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Monday, June 25, 2007

Las Escuelas Pías y Europa

(¿Qué presencia escolapia en Europa?)
Jesús María Lecea, Sch. P., Padre General
Mayo, 2007

Este mes de mayo traigo a nuestro compartir fraterno, a través de la salutatio, el tema de Europa. Creo que Europa hoy sigue siendo tema para las Escuelas Pías. Hay razones históricas que todos conocemos. En este continente nació nuestra Orden. El mismo Von Pastor, historiador reconocido mundialmente en historia de la Iglesia, nos atribuyó el primado de la creación de una escuela popular en Europa. En Europa se han escrito muy importantes y bellas páginas de nuestra historia educativa y evangelizadora. En los dos años pasados (2006 y 2007) he podido realizar la Visita canónica a todas las Demarcaciones europeas. He tenido así ocasión de conocer su realidad y de admirar su gran patrimonio histórico. En Hungría, Polonia, Bielorrusia, Eslovaquia, República Checa, Rumania, Alemania y Austria ¡cuántas realidades hermosas de Escuela Pía han existido y existen todavía! En algunos países de los citados, por desgracia, no hay ya escolapios, pero allí sigue viva la memoria histórica de nuestra presencia. Me produce siempre emoción ver cómo un grupo alemán de profesores con sus alumnos, de paso en Roma, vienen a San Pantaleón para celebrar la Misa y conocer los lugares calasancios, porque se consideran herederos de nuestro antiguo colegio de Rastadt, cerrado en 1808 tras casi cien años de existencia. Historias y realidades actuales semejantes se pueden decir de Italia y España. Qué riqueza escolapia en su diversidad y, al mismo tiempo, en su denominador común escolapio. A nuestros hermanos europeos les animo, con expresión de Juan Pablo II, a seguir escribiendo tan hermosa historia y a hacerlo con fidelidad y creatividad contemporáneamente.

Vengamos al presente. Vengamos al presente de Europa y al presente de las Escuelas Pías europeas. Para empezar, simplemente unos datos: la Orden tiene en Europa 113 colegios y escuelas; las frecuentan unos 60.148 alumnos y alumnas; el número de profesores llega a 4.652, entre religiosos (196) y laicos (4.456). Europa vive un presente nuevo, que comenzó a surgir apenas acabada la segunda guerra mundial. Este año 2007 se cumplen los 50 años del Tratado de Roma, que es el inicio de la actual Unión Europea. Cada nueve de mayo se celebra la Jornada europea, todavía poco conocida y celebrada en nuestros Centros. Aquí comienzan algunas preguntas: ¿Europa dice algo a nuestra Orden, a nuestros religiosos, a nuestros profesores y alumnos? ¿Estamos sabedores de lo que es Europa en sus nuevos proyectos?

Los hay también educativos. ¿Los conocemos, estamos interesados en conocerlos y trabajarlos, pasamos de ello? La Iglesia lleva tiempo trabajando los retos que la nueva Europa plantea a la evangelización. Se han celebrado dos Sínodos extraordinarios de Obispos para Europa. Hace años salió la Exhortación postsinodal “Iglesia en Europa. Los Obispos europeos, ante el 50º Aniversario del Tratado de Roma, lo han planteado como “una ocasión preciosa para las Iglesias Europeas de reflexionar sobre los valores que inspiraron a los “padres” de la Unión Europea, de reforzar la responsabilidad de los ciudadanos y de ahondar en la aportación de los cristianos al proceso que sigue el Continente”. Sólo un botón de muestra de algunas de las preocupaciones de los Obispos en la realidad europea: la pastoral vocacional.

El Cardenal Danneels, Arzobispo de Malines-Bruselas, escribe: “La situación de las vocaciones es diferente en el Oeste y en el Este de Europa. Occidente ha dado en el pasado numerosísimas vocaciones y muchos misioneros al mundo; ahora vive una crisis seria. El joven europeo de Occidente está condicionado por situaciones familiares desestructuradas y rotas, por el aislamiento afectivo, por el subjetivismo, por la carencia de guías o maestros, por la primacía de los afectos y emociones, por la renuncia a opciones definitivas, por la dificultad a aceptar que exista el dolor y la prueba. También al joven europeo -porque es irreal hablar genéricamente de juventud europea, lo propio es hablar de distinta tipología europea del joven- le motivan la búsqueda de radicalidad, los ideales, la autenticidad, el amor personal a Jesucristo. La figura misma del sacerdote está cambiando profundamente: del sacerdote que vive en la parroquia y ofrece sus servicios pastorales a las personas “iniciadas” ya en la vida cristiana, estamos pasando al sacerdote que debe plantear el anuncio primero del Evangelio a un pueblo que se caracteriza por la movilidad”. Tras esta descripción, Danneels hace la siguiente lectura teológica: “es tiempo de exilio y de purificación que nos impulsa a redescubrir que no somos nosotros quienes construimos el Reino de Dios, sino que todo es Gracia y todo viene de Dios. Es el tiempo para volver al anuncio del Evangelio sin vacilaciones, para llamar a los jóvenes expresamente al seguimiento. El nacimiento de una vocación está íntimamente relacionado con el testimonio de los sacerdotes y religiosos, marcado por una fuerte vida espiritual y la capacidad de una vida comunitaria”.

