HOMILÍA EN LA SOLEMNIDAD DE SAN JOSÉ OBRERO
1 de mayo de 2009
Mons. Hugo Barrantes Ureña
Arzobispo de San José
En Costa Rica se celebra hoy el Día del Trabajo. En esta misma fecha la Iglesia celebra a San José como “modelo de los obreros y de los trabajadores”. San José sostuvo la familia de Nazareth con el trabajo de sus manos. Este carpintero silencioso y trabajador dio a Jesús la categoría social, la condición económica, la experiencia profesional, el ambiente familiar y la educación humana. Las lecturas que hemos proclamado nos ayudan a descubrir la verdadera dimensión del hombre trabajador, del cual San José es un ejemplo.
El relato del Génesis nos dice que el hombre y la mujer tienen una característica singular y única: entre todas las criaturas son los únicos que han sido creados “a imagen de Dios”. Una de las razones que los llevan a ser “imagen de Dios” es por su autoridad sobre el universo, por su inteligencia creadora a semejanza de la inteligencia divina, con la que ha sido puesto en condiciones de dominar la naturaleza, desarrollarla y transformarla.
San Mateo nos habla del rechazo por parte de los habitantes de Nazareth, negando a Jesús su lugar como líder religioso, pues dicen que sólo es “el hijo del carpintero” del pueblo. Así consta que realmente Jesús asumió el trabajo y reafirmó con su testimonio que el trabajo humano es un bien, es un deber y un derecho.
Para ayudarnos a entender el verdadero sentido del trabajo humano la Iglesia habla del “Evangelio del Trabajo”. El valor del trabajo humano no está, en primer lugar, en el tipo de trabajo que se realiza, sino en el hecho de que quién lo ejecuta es una persona. En una palabra: ante todo, el trabajo está en función del hombre, y no el hombre en función del trabajo.
1. La crisis financiera.
“Yo he venido para dar vida a los hombres y para que la tengan en plenitud” (Jn. 10, 10). Cristo nos trajo la vida, y la misión de la Iglesia es anunciar el “Evangelio de la Vida”, luchar por “hacer la vida humana más humana” (G.S. 38). Vemos en la actual crisis financiera una amenaza a la vida, una expresión de la anti-cultura de la muerte. Por eso, como cristianos, nos sentimos en este momento profundamente interpelados.
En el origen de la actual crisis, que se inicia en el sector financiero de la economía más grande del mundo y que está afectando la producción, la inversión y el empleo, hay un evidente descuido de la persona humana. En este momento estamos descubriendo hasta dónde faltó la ética o moral en la toma de las grandes decisiones económicas o financieras; la razón que ha prevalecido es el deseo desmedido de acumular riqueza es decir la avaricia. El origen de la crisis financiera y actual recesión económica por la que atraviesan todos los países del mundo está en la deshumanización de los procesos económicos y financieros utilizados para la generación de riqueza. Se entiende que la crisis que vivimos tiene mucho que ver con esa anti-cultura de muerte, cada vez más presente en la sociedad moderna y que ignora la primacía de la persona humana, el bien común, la solidaridad y el destino universal de los bienes, principios fundamentales de la Doctrina Social de la Iglesia que tendrían que ser la plataforma sobre la que el mercado funcione y sobre la que se construyan las relaciones sociales y las relaciones económicas (producción, comercialización y consumo).
2. La crisis en Costa Rica
¿Qué ha pasado en Costa Rica?
¿cómo estamos siendo afectados?
En el caso específico de CR la crisis ha empezado a percibirse: se anuncia ya oficialmente la recesión, es decir, la falta de crecimiento de la producción, la disminución del ingreso de inversiones, el declive del número de turistas que vienen al país y, sobre todo, los despidos de trabajadores o la reducción de sus horas contratadas con la consiguiente merma de su ingreso familiar. Los sectores productivos, hasta ahora, más afectados aparentemente son: el turismo, la producción de alimentos, la industria, la construcción de viviendas, que vienen impactando el empleo y en algunos casos el tema ambiental.
En cuanto a los grupos sociales más afectados se deben considerar: los desempleados, especialmente personas con menor escolaridad y capacitación; los empleados de zonas rurales donde el turismo se ha visto reducido, y algunos grupos de agricultores. Esto porque además del desempleo y la disminución del ingreso, ya mencionados, el aumento de los precios de los alimentos golpea con más fuerza a los sectores de menor ingreso que gastan en alimentación la mayor parte de sus ingresos.
