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Sunday, March 28, 2010

PIEDAD y LETRAS

P. Pedro Aguado, escolapio
P. General
Marzo, 2010

Queridos hermanos, escribo esta carta a finales de febrero, cuando ya en nuestro itinerario creyente estamos preparándonos para la celebración de los misterios que nos dieron nueva vida, la Pascua del Señor. A lo largo de estas semanas de Cuaresma escucharemos la llamada que la Iglesia nos hace a la conversión y trataremos de invitar a nuestros alumnos, alumnas y a todas las personas a las que nos dedicamos a abrir su corazón a la propuesta de Jesús de Nazaret. Nuestra misión escolapia, rica y plural, recibe en este tiempo un nuevo impulso de sentido: ojalá sepamos animar a todos a dar nuevos pasos en su crecimiento personal y en su descubrimiento de la fe.

Desde hace mucho tiempo, la Orden sintetizó en el lema “PIEDAD y LETRAS” lo esencial de la propuesta carismática calasancia, el eje desde el que se vertebra la misión a la que somos convocados y que estamos llevando adelante desde los diversos contextos en los que nos encontramos y vivimos. Sobre este lema, que está escrito en las paredes de nuestras casas y colegios, en nuestras publicaciones, en nuestra diaria actividad y, sobre todo, en nuestro corazón y en el de todas las personas que comparten nuestra misión y carisma, sobre este lema, digo, quiero escribiros esta breve carta fraterna.

Quiero compartir con vosotros una convicción: todavía no hemos sacado todo el jugo que encierra esta apuesta calasancia. Nunca terminaremos de desarrollar toda la riqueza ministerial y carismática contenida en esta afirmación de Calasanz: “Pues si desde la infancia el niño es imbuido diligentemente en la piedad y en las letras, puede preverse, con fundamento, un feliz transcurso de toda su vida” (Constituciones, nº 5).

En cada época vamos descubriendo nuevas sugerencias, en cada contexto se nos piden respuestas nuevas, en cada una de nuestras obras descubrimos carencias y desafíos nuevos a los que debemos responder para hacer que este “Piedad y Letras” sea de verdad una propuesta dinámica y no una afirmación vacía de contenido y de capacidad de avance y nuevas opciones. Os invito a profundizar en el significado de esta feliz combinación entre el saber humano y la propuesta cristiana, entre la fe y la cultura, entre la piedad y las letras. Sería bueno que nuestros equipos de educadores, nuestras comunidades formativas, nuestras publicaciones, entren de nuevo en este objetivo central de nuestra Orden y de nuestra Misión. Os lo propongo con toda convicción, seguro de que nos ofrecerá nuevas pistas para el camino.

“Piedad y Letras” supone y expresa un determinado tipo de educación, un modo de comprender al ser humano y lo que necesita para crecer integralmente y desarrollar todas sus potencialidades, que es lo que quería Calasanz. Para nosotros, esto supone tener las cosas muy claras: apostamos por los niños y jóvenes y les ofrecemos una propuesta integral que posibilite su pleno desarrollo y su capacidad de estar siempre en camino. Creemos en la fuerza transformadora que un determinado tipo de educación puede tener, y buscamos unas letras vitalizadas desde la piedad y una piedad encarnada en la ciencia y en la cultura para dotarlas de alma y horizonte de plenitud. Pero no en la teoría ni en el aire, sino en las personas que crecen desde esta propuesta educativa. Os ofrezco algunas pequeñas reflexiones que nos puedan ayudar a valorar la importancia que todo esto tiene para nosotros.

1. Pensemos en primer lugar en el ámbito de la creación del saber
humanístico y científico y en la reflexión teológica. Son campos y áreas en las que nuestra razón moderna hace difícil la unión y la relación entre el ámbito de las letras (ciencia, saberes, investigación) y el de la piedad (fe, apertura a lo creyente, valores).

Calasanz apostó por la “y” con absoluta claridad. Lo vemos en sus relaciones con los científicos y sabios de su época, en su propuesta pedagógica, en su insistencia en la piedad cristiana y en la educación desde la fe, en su convicción de que sólo de la combinación inteligente de todo ello en el crecimiento de los alumnos podemos ofrecer algo serio y valioso. Los escolapios debemos insistir en que, hoy más que nunca, la razón moderna e ilustrada puede y debe abrirse a la dinámica de la fe para crecer en consistencia, orientación humanista, solidaridad con los más débiles… Y la fe debe respetar el saber científico e iluminarlo desde lo que le es propio.

Hacemos un flaco servicio a nuestro carisma y misión en el mundo cuando aceptamos que estos ámbitos se opongan como si fueran contrarios o incompatibles.

Por eso quiero reafirmar la importancia de que seamos capaces de cuidar aquellas instituciones desde las que de modo más significativo trabajamos por la creación de saber, por la investigación científica y por la reflexión teológica. Somos llamados a elevar nuestro nivel de reflexión y de aportación.

2. Pensemos en nuestra formación,
sobre todo en los jóvenes que están en sus primeros años de vida escolapia y que se preparan para asumir este ministerio con calidad y dedicación. Nuestro ministerio en la Iglesia necesita escolapios preparados en “letras”, en “piedad” y en la relación entre ambas. Lo que tradicionalmente solemos llamar “estudios civiles” no es un añadido a nuestra formación. Los escolapios nos formamos en letras y en piedad. Debemos profundizar en este tema, para no caer en el error de que nuestra formación esencial es sólo la sacerdotal. Más que de estudios teológicos y civiles debiéramos hablar de “estudios escolapios”, que suponen una buena formación filosófica y teológica (al menos la propia de los estudios sacerdotales), una buena formación científico-humanística, con su reconocimiento oficial, y una buena formación carismática (formación calasancia, pedagógica, pastoral, catequética y en otros aspectos importantes propios de nuestra identidad escolapia). Sólo desde estas claves nos formaremos y creceremos en lo que nos es propio. Calasanz lo tuvo claro desde el principio: “Lamento mucho que nuestros clérigos muestren muy poco interés en aprender y que no sepan que sería un gran beneficio para sí aprender y enseñar a los alumnos las letras y el espíritu juntos” (enero, 1627).