Muchos más temas han abordado los Obispos europeos en el Congreso celebrado en Roma los días 23 al 25 de marzo bajo el título: “Los 50 años de los Tratados de Roma”. El Congreso escuchó, además, un discurso del Papa Benedicto VXI y redactó un mensaje sobre “Valores y perspectivas para la Europa del mañana”.

Creo importante, también para nuestra Orden, pensar Europa en escolapio. Hacerlo en el hoy de Europa, conociendo la historia propia pero sin añoranzas ni atrincheramientos en posturas del pasado. Viniendo de una experiencia personal, para mí muy enriquecedora, en la Presidencia de la Unión de Conferencias de religiosos de Europa, ya planteé durante el Capítulo General de 2003 a nuestras Demarcaciones europeas el tema de abordar juntos el asunto de Europa como Orden escolapia. En septiembre del año pasado celebramos un primer encuentro europeo escolapio en Varsovia. Algo empieza a caminar. Hay que continuar e impulsar. Lo vamos a hacer, a partir de cuanto se concretó en Varsovia, aunque fuera una cosa modesta a mi parecer.

Europa plantea a los escolapios importantes retos educativos y de evangelización. No podemos, ni debemos, escamotear lo que nuestra significativa presencia en Europa necesita plantearse para realizar con calidad y utilidad, es decir respondiendo a lo que la sociedad europea necesita, nuestra misión educativa y evangelizadora. El acierto de los proyectos y actuaciones está normalmente en saber responder a necesidades reales. Estas pasan por la contextualización, es decir, por el conocimiento de los ambientes y realidades donde estamos. Además, el conocer nos lleva a amar. El amor entra de lleno en la vocación educativa. Hay que acercarse a Europa, para seguir educando y evangelizando en ella, con conocimiento de causa y con amor a su realidad. Esto es aplicable a todas nuestras presencias en el mundo.

Si lo recuerdo en referencia directa a Europa, es para estar precavidos y no dejar que el tren pase sin habernos incorporado a él, perdiendo la oportunidad de estar como se debe.

Desde la OIEC (Oficina Internacional de la Educación Católica), con sede en Bruselas, llegaba hace unos meses esta consideración: uno de los retos de la Escuela Católica en Europa es su identidad, “que va más allá de la clase de religión”. Los esfuerzos constantes por mejorar la calidad y oferta educativa hay que acompañarlos también con la especificidad evangélica, “que es lo que los diferencia de otras ofertas educativas”. La realidad europea, en la que tratamos de seguir educando y evangelizando a sus nuevas generaciones, nos plantea cómo ubicarnos con planteamientos nuevos, que respondan a lo nuevo que va surgiendo, sin por ello dejar de atender a lo que siempre plantea el educar. Es cierto que la Orden vive momentos de serias dificultades, sobre todo a causa de la disminución y envejecimiento de sus miembros religiosos. Pero esto no debe ser óbice –yo diría que al contrario-para afrontar juntos los retos. Veo en ello un camino para relanzar los ánimos y dar salida a las dificultades que tenemos. Como siempre, de todas formas, son los niños, en nuestro caso los niños europeos y los emigrantes que han venido a Europa, quienes merecen toda nuestra atención y a quienes debemos educar como ellos merecen y necesitan. Dios ha bendecido a nuestra Orden, principalmente porque se ha entregado siempre, en cuerpo y alma, a los niños. Dios la siga bendiciendo y nosotros sigamos constantes en el amor a los niños.

