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Wednesday, April 28, 2010

MIRANDO EL FUTURO

Francisco E. Montesinos Ortí, provincial
IV.2010

Ya hace nueve meses que se clausuró en Peralta el 46 Capítulo General. El día en que nos despedimos de la casa del Santo Padre, comenzaba el verdadero Capítulo General: una Orden que se abría a nuevas perspectivas; una Orden que se llevaba la misión de convertir en vida un buen número de documentos “envueltos” en un minúsculo “pendrive”.

Desde entonces ha pasado un tiempo que ha sido especialmente intenso para nuestra Provincia. La presencia repetida del Padre General, las entrevistas mantenidas con todos los religiosos, la mirada hacia nuestro futuro provincial, nuestros gestos, las cercanías y las distancias, … tantas cosas que quizá nos hayan hecho situar en un segundo plano lo que recibimos como misión primera. Es verdad que las palabras del Padre General van a supeditar nuestro futuro particular, pero sobre todo, es tiempo, no lo olvidemos, de caminar en comunión con el resto de la Orden.

Y también son palabras del P. General las que escuchábamos en las reuniones de Comunidad cuando nos hablaba de la necesidad de ir pensando nuestro futuro como parte de una nueva Provincia española.

Si pensamos en una nueva Provincia, es porque queremos ‘Revitalizar’ nuestra vida y revitalizar, en concreto, los parámetros que sostienen la vida religiosa: la consagración, la comunión y la misión. Dice nuestro Documento sobre el carisma del 44 Capítulo General que “La fidelidad creativa que nos pide hoy el Espíritu, afecta a nuestra identidad de consagrados en comunión para la misión”. ‘Nos revitalizaremos si aseguramos nuestra consagración, potenciamos nuestra vida comunitaria y desarrollamos nuestra misión allá donde la infancia y la juventud más necesitada nos reclamen’. Si no es así, mejor esperemos. Empezar algo desde simples parámetros estructurales no vale la pena. Promover una “desestabilización” de estas magnitudes para hacer mera suma de realidades empobrecidas, es abocar a las personas y a la Institución, a la decepción.

Y una pregunta: ¿Cómo se hace esta revitalización? ¿Quién la promueve? Y me viene al recuerdo la frase del Perfecte Caritatis que dice: “No puede lograrse una eficaz renovación ni una recta adaptación si no cooperan todos los miembros del Instituto” PC4. La Provincia se revitalizará en comunión con toda la Orden. La raíz revitaliza el árbol, una rama no puede revitalizarse separada del resto del cuerpo. Oí una vez a un religioso que decía que padecemos una “ordenitis”, y recuerdo al mismo tiempo, los esfuerzos que hizo Calasanz para mantener la unidad del cuerpo de aquellas Escuelas Pías nacientes, aún a costa de su propia persona. ¿Era aquello “ordenitis? Se revitaliza la Orden, y las Provincias lo hacen en comunión unas con otras; sólo así el todo tendrá sentido.

Y que se vea. Más de una vez hemos comentado que los religiosos en las obras demasiadas veces “somos invisibles”. Y es cierto. Hemos de ser visibles “a la manera que el Instituto ha querido ser, a lo largo de su historia, visible”, sin caer en actitudes que en ocasiones “ciegan”, más que dan luz o que en otras, nos hacen irreconocibles.
Y así, optamos por una ‘pobreza’ visible que nos acerca al joven y al adulto que nos rodea y hace que nuestras palabras sean creíbles; una vida que provoca atractivo al joven que ha vivido y sufrido las consecuencias de una sociedad basada en la imagen y el tener.

Una ‘obediencia’ que nos hace disponibles por encima de la edad, los “derechos adquiridos” o las simpatías religiosas o ideológicas.

Una ‘castidad’ que nos hace amar a todos los hombres pero que no crea dependencias que nos atan y privan del gozo del compartir con todos. Una castidad que hace de la soledad un estímulo para “centrarse en el Señor” y no una cruz de la que es difícil librarse.

