MIRANDO EL FUTURO
Francisco E. Montesinos Ortí, provincial
IV.2010
Ya hace nueve meses que se clausuró en Peralta el 46 Capítulo General. El día en que nos despedimos de la casa del Santo Padre, comenzaba el verdadero Capítulo General: una Orden que se abría a nuevas perspectivas; una Orden que se llevaba la misión de convertir en vida un buen número de documentos “envueltos” en un minúsculo “pendrive”.
Desde entonces ha pasado un tiempo que ha sido especialmente intenso para nuestra Provincia. La presencia repetida del Padre General, las entrevistas mantenidas con todos los religiosos, la mirada hacia nuestro futuro provincial, nuestros gestos, las cercanías y las distancias, … tantas cosas que quizá nos hayan hecho situar en un segundo plano lo que recibimos como misión primera. Es verdad que las palabras del Padre General van a supeditar nuestro futuro particular, pero sobre todo, es tiempo, no lo olvidemos, de caminar en comunión con el resto de la Orden.
Y también son palabras del P. General las que escuchábamos en las reuniones de Comunidad cuando nos hablaba de la necesidad de ir pensando nuestro futuro como parte de una nueva Provincia española.
Si pensamos en una nueva Provincia, es porque queremos ‘Revitalizar’ nuestra vida y revitalizar, en concreto, los parámetros que sostienen la vida religiosa: la consagración, la comunión y la misión. Dice nuestro Documento sobre el carisma del 44 Capítulo General que “La fidelidad creativa que nos pide hoy el Espíritu, afecta a nuestra identidad de consagrados en comunión para la misión”. ‘Nos revitalizaremos si aseguramos nuestra consagración, potenciamos nuestra vida comunitaria y desarrollamos nuestra misión allá donde la infancia y la juventud más necesitada nos reclamen’. Si no es así, mejor esperemos. Empezar algo desde simples parámetros estructurales no vale la pena. Promover una “desestabilización” de estas magnitudes para hacer mera suma de realidades empobrecidas, es abocar a las personas y a la Institución, a la decepción.
Y una pregunta: ¿Cómo se hace esta revitalización? ¿Quién la promueve? Y me viene al recuerdo la frase del Perfecte Caritatis que dice: “No puede lograrse una eficaz renovación ni una recta adaptación si no cooperan todos los miembros del Instituto” PC4. La Provincia se revitalizará en comunión con toda la Orden. La raíz revitaliza el árbol, una rama no puede revitalizarse separada del resto del cuerpo. Oí una vez a un religioso que decía que padecemos una “ordenitis”, y recuerdo al mismo tiempo, los esfuerzos que hizo Calasanz para mantener la unidad del cuerpo de aquellas Escuelas Pías nacientes, aún a costa de su propia persona. ¿Era aquello “ordenitis? Se revitaliza la Orden, y las Provincias lo hacen en comunión unas con otras; sólo así el todo tendrá sentido.
Y que se vea. Más de una vez hemos comentado que los religiosos en las obras demasiadas veces “somos invisibles”. Y es cierto. Hemos de ser visibles “a la manera que el Instituto ha querido ser, a lo largo de su historia, visible”, sin caer en actitudes que en ocasiones “ciegan”, más que dan luz o que en otras, nos hacen irreconocibles.
Y así, optamos por una ‘pobreza’ visible que nos acerca al joven y al adulto que nos rodea y hace que nuestras palabras sean creíbles; una vida que provoca atractivo al joven que ha vivido y sufrido las consecuencias de una sociedad basada en la imagen y el tener.
Una ‘obediencia’ que nos hace disponibles por encima de la edad, los “derechos adquiridos” o las simpatías religiosas o ideológicas.
Una ‘castidad’ que nos hace amar a todos los hombres pero que no crea dependencias que nos atan y privan del gozo del compartir con todos. Una castidad que hace de la soledad un estímulo para “centrarse en el Señor” y no una cruz de la que es difícil librarse.
Y sobre todo, una Provincia revitalizada debe ser ejemplo de vida comunitaria. Leía hace poco que a los religiosos nos gusta “estar separados, pero juntos”. Hay mucho que reflexionar en esa frase en nuestra vida comunitaria provincial (que desde luego no es ninguna excepción en la Orden o en la Vida Religiosa en general). Nos gusta vivir “libres”, esto es, gozar de autonomía que satisface mis necesidades personales (paseo, ocio, estudios, viajes, amistades…) pero cuando vamos a los espacios comunes, necesitamos estar acompañados. Somos mayores, pocos en número, con todo tipo de distancias entre nosotros, pero hemos de saber que ‘lo que nos revitaliza es lo que nos une’, y nos une Jesucristo y Calasanz, los niños y los jóvenes, los pobres y los alejados… Si estamos desunidos deberemos ver qué pasa con todo esto.