No tenemos información de cómo se está afectando a otros sectores sociales, como por ejemplo a los altos ejecutivos de grandes empresas, a los receptores de las utilidades del capital o a los propietarios de tierra. Suponemos que están siendo impactados también, porque es una crisis que atañe al conjunto de la economía. Es necesario saber, desde una perspectiva de justicia y equidad, y pensando en la propuesta de soluciones locales, si todos son afectados en la misma proporción.
Nos preguntamos: ¿y las soluciones que se presentan ante la crisis tienden a favorecer solo al capital? Porque si se trata de salvar la economía y a los agentes económicos no se puede salvar solo el capital. ¿Solo se busca salvar a las empresas? ¿Pero qué pasa con todos los actores que se involucran ahí? Porque si se busca salvar las empresas eso quiere decir salvar a todas las personas que la integran. Todo esto son inquietudes claves para la Iglesia, pues para la comunidad eclesial el trabajo es el factor fundamental. ¿Pero lo es para todos los que buscamos dar alternativas y criterios para la acciones en este momento?
En la actual coyuntura, ha habido iniciativas valiosas de parte del Gobierno, de UCAEP, así como de otros sectores sociales. Tienen aspectos positivos que es preciso resaltar, pero no existe una propuesta nacional donde converjan los intereses de todos los grupos del país. En una situación de la magnitud de esta crisis, parece necesario construir una iniciativa nacional, que involucre el estudio y valoración de las diversas propuestas y mediante un necesario e impostergable “diálogo nacional” construir una Iniciativa Nacional.
3. Diálogo Nacional.
En este momento considero impostergable un diálogo nacional. No dejemos para mañana lo que puede hacerse hoy. Se trata de un diálogo constructivo para lograr los necesarios consensos sociales. Pablo VI nos ofrece algunas características del verdadero diálogo. La claridad: lo cual exige clarificar previamente los conceptos, los temas del diálogo. Mansedumbre: el diálogo no es orgulloso, no es hiriente, no es imposición, es exposición de la verdad. Confianza: confianza en la propia palabra y en la palabra del interlocutor. Prudencia: la prudencia pedagógica que tome en cuenta las condiciones concretas del que escucha. En el diálogo hay que unir la verdad, la caridad, la inteligencia y el amor. (Ver Ecclesiam Suam 75).
Mi propuesta es un diálogo nacional centrado en la actual crisis económica. Para que sea un verdadero diálogo constructivo, que nos lleve realmente a alcanzar los necesarios consensos sociales, requiere la aclaración de algunos aspectos.
A. Es fundamental una agenda previamente consensuada, hay que fijar temas y establecer plazos.
B. El objetivo de este diálogo: establecer políticas públicas y medidas concretas.
C. Designar posibles participantes: Cámaras empresariales, Colegios Profesionales, Universidades, Organizaciones Sociales, Gobierno, Iglesias. También pequeñas y medianas empresas, grupos ambientalistas, partidos políticos. La lista queda abierta.
No existe un proyecto nacional que oriente las acciones necesarias que hay que hacer en este momento de una crisis profunda. Necesitamos una estrategia integral, que enfrente la crisis en todas sus dimensiones y desde la perspectiva de todos los grupos afectados, en especial de los más débiles y de los excluidos de los beneficios del sistema. En este diálogo hay que considerar temas como el de los salarios, la protección y promoción del empleo, la política económica, particularmente lo relativo a las tasas de interés que rigen actualmente, tanto en el sector productivo, como en las tarjetas de crédito. En este sentido es necesario reprogramar las condiciones de los créditos otorgados.
Esta estrategia no puede diseñarse sino de una manera profundamente democrática, con el apoyo de todos para responder a los intereses y necesidades de todos. Por eso, insisto, es clave para este propósito la realización de un proceso de diálogo social.
Nos comprometemos, como Iglesia, para contribuir, junto a otros actores, a la creación de espacios para este diálogo social y animar a la participación en el mismo.
En la definición de ese proyecto país debería considerarse la distribución de las cargas de la crisis, proporcionalmente, entre todos los sectores sociales.