Jesús María Lecea, Sch. P., Padre General
Mayo, 2007

Wednesday, June 13, 2007

No es hora de lamentaciones sino de disponibilidad

(Tiempo poscapitular)
Jesús Mª Lecea, P. General
junio 2007

Ha pasado un año desde la intimación del tiempo capitular que la Congregación General hizo, mediante una Carta circular a toda la Orden, fechada el 25 de marzo del año pasado. Estamos, por lo tanto, a punto de clausurar este tiempo, que allí describíamos como tiempo de gracia y de esperanza. Dura efectivamente hasta el 30 de este mes de junio. “La pregunta surge espontánea”: ¿y después de los Capítulos, qué? He puesto entre comillas la expresión porque en realidad la frase, tal cual, fue de uso exclusivo durante varios años de un renombrado presentador italiano de televisión, cuyo constante recurso a la misma, hasta convertirla casi en una muletilla, suscitaba hilaridad en la comunidad de San Pantaleón. Ante cualquier cosa se reaccionaba diciendo: “la domanda sorge spontanea”. El recuerdo humorístico no quita seriedad a nuestro caso: ¿qué nos toca hacer, celebrados ya los Capítulos?.

Los Capítulos desarrollan un estudio de la realidad local y demarcacional tanto del periodo transcurrido como del momento presente.

¿Qué situación vive la Comunidad a nivel local y a nivel demarcacional? Desde los resultados observados y respondiendo a las necesidades reales, el Capítulo intenta marcar unas líneas operativas para el periodo siguiente.

En los Capítulos Provinciales y en algunos de Viceprovincias se tienen elecciones. La rutina capitular nos hace a veces estar más pendientes de esto último que de la temática. Es comprensible, sin duda, que las posibles candidaturas susciten más expectativas y comentarios que no los asuntos a examinar y programar. Importantísimas son las personas llamadas a ofrecer un servicio de gobierno. Nuestro derecho indica que hay que velar con seriedad para que las personas elegidas sean las que necesita la Demarcación y puedan realizar ejemplarmente el servicio que se les pide. Pero hay que afirmar igualmente que es de gran importancia el marcar las líneas operativas, a modo de guía, que van a ser la orientación y hasta el motor de la Demarcación en los años próximos. Diría que son éstas las que conforman lo que solemos llamar la planificación cuatrienal, las que revisten importancia prioritaria, incluso sobre las mismas proposiciones que aprueba el Capítulo. Las proposiciones suelen ser elementos muy concretos, cuando lo más importante es delinear la posible actuación en el inmediato futuro de la Demarcación. Por ello, las proposiciones no deberían ser muy numerosas, de modo que el Capítulo se centrara en señalar las líneas y prioridades de la Demarcación por las que caminar después todos juntos y ubicar con claridad el campo de actuación de la Congregación demarcacional.

Los Capítulos estudian la realidad del pasado transcurrido; hacen un balance de situación de la realidad presente y, con las elecciones de los Superiores, planifican el periodo sucesivo. Es normal que todo este trabajo provoque reacciones diversas, tanto hacia dentro del Capítulo como en la Demarcación. No se excluye que algunas de éstas sean lamentaciones y quejas. Surgen también las alarmas de cara al futuro e, incluso, del presente:
Demarcaciones que no disponen de recursos suficientes para llenar todos los encasillados de su organización, por ejemplo. A algunos les ha servido la experiencia capitular para advertir con fuerza la necesidad de una reestructuración, como la que indicó el Capítulo General de 2003.

Mirando hacia adelante, creo que valen poco las lamentaciones. La vida sigue y hay que afrontarla. No con escepticismo o fatalismo, sino como algo que, si no todo, está en nuestras manos. Como religiosos, sabemos además que están operando también las “manos de Dios”. A San José de Calasanz le gustaba ver las cosas como venidas de la mano de Dios. Esto le daba entereza y fuerzas para seguir adelante con esperanza. No le debió resultar fácil seguramente. Pero es la lección ejemplar que nos dejó. Para nosotros, escolapios, es bueno estar siempre en la escuela de Calasanz. Hay que dejarse de lamentaciones. No por voluntarismo, sino por coherencia de vida: una vida que hemos querido puesta en las manos de Dios. No es tiempo para lamentaciones. La Orden está siempre en construcción. La viña asignada a la Orden debe dar fruto año tras año. La construcción del edificio de la Orden y el cuidado de la viña encomendada (los niños y jóvenes pobres) requieren braceros en acción. El Fundador los llamó así a los primeros educadores de las Escuelas Pías: los obreros de las escuelas. Actuar, pues, y entregarse plenamente es lo que toca hacer una vez más a partir de los Capítulos celebrados. La actuación se traduce en la práctica en un esforzarse, obrar, proclamar y rezar.