Y sobre todo, una Provincia revitalizada debe ser ejemplo de vida comunitaria. Leía hace poco que a los religiosos nos gusta “estar separados, pero juntos”. Hay mucho que reflexionar en esa frase en nuestra vida comunitaria provincial (que desde luego no es ninguna excepción en la Orden o en la Vida Religiosa en general). Nos gusta vivir “libres”, esto es, gozar de autonomía que satisface mis necesidades personales (paseo, ocio, estudios, viajes, amistades…) pero cuando vamos a los espacios comunes, necesitamos estar acompañados. Somos mayores, pocos en número, con todo tipo de distancias entre nosotros, pero hemos de saber que ‘lo que nos revitaliza es lo que nos une’, y nos une Jesucristo y Calasanz, los niños y los jóvenes, los pobres y los alejados… Si estamos desunidos deberemos ver qué pasa con todo esto.

Un nueva Provincia que promueva con ilusión nuestro Ministerio, que nos identifica y nos congrega. Dice Vita Consecrata que: “La vida religiosa será, tanto más apostólica, cuanto más íntima sea la entrega al Señor Jesús, más fraterna la vida comunitaria y más ardiente el compromiso en la misión específica del Instituto.” (VC.72d). Creo que poco más se puede decir en tan pocas líneas.

Ministerio que pide entregar la vida sin jubilaciones que suenan a retirada prematura, o a desilusión provocada por no sé cuántas situaciones personales. Ministerio entre los más necesitados aportando para ellos lo mejor que tenemos, quizá reubicando obras y personas, con estructuras que nos aten menos y nos posibiliten “traslados” que aumenten la autenticidad personal e institucional. Un Ministerio que tenga presente aquello que VC nos decía hace ya unos años: “la vida consagrada no se limitará a leer los signos de los tiempos, sino que contribuirá también a elaborar y llevar a cabo nuevos proyectos de evangelización para las situaciones actuales.” VC 73d

Una Provincia que no olvide a los Laicos que no son los sustitutos necesarios en tiempos de precariedad religiosa. Los laicos comparten nuestra vocación en distintas modalidades dicen las Constituciones (36) y son miembros activos y valiosos de nuestra obra apostólica dice en otro momento (C94). Hoy los laicos nos hablan de misión compartida, comparten la fe, la espiritualidad y la misión. Forman parte de la Escuela Pía. Laicos y religiosos, cada uno con su identidad propia, compartiendo, codo con codo, un enorme espacio común en el que todos nos enriquecemos y crecemos en la fe, en la fidelidad a Calasanz y en la entrega a los niños. Nuestra Provincia cuenta en los últimos años con una rica relación que terminó con la constitución de la Fraternidad de las Escuelas Pías de Valencia. Nuestro Capítulo próximo debería reflexionar sobre su existencia, su aportación a la Provincia, la implicación de los religiosos en la misma, la relevancia que le damos y muchas preguntas más. Nuestra Provincia debió de ser de las primeras que dio a los laicos papeles de responsabilidad en nuestras obras; hoy sin ellos sería casi imposible el buen funcionamiento que tienen. Y podríamos seguir.

Así miramos al futuro. Así podemos iniciar un nuevo tiempo. De aquella tierra de Peralta, 450 años después, sigue saliendo una llamada a los escolapios, religiosos y laicos, a revitalizar vida y ministerio escolapio. Y nosotros, en nuestra Provincia, en medio de nuestra particular situación, también hemos de escuchar esa llamada.

Francisco E. Montesinos Ortí
P. Provincial

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Tuesday, April 27, 2010

Por los niños que no existen

VINOD
Pedro Aguado, Padre General

En mi reciente visita a Asia, de la que guardo un gran y comprometido recuerdo, conocí a un joven llamado Vinod. Es hindú y vive con nuestros escolapios en el internado de Aryanad. Ayuda como un educador más en la marcha del internado, que acoge a más de cincuenta muchachos de edades adolescentes. Quise conocerle y hablé personalmente con él. Tiene 22 años y su historia es extraordinariamente escolapia. De muchacho, vivía en la calle, con su padre. No tenían nada propio, ni tampoco futuro creíble.