No basta con pedir que se bajen los salarios altos, sin extender el llamado a quienes disfrutan de otras fuentes de ingreso distintas de sueldos y salarios, por utilidad del capital o renta de la tierra. La solidaridad debe ir no sólo en el tema de salarios sino incluir las necesidades básicas y capacidad de renunciar a lo que yo tengo, por derecho de justicia, para que se convierta en un bien para los otros. Los que más tienen ingresos los tienen normalmente por ganancias de capital y no sólo por los salarios. El sector financiero, la banca pública y privada, debe repensar y asumir su responsabilidad social.
Uno de los ejes a considerar en el diálogo social, es la forma de mitigar el hecho de que las personas queden desempleadas, y por otro lado, cómo proteger a las familias de esos desempleados, sobre todo en aspectos como alimentación, salud y vivienda. Lo anterior significaría fortalecer las instituciones nacionales que tienen la responsabilidad pública por la salud, la educación y la vivienda de interés social.
En el proyecto país hay que buscar la protección específica de los actores sociales más desprotegidos. Por ejemplo mantener los servicios e ingresos básicos a nivel familiar. Buscar que los salarios mínimos alcancen para una vida digna, satisfaciendo las necesidades básicas. Que los ingresos de los estratos más bajos estén acordes al crecimiento en los precios de los productos básicos alimenticios.
En las circunstancias actuales, no sólo la empresa privada sino también el Estado deberán contribuir a la creación de empleo, quizás como se ha hecho en otras partes del mundo impulsando la obra pública a nivel nacional y municipal. Son obras que quedarán como una inversión para las mismas comunidades. En todo caso, que el empleo creado sea “empleo decente” en el sentido que lo define la O.I.T.
4. Las Municipalidades.
En el ámbito cantonal por medio de los municipios, sería deseable que también existiera ese diálogo social para la resolución de los problemas derivados de la crisis. Por ejemplo, pensemos en los cantones que viven sólo del turismo, qué pueden hacer para enfrentar la emergencia nacida de esta crisis, sobre todo para que no afecte a los más débiles.
5. La Pastoral Social Arquidiocesana.
Si la Arquidiócesis de San José quiere ser fiel al Señor, tenemos que asumir la actitud del Buen Samaritano para dar una respuesta inmediata en la situación que nos plantea la actual crisis. En nombre del Señor debemos ser acogedores y misericordiosos para con los más pobres y necesitados de consuelo y ayuda. No olvidemos que la caridad es una actividad de la Iglesia como tal y que forma parte esencial de su misión originaria, al igual que el servicio de la Palabra y los Sacramentos.
Para la Pastoral Social de las Parroquias este es un momento para desarrollar mucha sensibilidad, creatividad y compromiso, para los que resulten más afectados en la presente crisis. La Iglesia es comunión, es espacio para la comunión, es constructora de comunión. En este momento las parroquias deben asumir o reforzar el diálogo social; hay que convocar a los responsables de las Instituciones Públicas, Asociaciones y demás líderes locales para identificar las consecuencias reales de la crisis, y, sobre todo, para fomentar el desarrollo local como la mejor solución a la crisis. Hay que impulsar los mercados solidarios. Hay que buscar la comercialización de los productos, también con la intervención del Estado. En este sentido, la Vicaría de Pastoral Social puede ofrecer apoyo a las parroquias. A su vez, la Pastoral Social Nacional cuenta con un Centro de Derechos Laborales que ofrece asistencia legal, capacitación en derechos laborales y protección y promoción del trabajo decente de trabajadores y trabajadoras. Este Centro significa también una fortaleza para las parroquias.
6. Dignidad del Trabajo.
Hay que insistir en la dimensión ética del trabajo.
Si en los orígenes de la actual crisis hay aspectos éticos, en la búsqueda de soluciones necesariamente hay componentes también éticos. Es el trabajo el que permite a las personas alcanzar la realización de su humanidad, de lograr la perfección de su vocación de persona.
Por esta razón creemos que toda actividad económica, y toda acción a favor de encontrar soluciones a esta crisis deben estar al servicio de un proceso de humanización de todos los hombres y de todas las mujeres.
Desde esta perspectiva es que valoramos todas aquellas iniciativas que superan la visión reduccionista de considerar al trabajador y a la trabajadora, al trabajo mismo, como mercancía, o como una anónima fuerza necesaria para la producción, como un instrumento de producción, como un activo. Más bien aplaudimos propuestas que expresen un modo más humano de pensar, y valoran al hombre y a la mujer como un sujeto creador, eficiente, y como el autor y artífice de bienes y servicios, en una palabra como el verdadero fin de todo el proceso productivo. Esto nos ayudará a ir más allá de la búsqueda de soluciones centradas únicamente en políticas financieras y economicistas.