Los historiadores, que saben de cómo la gente se percibía en su momento histórico, suelen comentar que no hay época en la que no aparezcan lamentaciones de este estilo: “nos toca vivir una situación extrema y difícil a causa de la calamidad de los tiempos; nunca se conoció cosa igual”. Algunas de estas lamentaciones se remontan a épocas muy lejanas en el tiempo.

Todavía vivimos. Y no tan mal, a mi parecer; aunque no en todas partes del mundo, cuando dos tercios de la humanidad pasa hambre. Sobreviviremos también a esta época difícil, que es la nuestra. Pero no me quedaría satisfecho si esto fuera a pesar de mí, de mi descontento, de mi inercia, de mi falta de implicación. Estamos, pues, invitados a tomar nuestro “pondus”, la porción de peso histórico que nos toca sobrellevar. Sin fatalismos, con alegría o, al menos, con paz.

Nos va a ayudar a mantener esta disposición de ánimo el cambiar de mentalidad. Los años nos hacen endurecer. Para los de la “media botella vacía”, que siempre los hay y tan realistas como los de la “botella medio llena”, a cierta edad es imposible cambiar. Evidentemente que no podemos cambiar la naturaleza si no interviene un milagro. Los milagros pertenecen en exclusiva a la libertad divina. En nuestra mano, sin embargo, está el deseo de querer, al menos, comprender si se nos escapa el poder cambiar. Esto es aplicable también a los más entrados en años. Me incluyo yo mismo. De joven tenía el convencimiento que los humanos, envejeciendo, habían vencido las pasiones, los embates, rencores, la agresividad de la juventud y habían llegado a la serenidad y sabiduría. Conocí ancianos así. Seguramente fueron estos ejemplos a formar mi imaginario. Pero, ahora, que los años se van acumulando y ya no se es joven, advierto mirándome a mí mismo que la ancianidad es una “tarea”, un desafío; que la serenidad es un don, una conquista moral, si es caso. Como las otras etapas de la vida, la “tercera edad” –qué eufemismos nos hemos creado- requiere fuerza, entusiasmo, fantasía. Esto explica que algunos envejecen, transformándose en amargados o fácilmente irritables. Otros, por el contrario, afrontan con ánimo y serenidad las dificultades; se prodigan paternamente hacia las generaciones jóvenes y saben decir palabras ponderadas y sabias sobre el mundo actual.

Jóvenes, adultos y ancianos somos invitados a poner manos a la obra para seguir dando vida a la Orden y posibilitando su misión en el hoy y para el mañana. ¿En qué dirección enfocar la acción? Intentando acercarse al Evangelio y a nuestro Proyecto escolapio de vida, descrito en las Constituciones. Ojos y oídos atentos también a los “signos de los tiempos”, la expresión que acuñó el Concilio Vaticano II para designar los vestigios de Dios en la historia y en el presente. Una acción que se abre a la sabiduría para quedarse, en las experiencias diferentes de la vida, con lo que es bueno y constructivo (cfr. 1 Tes 5, 21).

No quiero acabar esta salutatio fraterna sin bajar a elementos concretos referentes a la mentalidad nueva que debemos ir adquiriendo y a las actitudes que le acompañan. No sigo un orden de precedencia; es un listado de cosas, a medida que me vienen a la cabeza. Con la espontaneidad de la ocurrencia, unas con más valor que otras, aquí quedan reflejadas:

• Serenidad y paz, tratando de conservar la mente despierta y tranquila.
• Ser propositivos y no sólo denunciadores de problemas y dificultades.
• Asumir actitudes de personas valientes y no temerosas, impulsoras, reflexivas y ponderadas, atrevidas y dispuestas a tomar decisiones.
• Estar abiertos a criterios de la fe, inspirados en el Evangelio y en nuestras Constituciones.
• Superar los miedos, toda clase de miedos, ya provengan de riesgos que no se quieren afrontar, de sospechas o de supuestas maquinaciones.

Nos dejamos condicionar por tantos miedos… Miedo a que se me pida disponibilidad. Miedo a que me toque convivir y colaborar con otros, si me abro a una interdemarcacionalidad. Miedo a la movilidad, a que me trasladen del sitio donde me encuentro tan arraigado y bien. Miedo a perder la acomodación de vida que ya me he hecho a lo largo de los años. Miedo a tener que desprenderme de cosas a las que estoy apegado.

Miremos las “cosas de arriba”, exhorta San Pablo. Hemos aceptado las opciones fuertes de fondo. ¿Por qué aferrarnos a nimiedades? Entremos con esperanza y decisión en este tiempo poscapitular que durará un cuatrienio.

Jesús María Lecea, Sch. P.
Padre General