Cuando su padre enfermó gravemente fue acogido por los escolapios de Aroor, que le proporcionaron un hogar, cariño y estudios. Hoy día tiene terminados sus estudios secundarios, se prepara para la Universidad y trabaja en nuestro internado, colaborando con todo su entusiasmo en su organización y actividades. Cuando hablé con él, había una idea que me repetía de vez en cuando y que tenía muy clara: “Todo lo que soy se lo debo a los escolapios. Ellos han transformado mi vida. Estoy profundamente agradecido a la Escuela Pía”.

Os cuento esta historia no sólo porque la considero interesante, sino porque me sirve para introducir esta Carta a los Hermanos que os dirijo en este tiempo de Pascua que recién estamos empezando, en el que somos llamados a revivir y celebrar la razón última de nuestra fe y de nuestra vocación: la Resurrección del Señor. Por nuestra vocación escolapia, somos llamados a anunciar esta Buena Nueva de vida plena entre los niños y los jóvenes, especialmente aquellos que más la necesitan.

Como Calasanz en su momento, nuestro desafío es mirar a los niños, niñas y jóvenes y descubrir en ellos la presencia de Dios. ¡Cuántas veces habría visto Calasanz a aquellos muchachos por las calles de Roma!. ¡Cuántas veces habría constatado que no tenían ni escuela, ni educadores ni padres!. Pero cuando su corazón estuvo maduro, cuando sus ojos miraban con la mirada de Dios, vio en ellos el rostro de Jesús y entendió que su vida debía desgastarse para darles vida a ellos. No antes.

Me gustaría dedicar esta carta fraterna a recordar este hecho, esta dinámica de fe y de vocación escolapia, este acontecimiento carismático que engendra nuestra Orden.

Quisiera invitaros a profundizar en esta convicción calasancia: estamos para ellos. Y por ellos escribo. Sobre todo por los niños que no existen, que no tienen a nadie, que no están anotados en ningún registro, que no son ni siquiera un número, que no están contados, que, como me decía Vinod, “no tienen dirección propia”. Sólo son estadísticas, como algunas de las que quiero recordar en esta carta. Pero, como Vinod, aunque no existen para la sociedad, son la razón de la existencia de las Escuelas Pías.

Algo tiene que significar esto para nosotros. Algo hemos de pensar sobre esto, no vaya a ser que vivamos desde la convicción de que ya hemos dado todas las respuestas que podemos dar. Desde Calasanz, esto no es posible. Os aseguro que en esta visita que estoy haciendo a la Orden estoy conociendo respuestas profundamente escolapias pensadas por y para estos niños.

Quiero compartir con vosotros cuatro pequeñas reflexiones que surgen en mí cuando pienso en el núcleo carismático de Calasanz, su respuesta a los niños, en quienes vio el rostro de Jesús.