Considero que esta es la visión que debe ser el centro y el fundamento para hacer un esfuerzo político, social y económico que le de soluciones posibles y deseables a esta crisis.
Es claro que esta visión del trabajo es la que nos puede permitir buscar un desarrollo humano, integral y solidario, capaz de lograr que todo ser humano alcance condiciones más humanas de vida.
7. Solidaridad.
En este momento de crisis se requiere para llevar a cabo un desarrollo con rostro humano, además de técnicos, de pensadores de reflexión profunda que busquen un nuevo humanismo, el cual permita al hombre y a la mujer de hoy hallarse a si mismos asumiendo los valores superiores del amor, de la amistad, de la oración y de la contemplación. Así se podrá realizar, en toda plenitud, el verdadero desarrollo, que es el paso, para cada uno y para todos, de condiciones de vida menos humanas, a condiciones más humanas. (Cfr. PP 20.21).
El otro elemento que requiere este desarrollo cimentado sobre una adecuada concepción del hombre y la mujer trabajadores es la solidaridad. La solidaridad de frente a esta crisis asume una dimensión fundamental. Esto significa que no podemos dar marcha atrás en los logros alcanzados por nuestro querido país como estado social de derecho. No podemos retroceder en las condiciones de vida de las y los trabajadores y de sus derechos. En este momento es clave la unión de todos, empresarios y trabajadores, academia, diversos sectores sociales, gobierno, en un gran esfuerzo de solidaridad, que sepa conservar los logros alcanzados y evitar el detrimento de estos avances históricos. Hay que encontrar autopistas para la iniciativa económica de las empresas, donde se valore el trabajo humano, por el hecho de que es una persona quien lo realiza, y no un simple instrumento de producción. Una gran iniciativa solidaria donde el capital sea lo que es un instrumento, un factor importante de producción, pero no el factor eficiente y fin de la producción.
Termino mi mensaje con una propuesta: a la crisis actual respondamos con la civilización del amor: sus fundamentos son la paz, la solidaridad, la justicia y la libertad.
Que San José interceda por nosotros.
Mons. Hugo Barrantes Ureña
Arzobispo de San José
En Costa Rica se celebra hoy el Día del Trabajo. En esta misma fecha la Iglesia celebra a San José como “modelo de los obreros y de los trabajadores”. San José sostuvo la familia de Nazareth con el trabajo de sus manos. Este carpintero silencioso y trabajador dio a Jesús la categoría social, la condición económica, la experiencia profesional, el ambiente familiar y la educación humana. Las lecturas que hemos proclamado nos ayudan a descubrir la verdadera dimensión del hombre trabajador, del cual San José es un ejemplo.
El relato del Génesis nos dice que el hombre y la mujer tienen una característica singular y única: entre todas las criaturas son los únicos que han sido creados “a imagen de Dios”. Una de las razones que los llevan a ser “imagen de Dios” es por su autoridad sobre el universo, por su inteligencia creadora a semejanza de la inteligencia divina, con la que ha sido puesto en condiciones de dominar la naturaleza, desarrollarla y transformarla.
San Mateo nos habla del rechazo por parte de los habitantes de Nazareth, negando a Jesús su lugar como líder religioso, pues dicen que sólo es “el hijo del carpintero” del pueblo. Así consta que realmente Jesús asumió el trabajo y reafirmó con su testimonio que el trabajo humano es un bien, es un deber y un derecho.
Para ayudarnos a entender el verdadero sentido del trabajo humano la Iglesia habla del “Evangelio del Trabajo”. El valor del trabajo humano no está, en primer lugar, en el tipo de trabajo que se realiza, sino en el hecho de que quién lo ejecuta es una persona. En una palabra: ante todo, el trabajo está en función del hombre, y no el hombre en función del trabajo.
1. La crisis financiera.
“Yo he venido para dar vida a los hombres y para que la tengan en plenitud” (Jn. 10, 10). Cristo nos trajo la vida, y la misión de la Iglesia es anunciar el “Evangelio de la Vida”, luchar por “hacer la vida humana más humana” (G.S. 38). Vemos en la actual crisis financiera una amenaza a la vida, una expresión de la anti-cultura de la muerte. Por eso, como cristianos, nos sentimos en este momento profundamente interpelados.
