

4. Aún sabiendo que no puede emprender la empresa política de realizar la sociedad más justa posible, ni sustituir al Estado, la Iglesia tampoco desea quedarse al margen de la búsqueda y la construcción de la justicia y de la paz, iluminando y abriendo la inteligencia y estimulando fuerzas espirituales que llevan a abrir la voluntad a las exigencias del bien y la verdad (cf. Deus Caritas est, 28). La palabra de la Iglesia en materia social y política no es, pues, una intrusión abusiva, sino un servicio a la formación de las conciencias en la política. La Iglesia tiene el derecho de ser para el hombre maestra de la verdad de fe; no sólo de la verdad del dogma, sino también de la verdad moral que brota de la misma naturaleza humana y del Evangelio (cf. Dignitatis humanae, 14; Veritatis Splendor, 27.64.110).

Situación actual del país

5. Desde la publicación de nuestro mensaje de abril pasado la realidad social y política de Nicaragua lamentablemente no ha mejorado, antes bien algunas de las situaciones a las que nos referíamos continúan agravándose. La “ley” sigue siendo paradójicamente un mecanismo para legitimar abusos y hacer pasar por legal lo que es ilegal; el “derecho” parece ser cada vez más un instrumento para legalizar en modo artificioso las estructuras de poder y las ambiciones personales; el “Estado” da la impresión de ser un entramado de instituciones al servicio de intereses particulares y de grupo. Toda esta situación tiene graves repercusiones para el desarrollo económico del país, la solución sostenida de los grandes problemas sociales y la gobernabilidad estable a largo plazo.

6. El momento que vive el país se vuelve aún más complejo dado que los grupos y partidos existentes no logran interpretar los anhelos de gran parte de la población y colaborar constructiva y responsablemente en la dinámica de la democracia. Es normal que en una sociedad democrática como la nuestra existan partidos y grupos con ideologías e intereses específicos, sin embargo “los partidos políticos han de promover todo lo que, a juicio suyo, se requiera para el bien común; pero en ningún caso traten de anteponer sus propios intereses al bien común” (Gaudium et Spes, 75).

7. Exhortamos a toda la clase política del país para que personas y grupos abran su corazón y su mente hacia las grandes aspiraciones de la mayoría de nuestro pueblo, que vean de cerca sus sufrimientos, entiendan su lenguaje y su modo de pensar y aprecien sus criterios valorativos y sus prioridades existenciales. El pueblo de Nicaragua anhela una sociedad nueva, donde se viva sin ningún tipo de temor, donde las instituciones estatales estén realmente al servicio del bien común y en donde la actividad política se vea liberada de toda sombra de corrupción, que es una de las peores deformaciones del sistema democrático (Cf. Sollicitudo rei socialis, 42) Para ello los políticos deben superar viejos esquemas que han dañado al país, permitiendo a un grupo de privilegiados decidir el destino de todos; deben renunciar a seguir concibiendo la política como medio para obtener privilegios sociales y ventajas económicas y abrirse progresivamente a los grandes valores evangélicos (caridad, modestia, generosidad, humildad, honestidad, etc.) que favorecen la práctica de la política con espíritu de servicio (cf. Christifideles laici, 42). Para la realización de estas aspiraciones es decisiva la función de los medios de comunicación social, a quienes exhortamos para colaborar en el logro de la verdadera reconciliación entre los nicaragüenses.

8. Junto a todo el pueblo nicaragüense afirmamos la absoluta soberanía de Nicaragua sobre el Río San Juan como algo indiscutible e innegociable para el país. Esperamos que este conflicto se resuelva en el menor tiempo posible por las vías del dialogo, los cauces diplomáticos y el respeto al derecho internacional. Sin embargo nos preocupa que la reciente crisis surgida en torno al tema distraiga la atención del gobierno y de los ciudadanos y nos lleve a ignorar y no afrontar los graves problemas internos de la nación. Los grandes problemas socio-económicos, la crisis institucional no resuelta y el reto de un año electoral a las puertas, nos exigen a todos atención y responsabilidad para colaborar, cada uno desde sus propias posibilidades, sin minimizar la situación y sin caer en la resignación, en la búsqueda de caminos de solución para tan graves dificultades que afectan el presente y el futuro del país.