1ª reflexión:
Necesitamos “saber más”. Es bueno que dediquemos un poco de trabajo a conocer y pensar sobre la realidad de los niños y jóvenes en nuestro mundo. El objetivo de esta carta no es ofrecer estadísticas o números, pero sí el de invitaros a conocer y pensar sobre la educación en nuestro mundo. Es bueno que sepamos que, a pesar de los esfuerzos que se están haciendo y que están dado sus frutos (por ejemplo, en los últimos diez años ha disminuido en más de 30 millones el número de niños sin escolarizar en el mundo, el porcentaje de niñas sin escolarizar ha pasado del 58% al 54% y la tasa de alfabetización de los adultos ha subido en un 10%) el desafío de una “educación para todos” sigue vigente y actual en nuestro mundo. Hay 175 millones de niños malnutridos, 70 millones sin escolarizar, millones de niños acaban la escuela sin haber adquirido los conocimientos básicos necesarios y hacen falta 2 millones de maestros. Todos estos datos están reconocidos por la UNESCO en su informe “Educación para todos, objetivo del milenio, 2015”. Hay que seguir hablando de llegar a los marginados, de sistemas educativos integradores, de pensar un mundo apto para los niños. Y no sólo para los niños. Todavía hoy hablamos de más de 120 millones de adolescentes en edad de cursar estudios secundarios que están fuera de toda plataforma educativa. Esta es nuestra realidad, el contexto mundial en el que los escolapios tratamos de dar nuestra respuesta. Quizá estos datos no os resulten nuevos, pero es importante pensarlos y reflexionarlos.

Una propuesta:
Tenemos que dar pasos que nos ayuden a tener información, poderla analizar, intentar convertirla en respuestas institucionales. Necesitamos “antenas”, “observatorios”, publicaciones, materiales que nos ayuden a “estar al día” de lo que viven nuestros niños, niñas y jóvenes, de lo que necesitan, de lo que piden. Necesitamos escolapios que quieran especializarse en esto, que nuestras comunidades crezcan en esta sensibilidad. Sería bueno que cada año una de las reuniones de comunidad la dediquemos a formarnos sobre esta cuestión, desde diversos puntos de vista. Sólo si vivimos “con los ojos y oídos abiertos” podemos entender lo que está pasando, lo que están viviendo las personas a las que estamos llamados a entregarnos. ¿Sería posible impulsar en las Escuelas Pías un “Observatorio Calasancio para la Niñez y Juventud”? Ya veremos el nombre que le ponemos; de lo que se trata es de pensar si podemos organizarnos de modo que podamos disponer, para nosotros, para la Iglesia y para todos los que se acerquen a nosotros, de una entidad que “piensa y sugiere desde los niños y jóvenes”. Se admiten ideas. Mejor, se piden.

2ª reflexión.
Calasanz dio su respuesta desde Dios. Fue una respuesta de fe. Los niños y jóvenes del Trastevere, fueron, sin duda, parte central de su experiencia fundante como seguidor de Jesús. Desde ellos rezó, por ellos entregó su vida, en función de ellos configuró de modo definitivo su vocación y engendró en la Iglesia las Escuelas Pías, su respuesta esencial. Hemos de pensar sobre ello y sacar nuestras conclusiones.

¿Dedicamos tiempo en nuestra oración personal y comunitaria a orar desde esta experiencia fundante de Calasanz? ¿Oramos por los niños y jóvenes?. ¿Trabajamos nuestra vocación intentando crecer en el espíritu para educar a los niños más necesitados? ¿Cuidamos en nuestra Formación Inicial esta dinámica, desde experiencias y reflexiones concretas? Si los escolapios no nos trabajamos interiormente en esta clave fundamental de nuestra vocación, podemos despistarnos o conformarnos con cualquier vivencia. Nunca olvidemos esta afirmación de Calasanz: “quien no tiene espíritu para enseñar a los pobres, no tiene vocación escolapia o el enemigo se la ha robado” (EP. 1319). Esto no significa sólo que el espíritu de amor a los pobres es definitivo para el escolapio, sino que se puede perder. Como toda experiencia de fe, por central que ésta sea. Lo que no se cuida, lo que no se trabaja, lo que no se pone frecuentemente en manos de Dios, lo que no se vive, deja de ser central, pasa a ser sólo un elemento, una idea, un recuerdo.

Una propuesta.
Que todas las comunidades lean el documento capitular “El espíritu para enseñar a los niños pobres” y traten de sacar alguna idea que les ayude, como comunidad, a vivir con más plenitud, con más consciencia, esta experiencia central del escolapio. Sólo a modo de ejemplo: revisar cómo hablamos de nuestros alumnos, organizar una celebración mensual centrada en esta experiencia central para nuestro carisma, invitar a nuestras comunidades, una vez al año, a alguien que nos hable de la situación de niños y jóvenes, etc.