En el origen de la actual crisis, que se inicia en el sector financiero de la economía más grande del mundo y que está afectando la producción, la inversión y el empleo, hay un evidente descuido de la persona humana. En este momento estamos descubriendo hasta dónde faltó la ética o moral en la toma de las grandes decisiones económicas o financieras; la razón que ha prevalecido es el deseo desmedido de acumular riqueza es decir la avaricia. El origen de la crisis financiera y actual recesión económica por la que atraviesan todos los países del mundo está en la deshumanización de los procesos económicos y financieros utilizados para la generación de riqueza. Se entiende que la crisis que vivimos tiene mucho que ver con esa anti-cultura de muerte, cada vez más presente en la sociedad moderna y que ignora la primacía de la persona humana, el bien común, la solidaridad y el destino universal de los bienes, principios fundamentales de la Doctrina Social de la Iglesia que tendrían que ser la plataforma sobre la que el mercado funcione y sobre la que se construyan las relaciones sociales y las relaciones económicas (producción, comercialización y consumo).
2. La crisis en Costa Rica
¿Qué ha pasado en Costa Rica?
¿cómo estamos siendo afectados?
En el caso específico de CR la crisis ha empezado a percibirse: se anuncia ya oficialmente la recesión, es decir, la falta de crecimiento de la producción, la disminución del ingreso de inversiones, el declive del número de turistas que vienen al país y, sobre todo, los despidos de trabajadores o la reducción de sus horas contratadas con la consiguiente merma de su ingreso familiar. Los sectores productivos, hasta ahora, más afectados aparentemente son: el turismo, la producción de alimentos, la industria, la construcción de viviendas, que vienen impactando el empleo y en algunos casos el tema ambiental.
En cuanto a los grupos sociales más afectados se deben considerar: los desempleados, especialmente personas con menor escolaridad y capacitación; los empleados de zonas rurales donde el turismo se ha visto reducido, y algunos grupos de agricultores. Esto porque además del desempleo y la disminución del ingreso, ya mencionados, el aumento de los precios de los alimentos golpea con más fuerza a los sectores de menor ingreso que gastan en alimentación la mayor parte de sus ingresos.
No tenemos información de cómo se está afectando a otros sectores sociales, como por ejemplo a los altos ejecutivos de grandes empresas, a los receptores de las utilidades del capital o a los propietarios de tierra. Suponemos que están siendo impactados también, porque es una crisis que atañe al conjunto de la economía. Es necesario saber, desde una perspectiva de justicia y equidad, y pensando en la propuesta de soluciones locales, si todos son afectados en la misma proporción.
Nos preguntamos: ¿y las soluciones que se presentan ante la crisis tienden a favorecer solo al capital? Porque si se trata de salvar la economía y a los agentes económicos no se puede salvar solo el capital. ¿Solo se busca salvar a las empresas? ¿Pero qué pasa con todos los actores que se involucran ahí? Porque si se busca salvar las empresas eso quiere decir salvar a todas las personas que la integran. Todo esto son inquietudes claves para la Iglesia, pues para la comunidad eclesial el trabajo es el factor fundamental. ¿Pero lo es para todos los que buscamos dar alternativas y criterios para la acciones en este momento?
En la actual coyuntura, ha habido iniciativas valiosas de parte del Gobierno, de UCAEP, así como de otros sectores sociales. Tienen aspectos positivos que es preciso resaltar, pero no existe una propuesta nacional donde converjan los intereses de todos los grupos del país. En una situación de la magnitud de esta crisis, parece necesario construir una iniciativa nacional, que involucre el estudio y valoración de las diversas propuestas y mediante un necesario e impostergable “diálogo nacional” construir una Iniciativa Nacional.
3. Diálogo Nacional.
En este momento considero impostergable un diálogo nacional. No dejemos para mañana lo que puede hacerse hoy. Se trata de un diálogo constructivo para lograr los necesarios consensos sociales. Pablo VI nos ofrece algunas características del verdadero diálogo. La claridad: lo cual exige clarificar previamente los conceptos, los temas del diálogo. Mansedumbre: el diálogo no es orgulloso, no es hiriente, no es imposición, es exposición de la verdad. Confianza: confianza en la propia palabra y en la palabra del interlocutor. Prudencia: la prudencia pedagógica que tome en cuenta las condiciones concretas del que escucha. En el diálogo hay que unir la verdad, la caridad, la inteligencia y el amor. (Ver Ecclesiam Suam 75).