Un nueva Provincia que promueva con ilusión nuestro Ministerio, que nos identifica y nos congrega. Dice Vita Consecrata que: “La vida religiosa será, tanto más apostólica, cuanto más íntima sea la entrega al Señor Jesús, más fraterna la vida comunitaria y más ardiente el compromiso en la misión específica del Instituto.” (VC.72d). Creo que poco más se puede decir en tan pocas líneas.
Ministerio que pide entregar la vida sin jubilaciones que suenan a retirada prematura, o a desilusión provocada por no sé cuántas situaciones personales. Ministerio entre los más necesitados aportando para ellos lo mejor que tenemos, quizá reubicando obras y personas, con estructuras que nos aten menos y nos posibiliten “traslados” que aumenten la autenticidad personal e institucional. Un Ministerio que tenga presente aquello que VC nos decía hace ya unos años: “la vida consagrada no se limitará a leer los signos de los tiempos, sino que contribuirá también a elaborar y llevar a cabo nuevos proyectos de evangelización para las situaciones actuales.” VC 73d
Una Provincia que no olvide a los Laicos que no son los sustitutos necesarios en tiempos de precariedad religiosa. Los laicos comparten nuestra vocación en distintas modalidades dicen las Constituciones (36) y son miembros activos y valiosos de nuestra obra apostólica dice en otro momento (C94). Hoy los laicos nos hablan de misión compartida, comparten la fe, la espiritualidad y la misión. Forman parte de la Escuela Pía. Laicos y religiosos, cada uno con su identidad propia, compartiendo, codo con codo, un enorme espacio común en el que todos nos enriquecemos y crecemos en la fe, en la fidelidad a Calasanz y en la entrega a los niños. Nuestra Provincia cuenta en los últimos años con una rica relación que terminó con la constitución de la Fraternidad de las Escuelas Pías de Valencia. Nuestro Capítulo próximo debería reflexionar sobre su existencia, su aportación a la Provincia, la implicación de los religiosos en la misma, la relevancia que le damos y muchas preguntas más. Nuestra Provincia debió de ser de las primeras que dio a los laicos papeles de responsabilidad en nuestras obras; hoy sin ellos sería casi imposible el buen funcionamiento que tienen. Y podríamos seguir.
Así miramos al futuro. Así podemos iniciar un nuevo tiempo. De aquella tierra de Peralta, 450 años después, sigue saliendo una llamada a los escolapios, religiosos y laicos, a revitalizar vida y ministerio escolapio. Y nosotros, en nuestra Provincia, en medio de nuestra particular situación, también hemos de escuchar esa llamada.
Francisco E. Montesinos Ortí
P. Provincial
IV.2010
Ya hace nueve meses que se clausuró en Peralta el 46 Capítulo General. El día en que nos despedimos de la casa del Santo Padre, comenzaba el verdadero Capítulo General: una Orden que se abría a nuevas perspectivas; una Orden que se llevaba la misión de convertir en vida un buen número de documentos “envueltos” en un minúsculo “pendrive”.
Desde entonces ha pasado un tiempo que ha sido especialmente intenso para nuestra Provincia. La presencia repetida del Padre General, las entrevistas mantenidas con todos los religiosos, la mirada hacia nuestro futuro provincial, nuestros gestos, las cercanías y las distancias, … tantas cosas que quizá nos hayan hecho situar en un segundo plano lo que recibimos como misión primera. Es verdad que las palabras del Padre General van a supeditar nuestro futuro particular, pero sobre todo, es tiempo, no lo olvidemos, de caminar en comunión con el resto de la Orden.
Y también son palabras del P. General las que escuchábamos en las reuniones de Comunidad cuando nos hablaba de la necesidad de ir pensando nuestro futuro como parte de una nueva Provincia española.
Si pensamos en una nueva Provincia, es porque queremos ‘Revitalizar’ nuestra vida y revitalizar, en concreto, los parámetros que sostienen la vida religiosa: la consagración, la comunión y la misión. Dice nuestro Documento sobre el carisma del 44 Capítulo General que “La fidelidad creativa que nos pide hoy el Espíritu, afecta a nuestra identidad de consagrados en comunión para la misión”. ‘Nos revitalizaremos si aseguramos nuestra consagración, potenciamos nuestra vida comunitaria y desarrollamos nuestra misión allá donde la infancia y la juventud más necesitada nos reclamen’. Si no es así, mejor esperemos. Empezar algo desde simples parámetros estructurales no vale la pena. Promover una “desestabilización” de estas magnitudes para hacer mera suma de realidades empobrecidas, es abocar a las personas y a la Institución, a la decepción.
Y una pregunta: ¿Cómo se hace esta revitalización? ¿Quién la promueve? Y me viene al recuerdo la frase del Perfecte Caritatis que dice: “No puede lograrse una eficaz renovación ni una recta adaptación si no cooperan todos los miembros del Instituto” PC4. La Provincia se revitalizará en comunión con toda la Orden. La raíz revitaliza el árbol, una rama no puede revitalizarse separada del resto del cuerpo. Oí una vez a un religioso que decía que padecemos una “ordenitis”, y recuerdo al mismo tiempo, los esfuerzos que hizo Calasanz para mantener la unidad del cuerpo de aquellas Escuelas Pías nacientes, aún a costa de su propia persona. ¿Era aquello “ordenitis? Se revitaliza la Orden, y las Provincias lo hacen en comunión unas con otras; sólo así el todo tendrá sentido.