Sería muy bueno que todas nuestras comunidades dediquen al menos un día al mes, en su oración, a tener presentes las necesidades, esperanzas y problemas de los niños y jóvenes. A través de nuestra oración trabajamos nuestro corazón, cuidamos nuestra vocación y soñamos nuestras opciones. A través de nuestra oración –personal y comunitaria- crecemos como escolapios. Sabemos que el fruto principal de la oración es nuestra capacidad de amar.

3ª reflexión:
Nuestra capacidad de respuesta a necesidades de los niños y jóvenes.

He titulado esta carta “Por los niños que no existen”. Recuerdo que cuando visité La Romana (República Dominicana) me hablaron de muchas familias que ni siquiera están anotadas en ningún registro, que nadie sabe de su existencia. Son muchos los niños que están así, en muchos países del mundo. Son niños a los que las Escuelas Pías les están dando el ser, les están dando identidad, les están ayudando a crecer.

Los escolapios estamos dedicados a que los niños y jóvenes existan, a que sean, que se configuren como personas. En esta misión somos acompañados por muchísimas personas que se han sentido llamadas, como nosotros, por esta realidad. Entre todos tratamos de ofrecer lo mejor de nosotros para que nuestros niños y jóvenes crezcan como personas auténticas y, si así lo descubren, como cristianos.

En todos nuestros colegios, en todas nuestras obras, en todas nuestras plataformas educativas, trabajamos por lo mismo. Sin duda que desde contextos diferentes y desde opciones propias, pues nada es igual en ninguna parte del mundo. En todos los espacios en los que trabajamos es posible dar respuestas escolapias y hacerlo desde la preferencia por los últimos. Son muchos los niños que esperan y piden de nosotros que les ayudemos a conseguir su identidad. Por ejemplo, Niños y jóvenes que buscan sentido para su vida, que desean escuchar y descubrir propuestas que les hagan crecer.

Niños y jóvenes
que viven sin que sus familias les dediquen tiempo, y que necesitan padres y hermanos que les hagan sentirse alguien.

Niños y jóvenes
que desean recorrer un camino de fe y descubrir en Jesús el centro de su vida y poder poner nombre a su vocación.

Niños y jóvenes
que, a causa de las circunstancias en las que viven, están desestructurados como personas y necesitan mucho apoyo y acogida para recomponer lo que son y así poder crecer.

Niños y jóvenes
que reciben de nosotros una educación que quiere ser integral y que busca acompañarles con claridad para que puedan vivir desde los valores del Evangelio.

Damos nombre e identidad a estos niños y jóvenes cuando les ofrecemos nuestra educación, nuestros procesos pastorales, nuestra acogida, nuestros espacios de crecimiento personal. Con nuestra vida y nuestra misión hacemos personas, construimos seres humanos y damos identidad. Hemos de valorar todo lo que hacemos y trabajar más para conocer la diversidad de respuestas que estamos dando. Pienso que necesitamos tener más información sobre nosotros mismos, sobre nuestra realidad. Por eso, desde el Secretariado de Ministerio y Misión Compartida estamos trabajando en la posibilidad de sacar una buena información de las diversas realidades ministeriales escolapias, con el fin de que sean conocidas por todos.

Una propuesta.
Sin duda, la mayor parte de nuestras obras están pensadas para dar respuestas en función de los análisis que hacemos. Quizá algunas hace mucho tiempo que no analizan la realidad de los niños y jóvenes y sus necesidades y por eso las respuestas educativas que dan son las mismas de hace bastantes años, con dudoso éxito o significatividad. Sería bueno que en cada Demarcación se tuviera esto en cuenta y se pensara seriamente dónde están los niños y jóvenes, cuál es su realidad, cuáles son sus necesidades reales de fondo, para poder ofrecerles una propuesta educativa que les ayude y les fortalezca. Es importante, de vez en cuando dedicar tiempo a analizar nuestros contextos y nuestras líneas de trabajo.