Mi propuesta es un diálogo nacional centrado en la actual crisis económica. Para que sea un verdadero diálogo constructivo, que nos lleve realmente a alcanzar los necesarios consensos sociales, requiere la aclaración de algunos aspectos.
A. Es fundamental una agenda previamente consensuada, hay que fijar temas y establecer plazos.
B. El objetivo de este diálogo: establecer políticas públicas y medidas concretas.
C. Designar posibles participantes: Cámaras empresariales, Colegios Profesionales, Universidades, Organizaciones Sociales, Gobierno, Iglesias. También pequeñas y medianas empresas, grupos ambientalistas, partidos políticos. La lista queda abierta.
No existe un proyecto nacional que oriente las acciones necesarias que hay que hacer en este momento de una crisis profunda. Necesitamos una estrategia integral, que enfrente la crisis en todas sus dimensiones y desde la perspectiva de todos los grupos afectados, en especial de los más débiles y de los excluidos de los beneficios del sistema. En este diálogo hay que considerar temas como el de los salarios, la protección y promoción del empleo, la política económica, particularmente lo relativo a las tasas de interés que rigen actualmente, tanto en el sector productivo, como en las tarjetas de crédito. En este sentido es necesario reprogramar las condiciones de los créditos otorgados.
Esta estrategia no puede diseñarse sino de una manera profundamente democrática, con el apoyo de todos para responder a los intereses y necesidades de todos. Por eso, insisto, es clave para este propósito la realización de un proceso de diálogo social.
Nos comprometemos, como Iglesia, para contribuir, junto a otros actores, a la creación de espacios para este diálogo social y animar a la participación en el mismo.
En la definición de ese proyecto país debería considerarse la distribución de las cargas de la crisis, proporcionalmente, entre todos los sectores sociales.
No basta con pedir que se bajen los salarios altos, sin extender el llamado a quienes disfrutan de otras fuentes de ingreso distintas de sueldos y salarios, por utilidad del capital o renta de la tierra. La solidaridad debe ir no sólo en el tema de salarios sino incluir las necesidades básicas y capacidad de renunciar a lo que yo tengo, por derecho de justicia, para que se convierta en un bien para los otros. Los que más tienen ingresos los tienen normalmente por ganancias de capital y no sólo por los salarios. El sector financiero, la banca pública y privada, debe repensar y asumir su responsabilidad social.
Uno de los ejes a considerar en el diálogo social, es la forma de mitigar el hecho de que las personas queden desempleadas, y por otro lado, cómo proteger a las familias de esos desempleados, sobre todo en aspectos como alimentación, salud y vivienda. Lo anterior significaría fortalecer las instituciones nacionales que tienen la responsabilidad pública por la salud, la educación y la vivienda de interés social.
En el proyecto país hay que buscar la protección específica de los actores sociales más desprotegidos. Por ejemplo mantener los servicios e ingresos básicos a nivel familiar. Buscar que los salarios mínimos alcancen para una vida digna, satisfaciendo las necesidades básicas. Que los ingresos de los estratos más bajos estén acordes al crecimiento en los precios de los productos básicos alimenticios.
En las circunstancias actuales, no sólo la empresa privada sino también el Estado deberán contribuir a la creación de empleo, quizás como se ha hecho en otras partes del mundo impulsando la obra pública a nivel nacional y municipal. Son obras que quedarán como una inversión para las mismas comunidades. En todo caso, que el empleo creado sea “empleo decente” en el sentido que lo define la O.I.T.
4. Las Municipalidades.
En el ámbito cantonal por medio de los municipios, sería deseable que también existiera ese diálogo social para la resolución de los problemas derivados de la crisis. Por ejemplo, pensemos en los cantones que viven sólo del turismo, qué pueden hacer para enfrentar la emergencia nacida de esta crisis, sobre todo para que no afecte a los más débiles.
5. La Pastoral Social Arquidiocesana.
Si la Arquidiócesis de San José quiere ser fiel al Señor, tenemos que asumir la actitud del Buen Samaritano para dar una respuesta inmediata en la situación que nos plantea la actual crisis. En nombre del Señor debemos ser acogedores y misericordiosos para con los más pobres y necesitados de consuelo y ayuda. No olvidemos que la caridad es una actividad de la Iglesia como tal y que forma parte esencial de su misión originaria, al igual que el servicio de la Palabra y los Sacramentos.
