Hágase en todo la voluntad de Dios
De las cartas de santa Paula Montal, virgen
(Carta 11: Positio, Roma 1985, pp. 349-351)
Recibí la suya, que me llenó de una santa alegría al decirme que se acuerda de los buenos consejos que recibió durante el tiempo del noviciado; ya sabe usted, hermana mía, que mis deseos eran que hubiese podido concluir los dos años, como dicen las Santas Reglas, pero me consuelo porque no ha sido culpa mía, sino que la santa obediencia lo ha dispuesto así; hágase en todo la voluntad de Dios!
Lo que le encargo, hermana mía, es, que persevere en los mismos sentimientos y deseos que tenía estando en el noviciado, de adelantar en el camino de la perfección. Ya sabe que para llegar a la cumbre de la perfección hemos de practicar la santa humildad y obediencia; con sólo estas dos virtudes nos uniremos con Jesucristo y tendremos la dicha de ver al Amando Esposo de nuestras almas, por eternidades. ¡Qué alegría, hermana mía, vernos en el cielo! Mis deseos son verlas allí a todas ustedes; ya se lo puede decir a todas mis Hermanas, que a todas las amo en el Señor.
Tenga la bondad de saludarías de mi parte, una por una, empezando por la M. Carmen, que todas me tengan presente en sus oraciones, y le diga a Madre Carmen, que le deje escribir al Sr. cura párroco, pues me parece le toca a usted la obligación, por lo mucho que ha hecho por usted. Por Dios, séale agradecida a los favores que le ha hecho.
No me alargo más, porque todavía me encuentro débil, pues no he estado buena, por eso he tardado en escribir: estos son regalitos de mi Amado esposo; ayúdeme usted a darle gracias, y usted puede disponer de su afectísima hermana que la ama en el Señor.
(Carta 11: Positio, Roma 1985, pp. 349-351)
Recibí la suya, que me llenó de una santa alegría al decirme que se acuerda de los buenos consejos que recibió durante el tiempo del noviciado; ya sabe usted, hermana mía, que mis deseos eran que hubiese podido concluir los dos años, como dicen las Santas Reglas, pero me consuelo porque no ha sido culpa mía, sino que la santa obediencia lo ha dispuesto así; hágase en todo la voluntad de Dios!
Lo que le encargo, hermana mía, es, que persevere en los mismos sentimientos y deseos que tenía estando en el noviciado, de adelantar en el camino de la perfección. Ya sabe que para llegar a la cumbre de la perfección hemos de practicar la santa humildad y obediencia; con sólo estas dos virtudes nos uniremos con Jesucristo y tendremos la dicha de ver al Amando Esposo de nuestras almas, por eternidades. ¡Qué alegría, hermana mía, vernos en el cielo! Mis deseos son verlas allí a todas ustedes; ya se lo puede decir a todas mis Hermanas, que a todas las amo en el Señor.
Tenga la bondad de saludarías de mi parte, una por una, empezando por la M. Carmen, que todas me tengan presente en sus oraciones, y le diga a Madre Carmen, que le deje escribir al Sr. cura párroco, pues me parece le toca a usted la obligación, por lo mucho que ha hecho por usted. Por Dios, séale agradecida a los favores que le ha hecho.
No me alargo más, porque todavía me encuentro débil, pues no he estado buena, por eso he tardado en escribir: estos son regalitos de mi Amado esposo; ayúdeme usted a darle gracias, y usted puede disponer de su afectísima hermana que la ama en el Señor.