Y que se vea. Más de una vez hemos comentado que los religiosos en las obras demasiadas veces “somos invisibles”. Y es cierto. Hemos de ser visibles “a la manera que el Instituto ha querido ser, a lo largo de su historia, visible”, sin caer en actitudes que en ocasiones “ciegan”, más que dan luz o que en otras, nos hacen irreconocibles.
Y así, optamos por una ‘pobreza’ visible que nos acerca al joven y al adulto que nos rodea y hace que nuestras palabras sean creíbles; una vida que provoca atractivo al joven que ha vivido y sufrido las consecuencias de una sociedad basada en la imagen y el tener.
Una ‘obediencia’ que nos hace disponibles por encima de la edad, los “derechos adquiridos” o las simpatías religiosas o ideológicas.
Una ‘castidad’ que nos hace amar a todos los hombres pero que no crea dependencias que nos atan y privan del gozo del compartir con todos. Una castidad que hace de la soledad un estímulo para “centrarse en el Señor” y no una cruz de la que es difícil librarse.
Y sobre todo, una Provincia revitalizada debe ser ejemplo de vida comunitaria. Leía hace poco que a los religiosos nos gusta “estar separados, pero juntos”. Hay mucho que reflexionar en esa frase en nuestra vida comunitaria provincial (que desde luego no es ninguna excepción en la Orden o en la Vida Religiosa en general). Nos gusta vivir “libres”, esto es, gozar de autonomía que satisface mis necesidades personales (paseo, ocio, estudios, viajes, amistades…) pero cuando vamos a los espacios comunes, necesitamos estar acompañados. Somos mayores, pocos en número, con todo tipo de distancias entre nosotros, pero hemos de saber que ‘lo que nos revitaliza es lo que nos une’, y nos une Jesucristo y Calasanz, los niños y los jóvenes, los pobres y los alejados… Si estamos desunidos deberemos ver qué pasa con todo esto.
Un nueva Provincia que promueva con ilusión nuestro Ministerio, que nos identifica y nos congrega. Dice Vita Consecrata que: “La vida religiosa será, tanto más apostólica, cuanto más íntima sea la entrega al Señor Jesús, más fraterna la vida comunitaria y más ardiente el compromiso en la misión específica del Instituto.” (VC.72d). Creo que poco más se puede decir en tan pocas líneas.
Ministerio que pide entregar la vida sin jubilaciones que suenan a retirada prematura, o a desilusión provocada por no sé cuántas situaciones personales. Ministerio entre los más necesitados aportando para ellos lo mejor que tenemos, quizá reubicando obras y personas, con estructuras que nos aten menos y nos posibiliten “traslados” que aumenten la autenticidad personal e institucional. Un Ministerio que tenga presente aquello que VC nos decía hace ya unos años: “la vida consagrada no se limitará a leer los signos de los tiempos, sino que contribuirá también a elaborar y llevar a cabo nuevos proyectos de evangelización para las situaciones actuales.” VC 73d
Una Provincia que no olvide a los Laicos que no son los sustitutos necesarios en tiempos de precariedad religiosa. Los laicos comparten nuestra vocación en distintas modalidades dicen las Constituciones (36) y son miembros activos y valiosos de nuestra obra apostólica dice en otro momento (C94). Hoy los laicos nos hablan de misión compartida, comparten la fe, la espiritualidad y la misión. Forman parte de la Escuela Pía. Laicos y religiosos, cada uno con su identidad propia, compartiendo, codo con codo, un enorme espacio común en el que todos nos enriquecemos y crecemos en la fe, en la fidelidad a Calasanz y en la entrega a los niños. Nuestra Provincia cuenta en los últimos años con una rica relación que terminó con la constitución de la Fraternidad de las Escuelas Pías de Valencia. Nuestro Capítulo próximo debería reflexionar sobre su existencia, su aportación a la Provincia, la implicación de los religiosos en la misma, la relevancia que le damos y muchas preguntas más. Nuestra Provincia debió de ser de las primeras que dio a los laicos papeles de responsabilidad en nuestras obras; hoy sin ellos sería casi imposible el buen funcionamiento que tienen. Y podríamos seguir.
Así miramos al futuro. Así podemos iniciar un nuevo tiempo. De aquella tierra de Peralta, 450 años después, sigue saliendo una llamada a los escolapios, religiosos y laicos, a revitalizar vida y ministerio escolapio. Y nosotros, en nuestra Provincia, en medio de nuestra particular situación, también hemos de escuchar esa llamada.
Francisco E. Montesinos Ortí
P. Provincial
Labels: Escuela Pía, Reflexión