Para la Pastoral Social de las Parroquias este es un momento para desarrollar mucha sensibilidad, creatividad y compromiso, para los que resulten más afectados en la presente crisis. La Iglesia es comunión, es espacio para la comunión, es constructora de comunión. En este momento las parroquias deben asumir o reforzar el diálogo social; hay que convocar a los responsables de las Instituciones Públicas, Asociaciones y demás líderes locales para identificar las consecuencias reales de la crisis, y, sobre todo, para fomentar el desarrollo local como la mejor solución a la crisis. Hay que impulsar los mercados solidarios. Hay que buscar la comercialización de los productos, también con la intervención del Estado. En este sentido, la Vicaría de Pastoral Social puede ofrecer apoyo a las parroquias. A su vez, la Pastoral Social Nacional cuenta con un Centro de Derechos Laborales que ofrece asistencia legal, capacitación en derechos laborales y protección y promoción del trabajo decente de trabajadores y trabajadoras. Este Centro significa también una fortaleza para las parroquias.
6. Dignidad del Trabajo.
Hay que insistir en la dimensión ética del trabajo.
Si en los orígenes de la actual crisis hay aspectos éticos, en la búsqueda de soluciones necesariamente hay componentes también éticos. Es el trabajo el que permite a las personas alcanzar la realización de su humanidad, de lograr la perfección de su vocación de persona.
Por esta razón creemos que toda actividad económica, y toda acción a favor de encontrar soluciones a esta crisis deben estar al servicio de un proceso de humanización de todos los hombres y de todas las mujeres.
Desde esta perspectiva es que valoramos todas aquellas iniciativas que superan la visión reduccionista de considerar al trabajador y a la trabajadora, al trabajo mismo, como mercancía, o como una anónima fuerza necesaria para la producción, como un instrumento de producción, como un activo. Más bien aplaudimos propuestas que expresen un modo más humano de pensar, y valoran al hombre y a la mujer como un sujeto creador, eficiente, y como el autor y artífice de bienes y servicios, en una palabra como el verdadero fin de todo el proceso productivo. Esto nos ayudará a ir más allá de la búsqueda de soluciones centradas únicamente en políticas financieras y economicistas.
Considero que esta es la visión que debe ser el centro y el fundamento para hacer un esfuerzo político, social y económico que le de soluciones posibles y deseables a esta crisis.
Es claro que esta visión del trabajo es la que nos puede permitir buscar un desarrollo humano, integral y solidario, capaz de lograr que todo ser humano alcance condiciones más humanas de vida.
7. Solidaridad.
En este momento de crisis se requiere para llevar a cabo un desarrollo con rostro humano, además de técnicos, de pensadores de reflexión profunda que busquen un nuevo humanismo, el cual permita al hombre y a la mujer de hoy hallarse a si mismos asumiendo los valores superiores del amor, de la amistad, de la oración y de la contemplación. Así se podrá realizar, en toda plenitud, el verdadero desarrollo, que es el paso, para cada uno y para todos, de condiciones de vida menos humanas, a condiciones más humanas. (Cfr. PP 20.21).
El otro elemento que requiere este desarrollo cimentado sobre una adecuada concepción del hombre y la mujer trabajadores es la solidaridad. La solidaridad de frente a esta crisis asume una dimensión fundamental. Esto significa que no podemos dar marcha atrás en los logros alcanzados por nuestro querido país como estado social de derecho. No podemos retroceder en las condiciones de vida de las y los trabajadores y de sus derechos. En este momento es clave la unión de todos, empresarios y trabajadores, academia, diversos sectores sociales, gobierno, en un gran esfuerzo de solidaridad, que sepa conservar los logros alcanzados y evitar el detrimento de estos avances históricos. Hay que encontrar autopistas para la iniciativa económica de las empresas, donde se valore el trabajo humano, por el hecho de que es una persona quien lo realiza, y no un simple instrumento de producción. Una gran iniciativa solidaria donde el capital sea lo que es un instrumento, un factor importante de producción, pero no el factor eficiente y fin de la producción.
Termino mi mensaje con una propuesta: a la crisis actual respondamos con la civilización del amor: sus fundamentos son la paz, la solidaridad, la justicia y la libertad.
Que San José interceda por nosotros.