3. Pensemos también en nuestras Obras,
sobre todo nuestros colegios. ¿Cómo los debemos impulsar para que sean de verdad calasancios? Los escolapios tenemos una propuesta clara de escuela, basada en la educación integral de los niños y jóvenes, centrada en la propuesta cristiana y comprometida con la transformación de la sociedad a través de la educación de las nuevas generaciones. Evidentemente, todo esto lo debemos hacer teniendo en cuenta los diversos contextos en los que trabajamos, que son diferentes y nos exigen opciones diversas. Debemos pensar las exigencias del “Piedad y Letras” para nuestros colegios. Hemos de estar en guardia ante algunas tentaciones o modos superficiales de impulsar nuestro carisma en los colegios. Cito sólo algunas de ellas:

a). colegios quizá orgullosos por el nivel de sus “Letras”,
pero sin un proyecto claro de evangelización ni de cambio social;

b). colegios que no ofrecen propuestas evangelizadoras extraacadémicas
que, desde la opción libre de los jóvenes, acompañen su proceso de fe hasta la incorporación a la comunidad cristiana;

c). colegios que no se esfuerzan en construir el “alma carismática”
referencial del colegio, de la que procede su vida y dinamismos escolapios;

d). colegios que no acompañan la formación escolapia de sus educadores,
ofreciéndoles posibilidades claras de una misión compartida visible y verificable;

e). colegios que se olvidan que son centros educativos,
abiertos a todas las sensibilidades (también en el terreno de la fe), en los que la propuesta cristiana debe vivirse como semilla de nueva vida, convocante y abierta, nunca excluyente ni cerrada.

Los documentos que acabamos de aprobar en nuestro Capítulo General de 2009 nos ofrecen criterios valiosos y sugerentes para valorar nuestras obras e impulsarlas según nuestro modelo educativo. Sería bueno trabajarlos en nuestras comunidades e instituciones educativas.

4. “Piedad y Letras” tiene que ver también con el papel de los religiosos escolapios
en nuestras obras. Sin duda que éste es uno de los temas que tenemos que reflexionar para poder situarnos mejor en nuestras obras, que son muy diversas.

Nuestra misión, concebida como un “evangelizar educando”, pide de nosotros que nos situemos con claridad en ella para poderla dinamizar. A modo de sugerencia, cito tres “espacios privilegiados” para el religioso:

a). en primer lugar, sabernos situar como testigos y garantes del carisma,
siendo personas que viven y transmiten nuestra identidad. Esto se puede y se debe hacer desde cualquier “cargo” u “oficio”. No tiene que ver necesariamente con el lugar en el organigrama, sino con el modo en el que nos situamos;

b). en segundo lugar, creo que “Piedad y Letras” es una propuesta educativa y evangelizadora
capaz de convocar a muchas personas a compartirla con claridad y vinculación. El escolapio es llamado a provocar, acompañar y consolidar la fuerza convocante de nuestra misión compartida;

c). finalmente, me gustaría resaltar el papel de la comunidad escolapia
y de la comunidad cristiana escolapia, referencia de nuestra misión. Ser “referencia” significa dar vida, convocar, acoger, hacer crecer la misión, marcar prioridades claras en lo referente a la identidad escolapia de la obra y, en definitiva, facilitar que en el conjunto de la obra las cosas se planifiquen y evalúen desde el centro de la identidad.

5. “Piedad y Letras” no es sólo el lema de nuestros colegios.
Es el lema de todas nuestras obras. Nuestras parroquias deben impulsar el “Piedad y Letras” desde las características de lo que es una parroquia. Un hogar infantil, un centro de educación no formal, un internado, cualquier plataforma educativa, si es escolapia, debe preguntarse por ese desafío y colocarlo en el centro de su proyecto. A lo largo de esta visita que estoy haciendo a la Orden estoy viendo muchas nuevas posibilidades para nuestro carisma en obras y plataformas diferentes. Desde la capilla que es escuela entre semana y templo los domingos hasta un grupo de jóvenes que se forma en un proyecto curricular adaptado a ellos con una relación educativa muy cercana y personal con educadores escolapios o una parroquia que potencia la construcción de centros educativos para niños y jóvenes en diversas circunstancias personales y sociales. Todas nuestras obras deben ser impulsadas y valoradas también desde esta perspectiva.

Vivir a fondo el “Piedad y Letras” nos pide plantearnos con ánimo y exigencia lo central de nuestra vocación. Sin duda, hay muchos aspectos de nuestra vida y misión que quedan tocados por este desafío. Os invito a pensar en ello y a convertir nuestro lema en motor de nuestro proceso como personas y como Orden. Nacimos para la misión, llevamos la misión en nuestro nombre institucional, pongámosla también en nuestras opciones, en nuestra vida y en nuestra capacidad de convocar a los jóvenes a vivir y asumir nuestra vocación.

Recibid un abrazo fraterno. Os deseo que podáis vivir con profundidad el tiempo de Cuaresma; que sea para todos ocasión y oportunidad de encuentro transformador con el Señor.

Pedro Aguado
P. General

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