4ª reflexión:
vivir esta dinámica como vocación, en lo personal y en lo institucional.

En definitiva, de lo que se trata es de vivir todo esto como vocación, que es lo que realmente es. La configuración de toda vocación cristiana tiene elementos de conocimiento (de reflexión, de “ver”), los tiene también de experiencia de fe (colocar nuestras opciones en la presencia de Dios) y los tiene de respuesta (compromiso, acción, entrega). Tiene muchos más, pero me he centrado en estos tres con el fin de sugerir algo que me parece importante. O los escolapios vivimos la vida como vocación (recuerdo que este era el título de un libro muy conocido, aunque ya de hace un tiempo), o no estamos siendo fieles a nuestro centro.

Andar la vida de modo vocacional supone estar siempre en camino, supone cuidar las opciones, supone vivirlas en la oración y en la comunidad, supone disponibilidad para nuevos envíos, supone capacidad de nuevas respuestas. No es que tengamos vocación, es que la vocación nos tiene, nuestro centro nos moviliza, nuestra vida está en apertura y búsqueda.

Y esto lo hemos de decir de cada uno de nosotros, pero también de la Orden y del conjunto de las Escuelas Pías, de tantas personas que descubren su vocación desde la misma experiencia que tuvo Calasanz. También la Orden debe pensarse a sí misma abierta a nuevas llamadas, necesitada de nuevas respuestas y, por qué no, de nuevos dinamismos que la hagan situarse en en centro, en su alma. Por aquí pasa una de las claves de la “revitalización” de la Orden de que que hablamos con tanto interés y esperanza. Necesitamos enriquecer nuestra vida como Orden con las mediaciones que nos ayuden a vivir activos en las respuestas.

Una propuesta:
Son muchas las cosas que podemos hacer, y os invito a todos a pensar sobre ello. Por mi parte, sugiero que intentemos volver a escribir un libro que hace tiempo que se hizo y que de vez en cuando es bueno volver a redactar: “Los escolapios se interrogan”. Vamos a intentarlo en estos años, contando con la disponibilidad de muchos de vosotros. Espero que en poco tiempo os podamos hacer una propuesta para poderlo realizar.

Os deseo todo bien en este tiempo de Pascua. Pidamos al Señor los unos por los otros, para que podamos vivir desde la extraordinaria experiencia de sabernos llamados y elegidos por Jesús para vivir como escolapios.

Os envío un afectuoso saludo

Pedro Aguado, Padre General

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HACIA LA CONCLUSIÓN DEL AÑO SACERDOTAL

Cardenal Cláudio Hummes
Prefecto de la Congregación para el Clero
Roma, 12 de abril de 2010

Queridos Presbíteros:

La Iglesia goza de inmensa alegría por el Año Sacerdotal y agradece al Señor el haber inspirado al Santo Padre su proclamación. Todas las informaciones que llegan a Roma sobre las numerosas y múltiples iniciativas, organizadas por las Iglesias locales en el mundo entero para la realización de este año especial, son la prueba de que éste ha sido muy bien acogido y – podemos decir – que ha respondido a un verdadero y profundo deseo de los presbíteros y de todo el pueblo de Dios. Era hora de dar una atención especial, de reconocimiento y de voluntariedad al grande, trabajador e insustituible Presbiterio y a cada uno de los presbíteros de la Iglesia.

Es verdad que algunos presbíteros (pero proporcionalmente muy pocos) han cometido horribles y gravísimos delitos de abusos sexuales contra menores; hechos que debemos rechazar y condenar in modo absoluto e intransigente. Deberán responder ante Dios y ante los tribunales, también ante los civiles. Por supuesto, rezamos para que lleguen a una conversión espiritual y al perdón de Dios. Mientras, la Iglesia está decidida a no esconder y a no minimizar tales crímenes. Pero, sobre todo, estamos de parte de las víctimas y queremos sostenerlas en su recuperación y en sus derechos ofendidos.