Un año de oración por Nicaragua

9. Estamos convencidos de que, dada la complejidad de la situación del país y la gran rapidez con que cambian los escenarios políticos, es el momento de hacer una clara opción por la oración. Proclamamos para toda la Iglesia el año 2011 como un “Año de oración por Nicaragua”. En su debido momento daremos mayores indicaciones prácticas sobre ello. No podemos ignorar que para los cristianos la oración es el primer aporte y la mayor contribución que podemos hacer en la transformación de la historia. Cuando oramos no invocamos soluciones mágicas, no lo hacemos para sentirnos libres de compromisos y responsabilidades, sino porque estamos convencidos de que la historia no es sólo el escenario en que actúan las voluntades humanas sino el ámbito en que Dios hace llegar su Reino de caridad, justicia y paz. Con razón Jesús nos ha enseñado a pedir: “venga a nosotros tu Reino”. Por eso cuando oramos permitimos misteriosamente que la fuerza del Señor Resucitado fecunde y cambie la historia, nos hacemos eco de las aspiraciones de paz y justicia de todo nuestro pueblo y sobre todo tomamos conciencia de nuestra propia responsabilidad en el cambio social. Por todo ello, exhortamos a todo el pueblo católico a acoger nuestro llamado a vivir personal y comunitariamente el próximo año 2011 como “Año de oración por Nicaragua”.

Conclusión

10. Como ya hemos venido anunciando en los últimos meses, nos sentimos agradecidos con el Señor y llenos de gozo de poder celebrar en el año 2013 el primer centenario de la erección de la Provincia Eclesiástica de Nicaragua, que congrega a las distintas diócesis de nuestro país en una estructura que fomenta continuamente entre ellas y entre sus Obispos recíprocas relaciones de fe y de colaboración pastoral (cf. Codex iuris canonici, 431). Por lo que invitamos al pueblo católico de Nicaragua a que nos acompañen con su presencia y sus oraciones en la misa de inauguración de los tres años de preparación de este acontecimiento que tendremos en la santa iglesia catedral de León el 2 de diciembre del presente año.

11. Con este mensaje no hemos pretendido abordar todos los tópicos de la realidad eclesial y nacional. Por ello deseamos mantenernos en actitud de discernimiento orante frente a la realidad nacional y los próximos desarrollos de la política del país, “examinándolo todo” a la luz del Espíritu de Dios (cf. 1Tes 5,20-21) y en comunión con todo nuestro pueblo creyente. De este modo podremos continuar ejerciendo nuestro ministerio pastoral al servicio de la construcción de un país más humano y solidario, más desarrollado y democrático. Que María, La Purísima, “madre de la Palabra encarnada” (Deus Caritas est, 41) y madre y reina de Nicaragua, interceda por el presente y futuro de nuestra patria, por cada uno de los nicaragüenses y sus familias y ayude a nuestra Iglesia a imitarla a Ella, “tanto en la actitud de escucha orante como en la generosidad del compromiso en la misión y el anuncio” (Verbum Domini, 28).

Dado en San Marcos, a los 17 días del mes de noviembre del año 2010.

+Mons. Leopoldo José Brenes Solórzano
Arzobispo Metropolitano de Managua
Presidente de la CEN

+ Mons. Juan Abelardo Mata Guevara
Obispo de Estelí
Vicepresidente de la CEN

+Mons. Sócrates René Sándigo Jirón
Obispo de Juigalpa
Secretario General de la CEN

+Mons. David Zywiec Sidor Ofm. Cap.
Obispo auxiliar del Vicariato Apostólico de Bluefields
Ecónomo General de la CEN

+ Mons. Silvio José Baez OCD
Obispo Auxiliar de Managua

+Mons. Jorge Solórzano Pérez
Obispo de Granada
Administrador Apostólico de Matagalpa

+Mons. Pablo Schmitz Simon. Ofm Cap.
Obispo del Vicariato Apostólico de Bluefields

+Mons. Carlos Enrique Herrera Gutiérrez
Obispo de Jinotega

+Mons. Bosco Vivas Robelo
Obispo de León

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