Sin embargo, los delitos de algunos no pueden usarse en modo tal que embrutezcan el entero cuerpo eclesial de los presbíteros. Quien obra así comete una clamorosa injusticia. En este Año Sacerdotal la Iglesia busca el modo de comunicarlo a la comunidad humana. Cualquier persona, con sentido común y buena voluntad, lo entiende.

Habiendo hablado necesariamente de todo lo anterior, volvamos a lo nuestro, queridos presbíteros. Una vez más, queremos repetir que reconocemos quienes sois y cuanto hacéis en la Iglesia y en la sociedad. La Iglesia os ama, os admira y os respeta. Sois una gran alegría para nuestro pueblo católico, que os acoge y apoya, sobre todo en estos momentos de sufrimiento.

Dos meses más y llegaremos a la conclusión del Año Sacerdotal. Queridos sacerdotes, el Papa os invita de todo corazón a venir a Roma para dicha conclusión los días 9, 10 y 11 del próximo junio. ¡Que vengáis de todos los países del mundo! De los países más cercanos a Roma se espera miles y miles de vosotros, ¿no es verdad? Entonces, no rechacéis la fuerte y cordial invitación del Santo Padre. Venid y Dios os bendecirá. El Papa quiere confirmar a los presbíteros de la Iglesia. La numerosa presencia de todos en la Plaza de San Pedro llegará a ser una forma propositiva y responsable de los presbíteros a presentarse, prontos y sin temores, para el servicio en favor de la humanidad, que Jesucristo os ha entregado. Vuestra presencia visible en la plaza será una proclamación, ante el mundo actual, del vuestro envío a este mundo, no para condenarlo sino para salvarlo (cfr. Jn. 3, 17 y 12, 47). En tal contexto, el gran numero de presencias tendrá un significado especial.

Entorno a la presencia numerosa de presbíteros en la conclusión del Año Sacerdotal, en Roma, existe todavía un motivo particular, que hoy se coloca en el corazón de la Iglesia. Se trata de ofrecer a nuestro amadísimo Papa Benedicto XVI nuestra solidariedad y nuestro apoyo, nuestra confianza y nuestra comunión incondicionada ante los frecuentes ataques, que se dirigen contra su Persona en el momento actual en el ámbito de las decisiones acerca de los clérigos, que han incurrido en delitos sexuales contra menores. Las acusaciones contra el Papa son evidentemente injustas, y se ha demostrado que nadie ha hecho tanto como Benedicto XVI para condenar y combatir correctamente tales crímenes. Por eso, la presencia masiva de presbíteros en la plaza con el Papa será un fuerte señal de nuestro decidido rechazo a los injustos ataques de los que es víctima. Así pues, venid también para apoyar públicamente al Santo Padre.

La conclusión del Año Sacerdotal no será un final, sino más bien un nuevo inicio. Nosotros – el Pueblo de Dios y los pastores – queremos dar gracias al Señor por este tiempo privilegiado de oración y de reflexión sobre el sacerdocio. Al mismo tiempo, nos proponemos ser siempre más atentos a todo aquello que el Espíritu Santo quiere comunicarnos. Mientras, volveremos al ejercicio de nuestra misión en la Iglesia y en el mundo, con renovada alegría y con el convencimiento de que Dios, Señor de la historia, permanece con nosotros en los momentos de crisis y en los nuevos tiempos.

La Virgen María, Madre y Reina de los sacerdotes, interceda por nosotros y nos inspire en el seguimiento de su Hijo Jesucristo, Nuestro Señor.

Roma, 12 de abril de 2010

Cardenal Cláudio Hummes
Arzobispo Emérito de São Paulo
Prefecto de la Congregación para el Clero

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